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20 de diciembre de 2010

Febrero 27-28 de 1978

Informe del Comité Central

Documentos del PCR / Tomo 4

I. La situación internacional

La actual situación internacional es excelente. Se desarrolla la lucha revolucionaria del proletariado internacional, la lucha liberadora de los pueblos y países oprimidos y los movimientos revolucionarios de masas en muchos países. La realización exitosa del XI Congreso Nacional del P“C” de China, luego de la derrota del “grupo de los cuatro”, ha fortalecido la dictadura del proletariado en China.

I. La situación internacional

La actual situación internacional es excelente. Se desarrolla la lucha revolucionaria del proletariado internacional, la lucha liberadora de los pueblos y países oprimidos y los movimientos revolucionarios de masas en muchos países. La realización exitosa del XI Congreso Nacional del P“C” de China, luego de la derrota del “grupo de los cuatro”, ha fortalecido la dictadura del proletariado en China.
Nuevos países acceden a la independencia y las dos potencias hegemóni­cas han sufrido duros golpes. Particularmente el socialimperialismo soviético ha sido desenmascarado por los pueblos del Tercer Mundo: en su sabota­je a la lucha de los pueblos árabes; en su utilización de tropas mercena­rias para agredir a los pueblos africanos en Angola, Zaire, Etiopía y el cuerno de África; en sus intentos de golpes de Estado en Sudán y otros paí­ses; en su pillaje de riqueza pesquera en mares extranjeros, como ha su­cedido en la Argentina. También crece la resistencia de los países del Se­gundo Mundo a ambas superpotencias y en especial a la URSS.
También se han incrementado los factores de guerra. La lucha de los EE.UU. y la URSS por la hegemonía mundial se hace más y más enconada y termi­nará por conducir a los pueblos a la guerra. Los pueblos no quieren la gue­rra. Pero la naturaleza imperialista de las superpotencias, que es indepen­diente de la voluntad de los hombres, llevará al mundo inevitablemente a la guerra. Mientras no cambie ese sistema social la guerra será inevitable. La guerra contemporánea es un producto del imperialismo. Sólo derrocando al sistema imperialista se eliminará la guerra mundial. Si se produjese en los EE.UU. o la URSS una revolución social que los convierta en dos países socialistas, se eliminará la guerra. Tal revolución se producirá algún día, pero actualmente no hay motivos para disminuir la vigilancia de los pue­blos. Los pueblos pueden aplazar el estallido de la guerra, y una vez esta­llada ésta encontrarse en una situación favorable si están bien preparados y sostienen una lucha infatigable.
La Teoría de los Tres Mundos formulada por el camarada Mao Tsetung en 1974 tiene significación trascendental para orientarnos en esta situación ya que es una síntesis científica de la situación estratégica del mundo en los tiempos actuales, que precisa cuáles son las fuerzas revolucionarias principales, cuáles son los enemigos principales, y cuáles son las fuerzas intermedias susceptibles de ser ganadas y unidas, permitiendo al proleta­riado internacional, en la lucha de clases a escala mundial, unirse con to­das las fuerzas unibles y formar un frente único, lo más amplio posible, contra los enemigos principales.
Actualmente asistimos al desarrollo de un poderoso Frente Único antihe­gemonista contra las dos superpotencias, con el Tercer Mundo como fuerza principal.
En América Latina el movimiento revolucionario de los pueblos ha conse­guido grandes éxitos en el último período. El pueblo de Panamá ha logrado una importante victoria en su lucha por recuperar la soberanía sobre la zo­na del Canal ocupada por los EE.UU.. Una gigantesca lucha popular ha estreme­cido hasta los cimientos de la dictadura sangrienta de Somoza en Nicaragua. Grandes luchas obreras y de masas se han realizado en Brasil, Perú, Argen­tina y especialmente en Bolivia. Hay síntomas importantes de reactivación del movimiento obrero y popular en Chile, como la huelga de los mineros del cobre de la mina Teniente, y el importante movimiento por reorganizar y democratizar el movimiento obrero contra los interventores pinochetistas. Se afianza una tendencia tercermundista en Venezuela y México, y crece una tendencia semejante en Brasil, Bolivia, Perú, países del Caribe y otros países latinoamericanos.
Al mismo tiempo, el Caribe y América del Sur se han transformado en cen­tros de agudísima disputa entre la URSS y EE.UU. Aprovechando el despresti­gio y el debilitamiento de los EE.UU., el socialimperialismo soviético ha pe­netrado profundamente en nuestros países. Hasta el último rincón de América latina es estremecido por esa disputa. Los socialimperialistas atizan vie­jas discordias entre los países latinoamericanos, y soplan también aquí las llamas de la guerra, pretendiendo distraer a sus rivales yanquis de Europa y África y, al mismo tiempo, avanzar ellos en América Latina.
Toda la situación política nacional está condicionada por esta situa­ción internacional.

