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26 de enero de 2011

Crisis mundial, aspiraciones de la burguesía imperialista china, declinación de la superpotencia yanqui: un marco internacional agitado para la visita de Hu Jintao a Estados Unidos.

Dos potencias se saludan… y rivalizan

Hoy 1353 / Hu Jintao en Estados Unidos: flacos acuerdos, gruesas divergencias

Entre el 19 y el 21 de enero, el presidente de China, Hu Jintao, visitó los Estados Unidos. Lo hizo con los aires de suficiencia propios del capo de una potencia imperialista ascendente, respaldada por la impresionante expansión mundial de su comercio y de sus capitales y por sus tasas de crecimiento del 10 por ciento anual en plena crisis económica mundial.

Entre el 19 y el 21 de enero, el presidente de China, Hu Jintao, visitó los Estados Unidos. Lo hizo con los aires de suficiencia propios del capo de una potencia imperialista ascendente, respaldada por la impresionante expansión mundial de su comercio y de sus capitales y por sus tasas de crecimiento del 10 por ciento anual en plena crisis económica mundial.
Barack Obama lo recibió con una fastuosa ceremonia de bienvenida en los jardines de la Casa Blanca. La prensa subrayó los numerosos reclamos que le formuló a Hu en público y en privado. Pero, aunque dispuesta a defender a rajatabla su condición de superpotencia global, la burguesía monopolista norteamericana no tiene más remedio que reconocer el vertiginoso ascenso del rival de Oriente: el hecho de que numerosos jóvenes norteamericanos –entre ellos la hija menor del presidente Obama– estudien el idioma chino, no es un detalle.
En su momento (1979) el jefe de la restauración burguesa en China, Deng Xiaoping, viajó a los EEUU. Pero entonces hacía muy poco que los dirigentes chinos seguidores del camino capitalista habían desalojado a la clase obrera del poder, y la China antes socialista recién iniciaba su camino a convertirse en un país capitalista e imperialista. La gira actual, tres décadas después, ocurre cuando China disputa a EEUU su puesto de potencia hegemónica mundial.
Su ascenso vertiginoso del último período no se debe tanto –como sostienen algunos– al enorme “paquete de estímulo” con el que China consiguió reactivarse y esquivar la crisis económica iniciada a fines de 2007, sino a la superexplotación de sus cientos de millones de trabajadores –que le permite colocar en los mercados mundiales, masivamente y a precio de ganga, desde bienes de consumo hasta maquinaria avanzada–, y también a la acelerada penetración de sus monopolios en países de todos los continentes y la consiguiente masa de ganancias provenientes de sus inversiones en el extranjero.
 

Los puños bajo el guante diplomático
La agenda del encuentro Obama–Hu incluía numerosos puntos de divergencia que vienen tensando la relación bilateral (y tiñendo la situación mundial), como la cotización del yuan y la política comercial de Beijing, los llamados “derechos humanos”, y los planes para impedir que Irán y Corea del Norte desarrollen la energía nuclear.
En un contexto de debilitamiento relativo de EEUU, y adelantando en el plano interno sus aspiraciones a una potencial reelección, Obama se propuso dos objetivos: arrancarle al chino concesiones comerciales y diplomáticas, y hacer exhibición de firmeza en la defensa de los intereses y “valores” de EEUU. La crisis económica norteamericana no termina de remontar, y una parte de la burguesía monopolista yanqui vuelve a promover una fuga hacia adelante, adoptando posiciones “duras” frente a los rivales imperialistas (aunque con una mano atada por su dependencia financiera de China: ver recuadro).
Ese es el sentido de la carta que pocos días antes enviaron a Obama 84 representantes (diputados) demócratas y republicanos, demandándole que exigiera a Hu Jintao que Beijing cese sus maniobras comerciales, especialmente la manipulación de su moneda: “Necesitamos –dijeron– que el presidente defienda a los trabajadores y negocios estadounidenses”. “La paciencia se agota”, agregaron con un toque de amenaza. Antes el republicano John Boehner, presidente de la Cámara de Representantes, y el líder de la mayoría demócrata en el Senado, Harry Reid, habían rechazado participar en la cena en honor de Hu Jintao en la Casa Blanca.
Así, Obama se permitió cacarear públicamente ante su huésped sobre la “necesidad de respetar los derechos humanos”: ¡nada menos que los yanquis, responsables y patrocinadores de genocidios y dictaduras antipopulares en todo el planeta! Además, al igual que el resto de las burguesías imperialistas, los dirigentes y la prensa yanqui entienden por “democracia” y “derechos humanos” apenas el funcionamiento del parlamentarismo burgués y la libertad de acción para opositores burgueses como el reciente Premio Nobel de la Paz Liu Xiaobo y el Dalai Lama del Tibet, sin reclamar para nada la plena libertad democrática para que puedan organizarse y luchar las masas obreras y populares, sometidas a brutal explotación y a un estado dictatorial desde que Deng Xiaoping y su banda en la dirección del Partido Comunista restauraron el capitalismo en 1978.
Frente a la demanda del jefe yanqui, Hu Jintao –apoyándose entre otras cosas en que China es el principal prestamista de EEUU– se dio el lujo de “tirar la pelota afuera”: “China siempre ha estado comprometida con el respeto y promoción de los derechos humanos…”; advirtiendo además que Beijing sólo debatirá el tema en un marco de “respeto mutuo y no injerencia”, y de aceptación de “las prioridades principales” de cada país.

Disputa entre truhanes
Obama también pretendió “apretar” a su compinche–rival para que China presione a Corea del Norte a abandonar sus planes de desarrollo nuclear y retomar las negociaciones con Corea del Sur. Según The New York Times, la pronta petición de Norcorea para volver a las tratativas fue resultado de la gestión china después que Obama le dijo a Hu Jintao que si no intervenía en ese sentido enviaría nuevas tropas a la región. Previsiblemente, la China imperialista se arrogó el indigno rol de “moderadora” de las aspiraciones autonomistas de un país del tercer mundo, en aras de sus propios acuerdos y tironeos estratégicos con los yanquis en el escenario regional del oriente asiático. “China y la Unión Americana están unidos para hacer frente a las agresiones de los norcoreanos”, dijo Robert Gibbs, portavoz de la Casa Blanca.
Estados Unidos irritó a China el año pasado al efectuar maniobras militares conjuntas con Corea del Sur en el mar Amarillo después de que Corea del Norte hundió la corbeta surcoreana “Cheonan”; y también al vender armas a Taiwán –provincia insular china escindida de su territorio con respaldo yanqui tras el triunfo de la revolución de 1949–, y al renovar y fortalecer su alianza militar con Japón.
China devolvió esos gestos con la reciente exhibición de un sofisticado bombardero prácticamente invisible a los radares.