—El pueblo palestino lleva ya 60 años de persecución, rutas bloqueadas, viviendas dinamitadas, cultivos arrancados, agua controlada por el ocupante israelí… ¿Cómo es la situación actual de la población palestina en Gaza y Cisjordania?
—Desde su fundación en 1948, Israel no ha cumplido ni una sola de las Resoluciones de la ONU, especialmente la 181 que divide a Palestina en dos Estados, uno palestino y uno judío.
En 60 años de ocupación militar Israel ha quebrado el sistema productivo y social de los palestinos, y ha ejercido la represión tanto selectiva como masiva: selectiva cuando eligen un dirigente y lo asesinan, y masiva cuando cortan la electricidad en la Franja de Gaza para un millón y medio de habitantes. Israel, asociado con el imperialismo, está ejerciendo un “mandato” colonial para impedir la creación de un Estado palestino y la unidad del pueblo árabe.
En el plano humanitario la situación es desastrosa. En Gaza hay colas de camiones con alimentos —harina, leche en polvo, alimentos esenciales— que no pueden entrar desde hace más de un mes y terminan arruinándose en las fronteras. Se ha impedido la entrada de hospitales de campaña, de repuestos para máquinas de diálisis. Hoy se ejerce presión con los mismos métodos que en 1948 para que los palestinos sigan yéndose a causa de las carencias, vaciar los territorios y lograr el “Gran Israel”.
—¿Mejorará la situación y se avanzará hacia la paz, con la Conferencia patrocinada por Estados Unidos en Annápolis a fines de noviembre?
—Nosotros tenemos un enorme escepticismo sobre los resultados de esta reunión. No es una cumbre de paz: Israel se ha negado a firmar con la Autoridad Nacional Palestina ningún documento previo donde asuma el compromiso de creación del Estado palestino pactado por los acuerdos de Oslo de 1993, para el que se establecía un plazo de 5 años. El primer ministro Olmert dijo que su objetivo era sacar solamente una “carta de intención”…
Israel no tiene la voluntad política; y Estados Unidos sigue teniendo como absoluta prioridad la potenciación del Estado de Israel, para “lavar la cara de Bush” del fracaso estrepitoso de la invasión a Irak, y cerrar un flanco débil para su posible agresión a Irán.
Asistiremos a la cumbre de Annápolis, como a todos los foros donde esté involucrada la causa palestina. Promovemos permanentemente el diálogo y la unidad entre las fuerzas palestinas. Delegados nuestros se reúnen diariamente con representantes de Al Fatah y de Hamas: no hay algunos “más palestinos” que otros, ni se puede hacer ninguna negociación excluyendo al 40% de la gente que votó por una opción, aunque ésta sea religiosa y no nos guste.
—¿Cómo ve la acción del llamado “Cuarteto” que auspicia las negociaciones para el Medio Oriente: EEUU, la ONU, la Unión Europea y Rusia?
—La comunidad internacional a través de la ONU —que es la que generó el conflicto por la implantación del Estado israelí en territorio palestino— deberá ser la que resuelva el problema.
Pero no se ve una voluntad de resolverlo. Cuando se hicieron las elecciones en Palestina —y el pueblo palestino sólo aceptó hacerlas bajo supervisión internacional, porque no pueden realizarse elecciones normales bajo ocupación militar—, ganó el Hamas, un partido islamista. Pero entonces la ONU dijo: “Las elecciones están bien pero a quien votaron está mal”. O sea, no había decisión soberana: los mismos que debían ser garantes de la solución se transformaron en detractores. Esto incluye a los EEUU, a la Unión Europea, y el silencio cómplice de la ONU, que abandonó hasta su rol humanitario como castigo al pueblo palestino por haber “elegido mal”.
Rusia tiene una posición algo diferente: exige el cumplimiento de la “hoja de ruta” y los acuerdos de Oslo, y presionó a Israel para que posibilite la creación del Estado palestino y termine con los asentamientos ilegales, que se han acrecentado en un 80% en el último año. China ha tenido también un rol importante, ya que impulsó el cumplimiento de las Resoluciones de la ONU y siempre votó a favor de los palestinos, junto con Rusia y algunos países europeos. Pero han podido hacer poco ante el poderío del voto y del veto norteamericano en esa organización aristocrática que es el Consejo de Seguridad.