II. La situación política nacional

La política de la dictadura ha continuado agravando las condiciones de vida y trabajo de las grandes masas, ha mantenido una represión de tipo fascista sobre el pueblo, en particular sobre la clase obrera, y amenaza, si no se lo evita, con llevar a la Nación a una sangrienta guerra fratri­cida contra pueblos hermanos de América del Sur.
En abril de 1976 dijimos que el plan de Martínez de Hoz era un plan de sangre, sudor y lágrimas para el pueblo. También dijimos que iba a fraca­sar en sus objetivos de eliminar, o disminuir drásticamente, la inflación y sacar al país de la crisis económica. Así ha resultado.
Ese plan ha sido, y aún es, el plan económico de la dictadura. Y cada día ha ido quedando más claro que es el plan de la yunta Martínez de Hoz­-Videla, del “tandem” Martínez de Hoz-Videla, como señaló recientemente Tribuna de la República. Ese plan ha sido el resultado del acuerdo de las principales fuerzas reaccionarias que dieron el golpe del 24 de marzo, principalmente de las que responden a las dos superpotencias y al sector de terratenientes y gran burguesía asociada a ellas.
Por su línea, y por lo que él representa, Martínez de Hoz fue el candidato ide­al para aplicar ese plan. Pertenece al riñón de la oligarquía terrateniente. Es miembro de una familia que ha estado asociada a ingleses y yanquis, y, en lo que a él y a otros miembros de su familia respecta, asociados, desde fines de la década del cincuenta, a los principales negocios y operaciones políticas del grupo­ de testaferros soviéticos en la Ar­gentina.
El plan de Martínez de Hoz se ha basado, esencialmente, en la liberación de todo control a los precios; pero congelando y manteniendo un con­trol total sobre la principal mercancía del mundo capitalista: la fuerza de trabajo. Así ha congelado los salarios y los ha deprimido hasta nive­les no conocidos antes, impidiendo, simultáneamente, toda discusión de convenciones colectivas de trabajo. Según una organización que no puede ser tachada de obrerista –la Asociación de Bancos de la República Argenti­na– si el salario del peón industrial fue en 1960 de 100, en 1974 de 129,2 y en 1975 de 124, llegó, en diciembre de 1977 a ser de 40,6, el índice más bajo en 18 años (La Nación del 26/2/78). Así fue como el hambre entró en los hogares de los trabajadores. Miles de millones de dólares salieron de los presupuestos de 7 millones de asalariados para engrosar los bolsillos de los grandes monopolios y terratenientes.
Además la política económica de la dictadura, con el cuento del “sinceramiento”, ha barrido con las medidas protectoras de la industria nacio­nal. El “sinceramiento” consiste, en eliminar toda protección “artificial” a la industria, quitando barreras aduaneras y protección impositiva y cre­diticia, para lograr una industria “sana”, basada en la exportación, o en la capacidad de competir internacionalmente gracias a lo que ellos llaman “ventajas comparativas”; es decir, ventajas derivadas del hecho de que e­sas industrias, por razones diversas, operarían con menores costos en nuestro país que en otros. En realidad, la única “ventaja comparativa” de la industria argentina son los bajos salarios de la clase obrera. La dic­tadura ha estimulado así la competencia destructora de la industria ex­tranjera contra la industria nacional, con lo que sólo sobrevivirán los grupos más fuertes, facilitando una concentración económica en favor de algunos grupos. Estos monopolios privilegiados abandonan las inversiones productivas en beneficio de operaciones financieras especulativas, como sucedió con el escándalo reciente de los préstamos del Banco Nación; con la especulación con las tasas de interés y las “mesas de inversión”; como está sucediendo, actualmente, con algunos grandes vaciamientos de empresas. Sólo se protege a los monopolios que integran la “trenza” afín a la dicta­dura. En un momento en el que los países industrializados acuden al proteccionismo aduanero para defender sus industrias y su producción agrope­cuaria –como sucede con los EE.UU. y el Mercado Común Europeo– aquí el vide­lismo ha implantado aranceles aduaneros que llevan a la destrucción a la industria nacional, dejando sobrevivir sólo a los monopolios extranjeros, o a aquéllos que gozan de protección especial de la dictadura (como suce­de con el grupo financiero ligado o asociado con el grupo de testaferros rusos en el monopolio del aluminio, el acero, el petróleo, la exportación de carnes, etc.). Si no se le para la mano a la dictadura, ésta liquidará a gran parte de la industria nacional.
La política económica de la dictadura agravó la crisis en lugar de pa­liarla. Tenemos crisis con inflación. En menos de dos años, con la dicta­dura, se ha emitido de dos a cinco veces (según distintas estimaciones) lo que emitieron todos los gobiernos anteriores desde Cornelio Saavedra hasta Isabel Perón.
La dictadura empuja a las empresas estatales a buscar financiación pri­vada. Estas se han endeudado en más de 200 millones de dólares en 1977, y se calcula que su endeudamiento llegará a 7.500 millones en 1978. La deu­da externa ha llegado a cifras astronómicas. Oficialmente, la dictadura habla de una deuda pública externa de 10.000 millones de dólares. Gracias al endeudamiento externo la dictadura equilibró la balanza de pagos, con préstamos y refinanciaciones que pesarán como un yugo sobre la economía nacional. Esta deuda y su servicio representan ya una gran parte de las exportaciones futuras del país.
Al mismo tiempo la crisis casi ha paralizado ramas enteras de la produc­ción, como automotores (stocks acumulados para tres meses); siderurgia (700.000 toneladas de acero de stock); textiles, etc. Miles de obreros han sido lanzados a la calle, o suspendidos.
Simultáneamente la cosecha triguera ha sido una de las más bajas en mu­chos años. La situación agrícola es en general mala, y la producción gana­dera sigue con dificultades de mercado.
Después de escuchar que la situación mejoraría para 1977, y luego para 1978, ahora sabemos por Alemann que “1978 será un año duro y habrá un au­mento de la desocupación”.
Es muy difícil la situación del campesinado pobre y medio. Miles han sido desalojados, o han malvendido sus pequeñas parcelas. Agobiados por la situación, muchos chacareros vendieron parte de su tierra entre noviem­bre del 77 y enero del 78 para poner dinero a interés. Por primera vez en muchos años llegó a bajar el precio de la tierra en la Pampa Húmeda y los terratenientes y grandes capitalistas agrarios hicieron buen negocio a costa de esos chacareros. En la zona pampeana los chacareros y colonos só­lo sacaron deudas de la cosecha triguera. Es crítica la situación de los vitivinicultores (sobre todo en San Juan), la de los productores de toma­te, te, yerba, y los cañeros pobres.
En enero el alza del costo de la vida llegó, según las propias mentiro­sas estadísticas oficiales, al 13,4%, debido en gran medida a los aumentos en la vivienda, combustibles, electricidad y transporte. Martínez de Hoz había prometido que la inflación en 1978 no superaría el 60%, por lo que, de nuevo se puede afirmar, ha mentido.
En enero el déficit fiscal sumó unos 60.000 millones de pesos. Martínez de Hoz y Videla han anunciado que 1978 cerrará sin déficit fiscal (en los papeles, porque endeuda a las empresas estatales con la banca privada). Por lo tanto, se puede afirmar desde ya que ésta ha sido otra mentira más de la yunta Videla-Martínez de Hoz.
La dictadura miente a sabiendas. La perspectiva es de agudización de la crisis, y ellos lo saben. Han agudizado la crisis con su política y, conscientemente, descargan sus efectos sobre la clase obrera, el campesina­do, la intelectualidad, y la pequeña y mediana burguesía nacional.
El mundo capitalista aún no ha podido salir de la profunda crisis eco­nómica en la que cayó en 1975. Esta crisis no afecta sólo a los países de Occidente. También afecta a la URSS y las naciones sometidas al social­imperialismo del Este europeo, como se evidenció con las protestas obreras en Polonia, y, recientemente, en la República Democrática Alemana, por el alza del costo de la vida. El precio de algunos artículos de consumo popu­lar acaba de aumentar en la URSS entre un 100 y un 400%, como se ha anunciado oficialmente a fines de febrero.
Esta crisis mundial va acompañada de un agudo proceso inflacionario, que ha hecho aún más difícil la recuperación. Las dos superpotencias des­cargan los efectos de la crisis sobre los países del Tercer Mundo y sobre las potencias capitalistas más débiles. El presupuesto de los EE.UU. alcan­zará, en 1973-79, un nivel record de endeudamiento. Gracias a la inflación (es decir: gracias a sus “aliados”) los yanquis, como dicen algunos representantes de otros países capitalistas, han podido pagarse sin impuestos suplementarios la guerra de Vietnam y los viajes espaciales, y ahora tratan de sacarse la crisis de encima. La URSS por otro lado, estruja a los “beneficiados” con su “ayuda” económica y militar, como lo han denunciado la India y Egipto, “sacando cuatro cueros a la vaca”. Rusos y yanquis constituyen reservas estratégicas para la guerra, en especial de petróleo, cereales, y materiales críticos, y pretenden descargar sobre los países del Tercer Mundo su crisis. El endeudamiento externo de estos países lle­gaba a fines de 1974 a la gigantesca suma de 151.400 millones de dólares, y superó los 170.000 millones de dólares a fines de 1976.
Por eso la política de la dictadura no puede más que agravar la crisis, como dijimos en 1976. La crisis mundial estremece a la economía argentina, porque la Argentina es un país sometido al imperialismo, dependiente del mercado externo por ese sometimiento, y por el atraso que significa la subsistencia del latifundio que impide un desarrollo autosostenido del mercado interno­
El imperialismo –en especial las dos superpotencias– nos trasfiere su crisis para que la paguemos nosotros. Todo el “arte” de la dictadura está en lograr que la crisis la pague el pueblo, y no los responsables de ella, es decir, los terratenientes y grandes capitalistas. A su vez éstos, especialmente los trenzados con el sector videlista, hegemónico en la dictadu­ra, limpian el mercado de competencia y monopolizan ramas claves de la producción. Así el sector de testaferros y socios del socialimperialismo soviético, que está tras la dictadura de Videla, ha sido jugosamente beneficiado con concesiones petroleras, el monopolio del aluminio, la entrega del Swift y la nueva Ley de carnes, la comercialización cerealera, la es­peculación financiera, el monopolio de los aceros especiales, las princi­pales obras para el Mundial de fútbol, etc., bloqueando el desarrollo de las empresas que pretenden competir con él.
La clase obrera, los empleados públicos y privados, el campesinado (en especial el campesinado pobre y medio), la burguesía nacional, la intelectualidad, son afectados por la política económica de la dictadura. Por lo tanto pueden y deben ser unidos en la lucha antidictatorial, con un programa de soluciones como el que ha propuesto nuestro Partido en el Programa de Unidad patriótica, democrática y popular contra la dictadura fascista y vendepatria de Videla. Este programa resume la línea y las propuestas del Partido para el proletariado y todo el pueblo en la lucha contra la dictadura fascista y entreguista de Videla.

La represión fascista

La dictadura ha continuado llevando adelante una política represiva fascista, como no se había conocido antes en nuestro país. A medida que pasó el tiempo fue quedando claro que el filo de esa política represiva ataca al movimiento obrero y popular, y utiliza la llamada lucha “antisubversiva” y “antiterrorista” como un simple pretexto para esto.
La represión se abate feroz sobre el menor intento de lucha obrera, golpeando a diestra y siniestra, como ha sucedido en Lozadur, Ford, Rigolleau, Mercedez Benz, Luz y Fuerza, Alpargatas de Gutiérrez, Ika-Renault en Córdoba, fábricas del cinturón obrero de Rosario, obreros rurales, etc. Lo mismo ha sucedido en el movimiento campesino, en donde han sido secuestrados, asesinados, o detenidos, decenas de dirigentes de las ligas agrarias; y en el movimiento estudiantil. Las razzias de tipo nazi se suceden en las villas de emergencia. Todas las fuerzas populares son golpeadas por el fascismo.
La represión pretende crear el terror y va acompañada de toda una propaganda psicológica destinada a ello. El fin es impedir toda lucha antidictatorial.
Han continuado los secuestros de personas. Suman más de veinte mil las personas desaparecidas. Con la “novedad” de que entre los últimos secuestrados se encuetran monjas y familiares de desaparecidos que luchaban por conocer el paradero de otros secuestrados por el terror dictatorial. Este último crimen de la dictadura ha conmovido a la opinión pública mundial. Sólo el socialimperialismo soviético, y sus agentes y socios, niegan esto. Pero ya es imposible seguir ocultando la situación represiva en la Argentina. Recientemente en una reunión del Movimiento Mundial por la Paz (que dirigen los soviéticos, como es conocido), que se realiza en México, la delegación Argentina, encabezada por Alfredo Varela y otros delegados del P“C” de la Argentina, se retiró airada porque se pretendió criticar, en una de las comisiones, a la dictadura videlista por la violación de los derechos humanos. A este grado de degeneración han llegado los renegados del P“C”, acompañados en la ocasión por otros empleados del socialimperialismo en la Argentina, como Imbaud (que fue gobernador de Tucumán) y Lázara, del PSU.
Los heróicos patriotas, combatientes de la lucha antidictatorial, que han enfrentado valientemente las torturas y el terror dictatorial, como Gody Álvarez, René Salamanca, Gerardo Luna, Osvaldo Torres, Luis Márquez, José Pesce, María Irazusta, Horacio Narvarte, Ángel Manfredi, Raúl Molina, Ana Sosa, Horacio Ciafardini, Mónica Busto, Cirila Benítez, Manuel Guerra, Miguel Magnarelli, y tantos otros, son orgullo de nuestro Partido y nuestro pueblo. La heroica lucha del movimiento obrero y popular, el desarro­llo y fortalecimiento del movimiento de familiares de presos y secuestra­dos, junto a la gigantesca campaña internacional de solidaridad con el pueblo argentino, han hecho retroceder en ocasiones el terror fascista, han hecho aparecer contradicciones en las propias Fuerzas Armadas en tor­no a esta cuestión, por el creciente repudio que el terror fascista genera entre muchos oficiales y suboficiales de las mismas, y han transformado la lucha contra la política represiva de la dictadura en una poderosa arma contra ella.

La cuestión del Beagle
La política internacional de la dictadura es una consecuencia lógica de esa política interna. La dictadura se ha transformado, dada la hegemonía que tiene en la misma el sector prosoviético, en un provocador de guerra en el Cono Sur de América, instigado por el socialimperialismo soviético y sus intereses de expansión y hegemonismo mundial.
Nuestro Partido fue el primero en alertar sobre esto, hace más de un año.
El socialimperialismo soviético, utilizando viejas rivalidades y pro­blemas irresueltos entre los países latinoamericanos, y el gran desprestigio de la dictadura pinochetista, estimuló una línea continental de ais­lamiento de Chile, y de revanchismo belicista contra este país. Ha procu­rado y procura, así, encender un conflicto que le permita hacer pie en forma firme en América del Sur, en donde ya aprovisiona de armas al ejér­cito peruano y tiene fuertes posiciones en toda el área, en especial en Argentina y Bolivia. Trata de establecerse en la región que controla el pase entre el Océano Atlántico y el Pacífico, zona clave en una próxima guerra mundial. Y trata de adueñarse de las enormes riquezas de nuestros países al tiempo que, de lograr encender un conflicto en América del Sur, podría distraer a los yanquis de Europa y otras regiones en donde éstos disputan con los rusos la hegemonía mundial.
En esa perspectiva la dictadura videlista ha trabajado, cuidadosamente, un eje con Perú y Bolivia y, coordinadamente con la labor continental del socialimperialismo, trabaja para neutralizar a Brasil en el caso de un conflicto de Perú, Bolivia y Argentina contra Chile, ya que esta neutra­lización es fundamental para esos objetivos.
Por todo ello nuestro Partido, cuando comenzó a desplegarse la campaña chovinista de la dictadura en torno al conflicto con Chile por las islas Picton, Lennox y Nueva, levantó la bandera de lucha contra la guerra y no entró en el juego tramposo, armado por el videlismo, de pronunciarse en torno al laudo arbitral.
La dictadura armó su trampa para que el rechazo del laudo arbitral transformase el problema del Beagle, como lo ha transformado, en un deto­nante potencial de guerra contra Chile. Detonante aún más peligroso por cuanto puede ser accionado tanto por los rusos que se ocultan tras Videla como por los yanquis que se ocultan tras Pinochet.
Fue el papá de Videla -Lanusse- el que dio en su momento el caso en ar­bitraje. Buscando limpiar de escollos el camino para un acuerdo con Allen­de, Lanusse no vaciló en dejar en manos de terceros la resolución de un problema de soberanía que afectaba a Chile y Argentina. La dictadura de Videla pudo retirar a tiempo el caso de manos del tribunal de arbitraje, como lo indicaron, con sobrados argumentos, muchos especialistas en el te­ma. Incluso, producido el laudo, pudo haber operado de muchas formas para procurar un arreglo pacífico sin afectar la soberanía nacional.
Pero la dictadura buscó la forma para declarar nulo el laudo con una argumentación que interpreta el Tratado de 1881, y el Protocolo Adicional de 1893, cambiando su esencia, en torno a lo que llama “principio del A­tlántico para Argentina y el Pacífico para Chile”, con lo que transforma el caso en un detonante bélico, en una pieza estratégica para la disputa del mundo entre las dos superpotencias.
Hemos dicho que la cuestión del Beagle era una cuestión “complicada”, y hemos evitado entrar en la trampa que armó la dictadura en torno al re­chazo del laudo. Quienes no lo hicieron así ahora deben felicitar a la dictadura entreguista y vendepatria de Videla por su “patriótica” posición, ignorando que el laudo ha sido rechazado con argumentos que transforman ese rechazo, o “nulidad” como dicen los abogados de la dictadura, en un instrumento provocador de guerra, que no manejarán nuestros pueblos sino las superpotencias y que ya hoy ha desatado una carrera armamentista que cuesta cara a nuestros pueblos. La cuestión es complicada por varias ra­zones. La primera porque los antecedentes sobre el derecho a la posesión de esos territorios por la Argentina, a partir de a quién pertenecían en derecho en el momento de la independencia en 1810 (según el principio “lo que has poseído poseerás” que rigió el trazado de fronteras entre los pue­blos hermanos de América del Sur), no son tan claros como afirma la dicta­dura, si se hace una discusión meramente jurídica y no política. La segunda razón es que ni Chile, ni la Argentina, ocuparon el Sur hasta muy avan­zado el siglo XIX. Esas tierras pertenecieron a los indígenas araucanos, tehuelches, onas, etc., a los que poco importaron las Ordenanzas de los reyes españoles. Esos indígenas fueron aniquilados a sangre y fuego por los “civilizadores” oligarcas argentinos y chilenos para adueñarse de sus tierras. La tercera razón es que la oligarquía argentina, a través del ge­neral Roca, después de ocupar la Patagonia aniquilando a los indígenas y aprovechando que la oligarquía chilena estaba en guerra en el Norte contra Perú y Bolivia, cedió a Chile el Estrecho de Magallanes, una parte de Tierra del Fuego e islas al sur, a cambio de la posesión pacífica de la Patagonia que precisaba la oligarquía argentina para extender su explotación ganadera. La cuarta razón es que esas islas están ocupadas desde 1892 por chilenos. Muy poco se han ocupado los terratenientes y burgueses intermediarios argentinos por la explotación pesquera, minera y petrolera del Sur. Incluso han tenido y tienen una contemplativa posición frente a la ocupación británica de las Malvinas, esperando llegar a un acuerdo con la British Petroleum para explotar el petróleo de la cuenca marítima al sur de esas islas (acuerdo que negocian activamente con Gran Bretaña, estimu­lados por la URSS, que busca asociarse a ese negocio a través de testafe­rros, y, principalmente, a cambio de hacer pie en el Atlántico Sur), y man­tienen una contemplativa posición frente a los avances soviéticos en la Antártida en donde existen las más grandes reservas de albúminas del mun­do.
El Tratado de Límites de 1881 no podía tener en consideración las con­secuencias que sobre el derecho marítimo se podrían derivar de la posesión de esas tres islas en 1977, cuando las naciones de América del Sur reivindican la soberanía marítima sobre las doscientas millas. Por ello la Ar­gentina, con legítimos derechos de soberanía sobre las Malvinas, islas de los Estados y otras islas de la región, tenía todas las posibilidades de llegar a un acuerdo pacífico con Chile, siempre que los gobiernos respec­tivos estuviesen interesados en defender los intereses comunes que tienen nuestras naciones como hermanas latinoamericanas e integrantes del Tercer Mundo.
Se ha montado, entonces, el dispositivo que puede servir de detonante a una guerra en el Cono Sur.
La política de la dictadura se ha orientado, desde 1976, a este objeti­vo. Al igual que en Angola, Etiopía, y otros países en los que hizo pie, el socialimperialismo soviético tiene como norte la guerra, y subordina a este objetivo toda otra consideración y todo otro objetivo.
El Partido deberá realizar una gigantesca labor entre las masas para clarificar estos temas.
Hemos sabido mantenernos en el terreno de la más firme defensa de los principios marxistas-leninistas en esta cuestión, y debemos saber hacerlo en el futuro, trabajando intensamente entre las masas. Debemos impedir que se separe la guerra de las condiciones histórico-sociales concretas que llevan a ella. Impedir, por ejemplo, que se crea que es la disputa por las tres islas del sur las que pueden llevar a una guerra con Chile, y no los intereses de las superpotencias, en especial los intereses de la URSS, que son los que realmente empujan esa guerra. Debemos impedir que se separe la guerra de los gobiernos que la conducen, como si fuesen Chile y la Argentina quienes irían a la guerra y no las dictaduras de Videla y Pinochet, como en realidad sucede. Debemos ayudar a las masas a ver qué clases sociales empujan la guerra en la que, en caso de estallar, inevitablemente morirán obreros, campesinos, intelectuales, gente del pueblo, en servicio de intereses espurios.
Tanto en la Argentina, como en Chile, existen fuerzas capaces de impedir una guerra fratricida, si se unen y movilizan, y capaces, en el caso de que esa guerra no pueda ser evitada, de dar vuelta los fusiles y transformarla en una guerra liberadora, contra las dictaduras de Pinochet y Videla que oprimen a nuestros pueblos y sirven al imperialismo.
A la lucha contra el hambre, la represión y la entrega, debemos unir la lucha por la paz, contra la política de guerra fratricida de la dicta­dura videlista.