—Tras la fractura del gobierno de unidad ¿cuáles son los obstáculos a la unidad del pueblo palestino en la lucha por su liberación?
—Es una pregunta poco grata de contestar. Hubo elementos intra-palestinos que han jugado muy en contra de la unidad que nos permitiría actuar con una sola voz. Hoy Hamas y Al Fatah se disputan espacios de poder. Durante 40 años, con Yasser Arafat, Al Fatah ha tenido un poder sin contrapesos al interior de la OLP. De ambos lados ha habido una voluntad de omitir al resto de las fuerzas palestinas; sólo las han buscado por necesidad de apoyo para las grandes decisiones nacionales. Pero no hay una sola embajada en el mundo que no pertenezca a Al Fatah.
Hamas tuvo el 35% de los votos, e impuso a Ismail Haniyeh como primer ministro. Ese resultado no reflejó sólo la militancia de Hamas, sino el descontento por un modelo de conducción palestina. Pero Hamas tampoco lo utilizó para modificar esa forma de hacer política, y entonces se transformó en una contraparte de Al Fatah.
Nosotros incentivamos el diálogo interpalestino, sobre un programa de 4 o 5 puntos en los que concordemos. Pero son necesarios todos los palestinos.
—De todo lo anterior se desprende que siguen vigentes los reclamos fundamentales del pueblo palestino: creación de un Estado soberano, retorno de los refugiados, desmantelamiento de los asentamientos y eliminación del muro. ¿Para ustedes sigue también vigente la lucha armada como camino para la liberación?
—No privilegiamos la lucha militar por sobre la lucha de masas. Como bien expresaban Ho Chi Minh y Giap, la lucha armada no puede ser otra cosa que la conciencia ejerciendo otra forma de lucha.
Tampoco avalamos cualquier forma de lucha armada, ni a cualquier precio. No podemos ejercer la violencia indiscriminada, contra objetivos que no representan a nuestros enemigos. El FDLP no cree en esas inmolaciones que, en nombre de lo que sea, atentan contra niños y contra civiles. La lucha militar debe ser de carácter defensivo, para proteger a nuestra gente, y eventualmente para combatir a sus pares, a objetivos militares.
Si estamos pidiendo un proceso de paz que conduzca a la creación del Estado palestino, no podemos levantar la lucha militar como la panacea; primero porque estaríamos condenados a la derrota ante la dimensión del enemigo, y segundo porque creemos en la lucha política de masas como vía principal para conseguir un Estado palestino popular y democrático.
¿Qué es el Frente Democrático
de Liberación de Palestina?
El FDLP es una fuerza laica, integrante de la OLP…
—Sí, desde su fundación integra su Consejo Ejecutivo. Nos definimos como un partido de la izquierda marxista palestina. Promovemos la creación de un Estado laico y democrático: no solamente en cuanto a la democracia formal, sino un Estado donde la explotación sea abolida, donde el trabajo, la educación, la cultura sean patrimonio igualitario de todos sus habitantes.
Pero nuestra preocupación primaria es la creación del Estado, en los territorios ocupados durante la “Guerra de los 6 Días” del ’67, es decir en la Cisjordania del ’67, más la Franja de Gaza, y Jerusalén oriental como capital. En esto hay un problema grave, ya que en los últimos 2 o 3 años Israel multiplicó la construcción de asentamientos rodeando a Jerusalén oriental, para erigir una zona propia “judaizada” y expulsando a los árabes.
Quiero aclarar que para nosotros el problema no es ni remotamente el judaísmo, sino el sionismo, que tomó al judaísmo para transformarse en un Estado racista, excluyente, de apartheid. Nosotros mismos tenemos militancia de origen judío. Con el judaísmo podemos hermanarnos por muchos caminos. Rescatamos el pensamiento judío progresista, que busca caminos de paz junto con nosotros. No se puede borrar del mapa una situación que existe de hecho, también amparada por el derecho internacional.
Pero el Estado de Israel tendrá que convivir en el futuro con un Estado palestino, que tenga también un territorio delimitado y fronteras seguras. En cambio hoy nos encontramos con ese Muro nefasto, que ya tiene 700 kilómetros de largo, en un territorio de 5.000 kilómetros cuadrados, con 600 puestos de control militar.