Desacuerdos en el frente dictatorial
En el período que va desde la última reunión de nuestro CC a la fecha, se han profundizado los desacuerdos, y consiguientemente la división, en el seno de la propia dictadura. Esa división es el producto, en primer lugar, de la enorme impopularidad de la dictadura. Privada del apoyo de la mayoría del pueblo, y enfrentada a una creciente resistencia popular, se han agudizado en la dictadura la lucha de fracciones y grupos, lucha que repercute en las Fuerzas Armadas. Esta lucha refleja también, en gran medida, la disputa entre los sectores terratenientes y burgueses proyanquis o prorrusos por definir a su favor el control del poder. El hecho de que la Argentina es uno de los principales lugares de disputa entre soviéticos y yanquis por la hegemonía mundial tiñe toda la situación política argentina.
Es preciso señalar que los sectores de terratenientes y burguesía prosoviéticos han fortalecido sus posiciones en las palancas de control del poder del Estado –en particular en el Ejército– y en la economía nacional en este último período. Aprovecharon los pases y ascensos de fin de año para mejorar sus posiciones en los mandos del Ejército, aunque tuvieron tropiezos en Marina y Aeronáutica. En el terreno económico continuaron fortaleciendo sus posiciones. Especialmente dieron el manotazo al frigorífico Swift, con lo que pasaron a dominar el sector clave en la exportación de carnes y el abastecimiento interno, al fortalecer enormemente el grupo monopolista que han desarrollado en los últimos años. Con la nueva Ley de carnes que ha proyectado la dictadura asegurarían a ese monopolio condiciones excepcionales, mejores aún que las que tuvieron los yanquis e ingleses porque, paralelamente, dan un golpe mortal a la CAP. Así han echado mano a la principal rama de las ­exportaciones y la producción argentina. Hay que incluir en este avance las concesiones obtenidas por el grupo monopolista testaferro del socialimperialismo y sus asociados, en pesca, acero y petróleo. La polémica Alemann-Merlo ha contribuido a sacar a la luz el negociado realizado con el Mundial de fútbol. Ese negociado se ha hecho en exclusivo beneficio del mencionado grupo prosoviético. También ese grupo ha sido el beneficiado principal con el negociado de los présta­mos del Banco Nación. La ratificación por Videla de los convenios firma­dos por Gelbard con la URSS remacha todo esto.
Desde diciembre hasta aquí ha seguido coma cuestión de división en la Junta Militar el tema del “4° Hombre”, y el llamado “esquema de poder”. La contradicción Videla-Massera, como expresión de la contradicción del grupo videlista con la mayoría de la oficialidad de la Marina, al igual que la contradicción del grupo videlista con la mayoría de la oficialidad de la Aeronáutica, se ha continuado agudizando. Estos sectores de la Mari­na y Aeronáutica, atacan las vinculaciones prosoviéticas del videlismo y la política económica de Martínez de Hoz, y coinciden con un importante sector antividelista en el Ejército. El sector antividelista en el Ejérci­to es, al igual que el de Marina y Aeronáutica, sumamente heterogéneo. In­cluye liberales a ultranza, nacionalistas populistas, tercermundistas, na­cionalistas aristocratizantes y fascistas, etc. Este sector antividelista (antilanussista) es minoritario en el más alto nivel del Ejército, pero es mayoritario en el conjunto de la oficialidad.
La lucha de fracciones en el seno de la dictadura es casi pública. Más aún porque cada sector busca apoyo en fuerzas políticas, gremiales, agra­rias, etc. El reciente defenestramiento de Díaz Bessone, y reuniones de altos oficiales con líderes políticos peronistas y radícales, por un lado, y del sector videlista con dirigentes del P“C” y sectores políticos prosoviéticos, por otro, demuestran esto.
En la medida en que crezca el movimiento de lucha antidictatorial enca­bezado por la clase obrera, y ese movimiento golpee con fuerza al núcleo prosoviético, lanusso-videlista, que hegemoniza a la dictadura, atraerá a su lado a los sectores vacilantes y conciliadores, crecerá la división en la dictadura, y será posible ganar para la lucha contra ella incluso a sectores importantes de las Fuerzas Armadas, que, en su momento, fueron ganados por el golpe de Estado fascista, prooligárquico y proimperalista que hegemonizó el sector prosoviético lanusso-videlista.
Aunque tácticamente la dictadura es fuerte y feroz, estratégicamente es débil. Está obligada a ampliar tanto el radio de sus golpes que secto­res nuevos se incorporan cada día a la oposición. Debe ampliar el radio de sus golpes porque debe ir entregando, día a día, nuevas porciones de la economía nacional al sector de terratenientes y burguesía intermedia­ria ligada al socialimperialismo. Con lo que gana, día a día, nuevos ene­migos. Sin poder mejorar la situación general. Porque la dependencia al nuevo amo es dura y no promete un futuro brillante, ya que la URSS no tie­ne, por su propia producción, posibilidades de garantizar un crecimiento “complementario” importante ni a nuestra producción agrícola-ganadera, competitiva de la producción soviética en muchos rubros, ni en la producción minera (en especial petrolera), ni industrial. Nos promete sí un fu­turo de guerra asociado a sus planes expansivos. Como Etiopía. Angola o Bulgaria. Por ello la lucha de la URSS y sus agentes, testaferros y quintacolumnistas por lograr lo que ellos llaman la “complementación” de la economía argentina y soviética, asociando a un sector importante de terratenientes y burgueses, no será fácil.
De allí la hipocresía y la mentira que acompañan a la dictadura como la sombra al cuerpo. En la medida en que esa hipocresía se desnuda ante las masas, crece el odio.
Muchos sectores burgueses, e incluso pequeñoburgueses, predijeron que el plan de Martínez de Hoz iba a lograr “estabilizar” la economía. Martí­nez de Hoz -y con él Videla- miente y miente. En 1976 prometió mejorías para 1977. En 1977 prometió una inflación de no más del 5 al 6% mensual, y por sus propias estadísticas, llegó en algunos meses a superar el 12% mensual. Ahora prometió cosa parecida para 1978, y ya en el primer mes ha quedado claro que esa es una vulgar mentira. Primero el campesinado, y luego el conjunto de la burguesía nacional e incluso sectores monopolis­tas ligados a los europeos, fueron pasando a la oposición.
Desde julio de 1976 Videla promete el diálogo. Las principales fuerzas burguesas y gran parte de las fuerzas pequeñoburguesas reformistas le “tienen la vela” con esa promesa. Ahora anuncian para marzo de este año la apertura del “diálogo”. Pero es una nueva mentira. Porque el diálogo con Videla-Viola, como ha sido señalado en todos los documentos de este grupo leyéndolos entre líneas y a veces incluso textualmente, es el diá­logo con los partidos políticos cuerpo a tierra sobre una montaña de cadáveres, y con el compromiso de no hablar ni de esos cadáveres ni de todo aquello que desagrade a la patota vídelista.
En el litigio con Chile promete paz y prepara la guerra.
Dice defender la soberanía nacional y practica una política de entrega. Para lograr las refinanciaciones del Fondo Monetario Internacional se ha arrastrado y humillado para llevar al hambre a la mayoría del pueblo tra­bajador. Su afán privatizador no tiene límite.
Por todo esto, siempre que el movimiento obrero y popular luche y lu­che en forma cada vez más dura y fuerte, existen posibilidades muy favorables para aislar a la dictadura vídelista y derrotarla, abriendo un cau­ce al movimiento de liberación nacional y social.

Las luchas del movimiento obrero y popular contra la dictadura
La resistencia a la dictadura, en distinto grado y con distintas formas ha continuado desarrollándose, a pesar del terror y la represión fas­cista.
La política de la dictadura castiga no sólo a las masas populares sino también a sectores considerables de la burguesía urbana y rural; incluso a algunos sectores terratenientes y de gran burguesía no asociados a la trenza hegemónica, o imposibilitados de acudir a la financiación externa, o de participar en los negocios más jugosos de la especulación.
No es extraño, entonces, que al odio inmenso que se ha acumulado en el pueblo se sume también el descontento y la resistencia de esas otras clases y capas sociales, y que esta resistencia se exprese en una amplísima corriente opositora al videlismo.
Los abandonos de planta en IKA-Renault, en Córdoba, y luego la huelga ferroviaria y la oleada de luchas obreras que la acompañó (luchas que abarcaron todo el país y en ­las que participaron centenares de miles de obreros) conmovió a la dictadura en octubre-noviembre del año pasado y abrió la perspectiva de una posible­ contraofensiva popular.
En diciembre se mantuvieron las luchas obreras, y pasó a un nivel superior el movimiento de familiares de presos y secuestrados.
Durante enero y febrero, al colocar al país al borde de la guerra con Chile, y al no estar este problema claro en las masas, la dictadura pudo ganar tiempo. No logró restañar sus heridas. No logró unificar sus fuer­zas. Pero sí logró ganar tiempo, impidiendo una convergencia de luchas que le caldease el verano.
En el verano la crisis económica tocó fondo. Miles de obreros fueron suspendidos, tomaron vacaciones forzosas, o fueron despedidos, abiertamen­te o bajo la forma de “arreglos”. Ramas enteras de la producción se para­lizaron (automotor, maquinaria agrícola, gran parte de textiles, metalur­gia, etc.).
Surge claro que el movimiento obrero está necesitado de pasar a formas superiores de lucha para enfrentar esta situación. Ya no sirven ni el tra­bajo a reglamento o “con tristeza”, ni muchas veces los paros parciales. Se hacen necesarias formas de lucha más duras, como la huelga ferroviaria, y en la medida de lo posible, 1uchas que ganen las calles y eviten el ais­lamiento.
Todo el desarrollo del movimiento obrero, desde la lucha de Luz y Fuer­za hasta hoy, ha creado la posibilidad de poder resolver las necesidades que crea la lucha en las nuevas condiciones.
Para ello el movimiento obrero debe tener una línea de alternativa nacional que diferencie a la gran patronal extranjera (en especial la liga­da a la trenza dictatorial) de la patronal nacional, y en especial de la pequeña y mediana industria y comercio. Esa línea de alternativa ha sido formulada por nuestro Partido en su Programa de unidad patriótica, democrática y popular contra la dictadura fascista y vendepatria de Videla. Este programa resume el análisis científico de la situación económica nacional y de las razones de la crisis económica actual, y formula las propuestas que hubiesen evitado al país la crisis, propuestas que elaboró nuestro Partido en junio de 1975. Ese programa posibilita unir a la inmensa mayo­ría contra la pequeña minoría que se beneficia con la crisis.
El rol de las organizaciones sindicales pasa a ser fundamental para po­der enfrentar esta lucha. Hay que buscar todas las formas que permitan a la masa obrera, ocupada o desocupada, nuclearse en sus organizaciones sin­dicales y asegurar que éstas defiendan sus reivindicaciones. Al calor de este movimiento será posible plantear la lucha contra las intervenciones sindicales y por la recuperación de los sindicatos para la lucha antidictatorial, basando su democratización en poderosos cuerpos de delegados di­rectamente controlados por las masas.
A partir de empujar luchas capaces de hacer retroceder a la dictadura y sus servidores, pasa a ser consigna política actual la del paro nacional activo de 36 horas que cree las condiciones para pasar a la contraofensiva contra la dictadura.
En todo el movimiento obrero crece la conciencia sobre la necesidad de avanzar en la organización sindical para poder luchar eficazmente. Para e­llo debemos resolver acertadamente la relación entre el trabajo de organi­zación de las masas para la lucha y la más amplia unidad del movimiento o­brero.
El proletariado rural, por otra parte, ha mantenido pese a la durísima represión y a la política colaboracionista de Martínez, en FATRE, un grado bastante importante de organización. Ha desplegado incluso luchas importan­tes, como las huelgas de numerosas filiales de FATRE en Santa Fe. La situación salarial del proletariado rural es desastrosa, lo mismo que la situa­ción asistencial, por la práctica liquidación de ISSARA en muchas regiones del país. Con una línea de unidad con el campesinado pobre y medio, una línea que golpee a los terratenientes y los monopolios intermediarios que chupan la sangre campesina, hay que calentar el clima en el campo desde abajo, desde donde se viven más angustiosamente las contradicciones y la crisis, desde el proletariado rural.
La entrega al monopolio de testaferros rusos del Swift, y la nueva Ley de carnes, al igual que la creciente monopolización por ese mismo grupo de testaferros de la intermediación lechera, azucarera, etc., crea las condiciones para amplísimos movimientos de lucha que jaqueen a la dictadu­ra en el campo. La clave de la orientación de esos movimientos estará da­da por la participación que tengan en ellos los ganaderos y chacareros pe­queños y medianos, ya que lo fundamental de los movimientos agrarios si­gue siendo dirigido por el campesinado rico y los capitalistas agrarios, y éstos hostigan a la dictadura sin romper con ella.
La situación de descontento en el campo es explosiva. La movilización combativa de los productores de tomate del Valle Medio de Río Negro y el reclamo de medidas de lucha de productores vitivinícolas, maniceros, y otros, preanuncia lo que madura en el campo.
Luego de octubre también se pasó a un nivel superior en la lucha en las villas de emergencia, y en los barrios populares, como los complejos de vivienda ocupados y adjudicados luego de 1973. Este movimiento ha tenido éxitos parciales en algunas villas. Existen condiciones para hacer retroceder aquí a la dictadura que ha desencadenado una feroz represión sobre esas barriadas populares y pretende desalojar a millares de habitantes de las mismas, algunas antes del Mundial de fútbol. La total liberación de los alquileres para mediados de este año creará la necesidad de encender focos de lucha contra los desalojos urbanos, especialmente en las barriadas populares de la Capital, el Gran Buenos Aires, y ciudades del interior. Miles de inquilinos serán arrojados a las calles agravando el tremendo panorama de hambre, miseria y enfermedades, que trajo esta dictadura.
En todas estas luchas desempeñan y desempeñarán un papel clave las mu­jeres, por lo que en el Partido debemos continuar librando batalla, ideo­lógica y política, contra las concepciones que subestiman al movimiento de masas femenino, y dificultan movilizar a uno de los destacamentos más combativos en la lucha antidictatorial, como se ha comprobado en 1as últimas luchas barriales y en la lucha por la paz en la cuestión del Beagle, etc.
La enorme mayoría de la juventud y el estudiantado odian a esta dictadura asesina y entreguista. Una gigantesca explosión de odio antidictatorial incuba allí, y el Partido debe trabajar, atentamente, defendiendo desde las pequeñas reivindicaciones hasta las más elevadas aspiraciones de las masas juveniles y estudiantiles, para que ese polvorín estalle. Esto es clave para que todo el movimiento antidictatorial pase a un plano superior. Lo peor que nos puede pasar, en esta situación, es subestimar el odio antidictatorial y la capacidad de lucha de las masas juveniles.
Toda la situación política nacional, y el renovado auge de luchas en América Latina, operan como estimulantes de ese posible estallido. Manio­bras de claudicación política como la que han llevado a la dirección de la FUA a ubicarse en el colaboracionismo con la dictadura (por el contu­bernio de la dirección de la juventud radical alfonsinista con el P“C” y la complicidad en esa maniobra de la dirección del PSP) son maniobras de tiro corto que serán barridas por las masas si el Partido y la JCR cum­plen su rol en las masas juveniles.
El Partido ha dado pasos pequeños pero positivos últimamente en la ju­ventud obrera y popular, pero mantenemos un gran retraso en la organiza­ción de la juventud campesina y estudiantil.

El movimiento de familiares de presos y secuestrados
En los últimos meses se ha ampliado y fortalecido el movimiento de fa­miliares de presos y secuestrados. Este movimiento ha estimulado la lucha por la aparición de los miles de secuestrados por la dictadura, ha salva­do la vida á numerosos presos políticos y gremiales, ha comenzado a forta­lecer la solidaridad con miles de familiares golpeados por la represión y ha estimulado la solidaridad internacional con la lucha de nuestro pueblo.
Ha mejorado, aunque aún es insuficiente, la participación del Partido en este movimiento. Nuestra participación es decisiva para lograr que el movimiento derrote la línea colaboracionista y divisionista de la direc­ción del P“C” que, como quintacolumna de la dictadura dentro del movimien­to, realiza todo tipo de maniobras para impedir que éste crezca y adopte formas combativas y eficaces de lucha. La enorme mayoría de los familiares de presos y secuestrados puede ser ganada para la lucha activa en el movi­miento, transformando a cada familiar de un preso o secuestrado en un combatiente antidictatorial activo.
Los servicios de inteligencia de la dictadura realizan una gran labor para que miles de personas den a sus familiares secuestrados como defini­tivamente desaparecidos y, en consecuencia, abandonen la lucha. El movimien­to popular no debe cejar hasta que se sepa el paradero, o lo sucedido, con todos los secuestrados por la dictadura, y hasta que los jefes de ésta tengan que rendir cuenta, ante la justicia popular, de estos crímenes. Es­ta es una lucha que será larga. Pero como golpea –junto a la lucha por la paz, a la lucha contra la entrega, y a la lucha contra el hambre– el pun­to débil de la dictadura, su Talón de Aquiles, como se dice, debe ser una lucha a la que logremos incorporar, paulatinamente, a toda la clase obre­ra y a todo el pueblo. El nombre de cada patriota secuestrado, como los de Gody Alvarez, René Salamanca, Angel Manfredi, Ana Sosa, Raúl Molina, Manuel Guerra, Luis Márquez, Miguel Magnarelli, Gabriel Porta, Rodolfo Willimberg, Manuel Alvarez, José Andreani, Sofía Cardozo, y tantos otros, debe ser bandera de lucha de todo el pueblo, y una loza que, alzada por la propia dictadura para golpear al pueblo, caiga cada vez con más fuerza sobre ella. Miles de comisiones de lucha por la aparición de los secues­trados y la libertad de los presos políticos y gremiales y de solidaridad con los familiares de esos presos y secuestrados, deben cubrir el país. Como la dictadura golpea a todas las fuerzas populares (peronistas, radi­cales, comunistas, socialistas, militantes católicos, activistas estudian­tiles, etc.) es posible unir a la inmensa mayoría contra esa política. Pa­ra ello el Partido debe colocarse en el centro de la organización de este movimiento popular dedicando a é1 las fuerzas necesarias.

La lucha contra la guerra con Chile
En el último período la cuestión del Beagle y, en consecuencia, el tema de guerra o paz, se colocó en el centro del debate y la lucha política. La dictadura pretendió, con esto, desviar la atención de otros problemas acuciantes, como el de la crisis o la represión. Pero, objetivamente, la cuestión del Beagle, está en el centro de la lucha política actual, y no se puede desplegar a fondo la lucha contra la dictadura si no se coloca este tema en el centro del combate antidictatorial, y si no se encuentra, en cada hecho de la vida política del país y de las masas, los nexos con­cretos que tienen con esta cuestión del Beagle.
Porque si en definitiva y en última instancia, la esencia del núcleo hegemónico en la dictadura -el núcleo videlista- es su naturaleza prosoviética, el hecho de que toda su política apunta a servir al socialimperialismo, si la política del socialimperialismo está presidida por su disputa con los yanquis por la hegemonía mundial y, en función de esto, por la preparación para la guerra, toda la política dictatorial resulta coherente, explicable, incluso en sus aspectos más horrorosos, como la propia represión y la utilización, en amplia escala, de las Fuerzas Armadas para esta represión, que han sido parte de la instrumentación del Estado argentino para esa disputa mundial y para esa guerra, sirviendo, en forma más o menos directa, los objetivos estratégicos del socialimperialismo.
Por no entender esto organizaciones como el P“C” (ml), VC, el PSP de Esté­vez Boero, la Juventud Radical alfonsinista y otras, que siguen conside­rando a los yanquis como enemigos principales del pueblo argentino, no a­ciertan a definir la esencia del videlismo, y han incurrido en todo tipo de contradicciones en relación con esta cuestión del Beagle, haciendo gruesas concesiones al chovinismo antichileno que instrumenta el videlis­mo prosoviético. Han hecho esto porque no logran explicar –como VC– por qué el “proyanqui” y “sirviente de los yanquis” Videla, o el aún más “proyanqui”, Massera, han caído en tan furibundo antipinochetismo (siendo que no niegan el carácter proyanqui de Pinochet); o por qué –como la JR alfon­sinista– asignan a la dictadura videlista un carácter “antiyanqui” y “pa­triótico”, lo que los lleva a integrar el coro que incita a la dictadura argentina a llevar “hasta sus últimas consecuencias” la lucha por las is­las en disputa con Chile, entendiendo en la práctica, aunque no se atrevan a decirlo, que tal guerra será “patriótica” y “liberadora antiyanqui”.
La propaganda de la dictadura destinada a crear un clima de guerra contra Chile no ha logrado sin embargo fervorizar a las masas. Una larga ex­periencia –directa o indirecta– enseña a éstas que siempre se ocultan intereses espurios tras la agudización de disputas fronterizas entre pue­blos hermanos.
Por eso la posición del Partido ha encontrado tan buena recepción en las masas obreras y populares. Tampoco Pinochet cuenta con apoyo popular para una guerra. Y por eso es posible, si el Partido levanta a fondo la bandera de la lucha contra la guerra fratricida contra Chile, que se lo­gre parar el brazo criminal de Videla y el de Pinochet. Es posible evitar esa guerra. O, en último caso, si ello no se logra, se crearán condicio­nes para dar vuelta los fusiles, en caso de una tal guerra, y volverlos contra las dictaduras vendepatrias de Videla y Pinochet. Nuestra respon­sabilidad como vanguardia del proletariado argentino es luchar por evitar esa guerra y, en caso que estalle, luchar por transformarla en guerra ci­vil antidictatorial contra la dictadura videlista.
Esta lucha, en concreto, es parte de la lucha por demorar el estallido de la tercera guerra mundial, y por preparar a nuestro pueblo para ella. Ya que un posible conflicto por el control del paso Atlántico-Pacífico, entre Argentina y Chile, será parte de los preparativos de esa guerra mun­dial, o de la propia contienda mundial. Se han creado las condiciones pa­ra que Argentina y Chile sean utilizados en esa contienda.
La URSS parte de la teoría –desarrollada en el XXV Congreso del PCUS–­ que la correlación de fuerzas a escala mundial la favorece desde princi­pios de la década del 70. Y que, por su “sola presencia y poderío”, la URSS se ha transformado en un factor de “estímulo directo” a la “revolu­ción” en el mundo (llaman “revolución” a la satelización colonial al im­perio socialimperialista). Es lo que Arnedo Alvarez, en informe reciente al CC del P“C” plantea como: “la etapa del socialismo desarrollado en que el socialismo impulsa el avance rápido del conjunto social y se funde con las grandiosas conquistas de la revolución técnico-científica”.
Las intrigas y maniobras realizadas por el lanusso-videlismo desde que entregó en arbitraje la cuestión del Beagle, hasta hoy, es parte de las intrigas y maniobras agresivas del socialimperialismo ruso. Es parte de la preparación de la tercera guerra mundial. Es demostrativo de que en ca­so de una tercera guerra mundial, dada la importancia del Atlántico Sur para la decisión de esa guerra, la Argentina no quedará fuera de ella.
Nosotros somos enemigos de la guerra. Pero nada ganaremos con lamentar­nos por esta situación. Debemos afrontarla, conscientemente, para que sus efectos malignos sean menores para nuestro pueblo, e incluso, para trans­formarla en nuestro favor en el caso de que no podamos evitarla. Lo que no será fácil. Pero sí posible, si confiamos plenamente en las masas popu­lares, en especial en la clase obrera, y nos apoyamos en ellas. Las condiciones para desplegar nuestra lucha contra la guerra son extremadamente difíciles. Pero no lo son más que las que encontraron los bolcheviques, los comunistas chinos y los que protagonizaron otras revoluciones para librar la suya.
Por aquí pasa hoy el centro de la lucha antidictatorial.
Si no se toma a fondo la lucha contra la guerra fratricida contra el pueblo chileno, no se podrá desplegar la lucha antidictatorial.
Hoy el centro de esta lucha está, especialmente, en realizar una acti­va campaña de propaganda en torno a este problema, utilizando la declara­ción que aprueba hoy el Comité Central y propaganda específica, diversifi­cada, para cada sector de trabajo. Y en la medida de lo posible realizar agitación y organización de las masas contra ella. Día a día la agitación y la organización pasarán a ser fundamentales en esta campaña política­.
A la JCR y a las células femeninas del Partido les cabe una responsabi­lidad especial en la movilización de masas contra la guerra, lo que requie­re una ayuda especial de todo el Partido para que puedan desplegar este trabajo.
La lucha de líneas en el Partido tiene actualmente como centro el pro­blema del Beagle. En torno a esta cuestión se da, en la práctica (es decir en torno al trabajo de agitación, propaganda y organización con la línea Partido), la lucha de las dos líneas y las dos clases.
Los hechos nos han dado razón. Desde marzo de 1976 venimos insistiendo en la contradicción soviético-yanqui en torno al Atlántico Sur, y a la inevitabilidad de que estimulen conflictos como el del Beagle para pescar en aguas revueltas. Pero las superpotencias sólo cosechan fracasos, a la larga, en sus intentos hegemonistas en el Tercer Mundo. También aquí fra­casarán si logramos movilizar a las grandes masas populares y a las fuerzas patrióticas del país, que son enormemente mayoritarias.

Trabajar por el paro nacional activo
A partir de lograr que la clase obrera y el Partido se coloquen en el centro de la lucha por los intereses inmediatos de la clase obrera, el campesinado pobre y medio y el pueblo en su conjunto y para hacer que la crisis la paguen los responsables de ella –el imperialismo y los te­rratenientes, en particular los que hegemonizan la dictadura videlista–; y a partir de lograr que la clase obrera y el Partido se coloquen en el centro de la lucha contra la represión fascista, contra la entrega, y contra la guerra, será posible hacer confluir a todos estos movimientos sociales y políticos contra la dictadura, será posible forjar un fuerte frente único antidictatorial y conseguir que el proletariado lo hegemoni­ce.
Para todo esto la clave está hoy, por un lado, en la recuperación de los sindicatos y CGT regionales y nacional, de manos de interventores y colaboracionistas, y en lograr su democratización y una actividad real, basada en las fábricas y lugares de trabajo en general, y en los cuerpos de delegados recuperados en particular. Y por otro, junto a esto, es necesario el fortalecimiento de la organización del Partido, sobre la base de construir fuertes células en las empresas, en especial en las grandes empresas de concentración proletaria, y en los centros de concentración del proletariado rural.
Ha ido creciendo el movimiento opositor a la dictadura. Han perdido terreno las fuerzas colaboracionistas en el radicalismo y en el peronismo. En el peronismo se fortaleció la unidad, frente a los intentos divisionistas de la dictadura, con el paulatino aislamiento del ala colabora­cionista de Robledo-Luder, el reconocimiento de Isabel como dirigente máximo, y el fortalecimiento de la línea de Miguel en las 62. En la UCR perdieron terreno los sectores más abiertamente colaboracionistas con el videlismo. Es posible aislar aún más a la dictadura. Pero será a partir de la lucha y en torno a la lucha que se logrará la convergencia unitaria antidictatorial. Aún es grande el peso que conservan las fuerzas reformis­tas en el seno del movimiento popular; y los sectores prosoviéticos, que dividen y obstaculizan la lucha, conservan una fuerza importante, tanto en el movimiento obrero, como en el campesinado y la intelectualidad.
El lanusso-videlismo, aprovechando la gigantesca red montada por los prosoviéticos en los medios de difusión masiva, engaña aún a sectores im­portantes, a los que, vuelta a vuelta, confunde con sus promesas mentiro­sas de “diálogo”, “unidad”, “participación civil”, etc. Pero, a medida que pasa el tiempo, sus garras colocadas obre el aluminio, el acero, las carnes, la pesca, Salto Grande, Atlántico Sur, el Paraná, etc., van que­dando en descubierto como lo que son. Como garras de intereses foráneos, expoliadores y agresivos.
El lanusso-videlismo quedó mal parado con lo de Graiver, de lo que pu­do salir a duras penas, sufriendo en la ocasión serios desgarramientos in­ternos, y quedando desenmascarado para muchos que desconocían su verdade­ra catadura. Fue golpeado por la oleada de luchas obreras de octubre-no­viembre. Y luego por las movilizaciones de los familiares de secuestrados y presos políticos.
La lucha será larga y dura. Porque no es contra un hombre. Contra un tirano personal. Es contra una dictadura proimperialista y prooligárquica, sostenida, principalmente por una superpotencia, la URSS. Sólo el prole­tariado puede encabezar esa lucha en la medida en que sepa forjar un fren­te amplio, basado en la unidad obrera con los campesinos pobres y medios, y encuentre las formas de lucha apropiadas.
Esta es la responsabilidad histórica del partido marxista-leninista de la clase obrera: el PCR. Que cumplirá con ella en la medida en que domine el marxismo-leninismo-pensamiento Mao Tsetung, y lo sepa integrar con las necesidades de la revolución argentina. La línea que sintetiza esa integración está expresada en el Programa de Unidad Patriótica, Democrática y Popular contra la dictadura fascista y vendepatria de Videla.
En el momento actual enfrentamos a un enemigo principal –el socialimperialismo ruso y el grupo de testaferros, agentes, y terratenientes y gran burguesía asociada, que se expresa en el lanusso-videlismo hegemónico en la dictadura– fuerte tácticamente por representar una fuerza imperialista y reaccionaría agresiva, aventurera, a escala mundial, y relativamente desconocida para nuestro pueblo, ante el que se ha presentado con una ca­reta “progresista” e incluso “socialista”. Pero en la medida en que sus garras se clavan en el país va quedando clara su verdadera naturaleza pa­ra sectores cada día más amplios. Estratégicamente es despreciable. Por­que mundialmente tiene pie de barro por su debilidad económica frente a sus rivales, y por sus contradicciones internas; y, en cuanto a nuestro país, porque la “complementación económica” que procura para transformar­nos en colonia de su imperio es antagónica con los intereses de la inmen­sa mayoría de nuestro pueblo, y con nuestro desarrollo económico, y tro­pieza, además, con una fuerte conciencia antiimperialista. Por ello, en la medida en que nuestro pueblo lo enfrente y le vaya oponiendo medida contra medida, logrará derrotarlo.

III. El Partido y las tareas de conmemoración del 10º Aniversario

El CC discutirá hoy un informe especial de la Comisión 10° Aniversario.
Hoy es tan actual como en 1967 el reclamo social y político que generó la fundación de nuestro Partido.
Al degenerar el P“C” se hizo inevitable la creación del PCR. El movi­miento revolucionario no triunfará en la Argentina mientras el proletariado sea incapaz de hegemonizar este movimiento, y esto no será posible sin un fuerte partido marxista-leninista, que domine la teoría científica del proletariado, creada por Marx y Engels, y defendida y desarrollada por­ Lenin, Stalin, y por Mao Tsetung, el más grande marxista de nuestro tiempo.

“Para hacer la revolución, se necesita un partido revolucionario”, di­jo Mao Tsetung. Se necesita un partido, como indicó Lenin, que sea la “vanguardia de la clase revolucionaria”, y comprenda en su seno “a las me­jores representantes de dicha clase”, compuesto por “comunistas plenamen­te concientes y fieles, instruidos y templados por la experiencia de una tesonera lucha revolucionaria”, que ha sabido “vincularse indiscutiblemente a toda la vida de su clase y, a través de ella, a todas las masas de explotados, e inculcar a esta clase y a estas masas una plena confianza”. (Lenin, Tareas fundamentales del II Congreso de la Internacional Comunista, O.C. tomo XXI, pág. 179).

Sólo con una larga lucha, a través de la cual ese partido de vanguardia llegue a ser conocido, respetado y querido por las grandes masas, que han aprendido esto de su propia experiencia, como planteó nuestro Primer Congreso, será posible que ese partido se convierta en el partido de las grandes masas explotadas y oprimidas de la sociedad argentina.
El Partido ha sufrido duros golpes. Pero no ha podido ser destruido por la dictadura. Ni lo será, en la medida en que aplique nuestra justa línea política a fondo.
Decenas de nuestros mejores cuadros son bandera de lucha antidictato­rial, y ejemplo de conducta comunista frente al enemigo de clase, que han sabido enfrentar y pasar, heroicamente, por las cámaras de tortura de la dictadura. Su ejemplo, al igual que el de los numerosos camaradas despe­didos de las fábricas y expulsados de las universidades y lugares de tra­bajo por la dictadura, servirá para forjar miles de nuevos combatientes.
La difícil situación actual nos exige resolver adecuadamente la combi­nación de trabajo legal (es posible realizar un trabajo partidario legal, incluso en las peores condiciones, como las actuales, en que ese trabajo es realizado, en la práctica, por los familiares de los secuestrados y los presos), el trabajo clandestino y el secreto, cada uno de los cuales se realiza con múltiples brazos y formas, compartimentado para evitar que los golpes de la dictadura nos destruyan. Para que este trabajo pueda rea­lizarse necesitamos construir fuertes comités clandestinos, asentados en células de empresa y pueblo. Debemos pugnar por tener células en todas las empresas de una zona, especialmente en las más importantes, en las de concentración, para poder dirigir al conjunto del proletariado. Para esto es clave la línea y son clave los cuadros. En cuanto al campesinado y el proletariado rural, la clave está en construir los comités de pueblo que garanticen el arraigo del Partido en el campo (existen cerca de 5.000 pue­blos de menos de 1.000 habitantes, 512 comunidades indígenas con un total de 800.000 pobladores, y, en total, 22.000 ciudades y parajes poblados, en nuestro país). Esos comités y esas células, para que podamos convertir­nos en un gran partido, deben saber trabajar políticamente con las masas, educarlas en la lucha, y transformar, en la lucha, a miles de obreros y trabajadores en organizadores y dirigentes de masa.
Si no logramos esto, el proletariado volverá a ser reducido a la impo­tencia frente a los acontecimientos futuros, y florecerán el reformismo y el izquierdismo pequeñoburgués, utilizados ambos por los enemigos del pueblo.
Pero si el Partido es lo fundamental para que se vaya a fondo en la lu­cha antidictatorial y triunfe la revolución, debe ser presentado así a las masas. Y no como lo hacemos comúnmente, con temor, subestimando la conciencia política de esas masas. Todavía la mayoría de las organizaciones partidarias ven el crecimiento del Partido como el resultado final de un proceso de conciencia ligado principalmente a la lucha económica de las masas. Por lo que el final de ese proceso no llega nunca. Miles de o­breros, campesinos e intelectuales han reflexionado sobre la experiencia de los últimos años, han conocido en la práctica la abnegada lucha de los comunistas revolucionarios y están maduros para ingresar al Partido.
En relación con esto planteamos la actual campaña de reclutamiento co­mo tarea central partidaria. Al mismo tiempo debemos diferenciar la incorporación orgánica de un nuevo afiliado de su transformación ideológica en un comunista, y partiendo del principio según el cual la formación ideoló­gica del comunista se hace adentro del Partido, y no fuera de él, desarro­llar una activa labor política e ideológica con los nuevos afiliados so­bre la base de la relación de cada célula con la lucha de clases concreta.
Hoy hay discusión en el Partido sobre las formas de realizar el traba­jo clandestino de masas. A veces pecamos de aventurerismo y otras de inoperancia política. Las trincheras clandestinas las cavamos, como cualquier trinchera, para protegernos y poder seguir tirando sobre el enemigo, en espera del momento de pasar al ataque frontal. No se trata de sobresalir tanto que nos abata el primer tiro del enemigo, ni de ocultarnos tanto que la trinchera se transforme en escondite. Esta es una cuestión concre­ta y como tal debe ser estudiada en cada caso y resuelta. Aquí cuenta el detalle.
Debemos seguir esforzándonos por practicar el buen estilo de trabajo que busca la verdad en los hechos, y practica la línea de masas. Interna­mente debemos continuar la lucha contra el liberalismo, educando al Parti­do en los tres sí y los tres no que resumió el camarada Mao: “practicar el marxismo y no el revisionismo; trabajar por la unidad y no por la escisión; actuar en forma franca y honrada y no urdir intrigas y maquinacio­nes”.
Como “la oposición y la lucha entre ideas diferentes tiene lugar cons­tantemente dentro del Partido”, la lucha contra el liberalismo trata de crear las condiciones necesarias para que se manifiesten las opiniones personales con franqueza, en lucha contra la intriga y el fraccionalismo pequeño-burgués, creando así también las condiciones necesarias para po­der recoger las opiniones de las masas sobre el Partido, sobre su línea y sobre su práctica. Por ello la lucha contra el liberalismo ha sido parte de la lucha por la rectificación del estilo de trabajo en el Partido.
Aún no todos los comités y organismos partidarios han discutido el Ba­lance del Partido, y elevado las opiniones sobre el mismo al CC para, pos­teriormente, realizar el respectivo balance del propio organismo. Propo­nemos terminar esto al 31 de marzo. E iniciar luego, en cada organismo del Partido, y como parte de la labor de cada organismo, el estudio de los tres trabajos filosóficos del camarada Mao Tsetung.
Existen condiciones para que la clase obrera, el campesinado, la inte­lectualidad revolucionaría y el pueblo todo, pasen a una etapa superior de lucha contra la dictadura. Debemos tratar de que las masas y el Partido no reciban golpes innecesarios. Pero en esta etapa, con seguridad, avanzaremos en la lucha por el derrocamiento revolucionario de la dictadura.