La tierra rural y urbana El asesinato en Formosa de Roberto López originario Qom, que luchaba junto a sus hermanos por la tierra en La Primavera y la multitudinaria ocupación del Parque Indoamericano de Soldati, mostraron a millones de argentinos las reales condiciones de vida que sufre la mayoría de nuestro pueblo, el nivel de pobreza, indigencia y hacinamiento y al mismo tiempo, la valentía y el coraje para sostener la lucha a pesar de la represión y los asesinatos. Es necesario profundizar el análisis de sus causas, más allá de la vergonzosa utilización y acusaciones de distintos sectores en disputa, principalmente el gobierno de Cristina Kirchner y de Mauricio Macri, que coincidieron en la represión inicial y en el acuerdo final entre ellos sin la participación de los engañados pobladores. Esta eclosión, es una pequeña muestra de las consecuencias que obedece a causas estructurales de nuestro país, donde no sólo persiste el latifundio sino que se ha fortalecido y se ha profundizado la dependencia de nuestro país respecto a los países imperialistas, por la ejecución de políticas antinacionales y antipopulares implementadas desde la dictadura hasta nuestros días. La concentración de la propiedad de la tierra y el éxodo a las ciudades La construcción del Estado argentino se hizo sobre la base de la apropiación de la tierra pública por parte de la oligarquía terrateniente que usurpó la Revolución de Mayo en su beneficio, para luego defender y consolidar el latifundio terrateniente, extendido a sangre y fuego su poder para “integrar”, con el general Roca y Victorica, los territorios ocupados por los pueblos originarios de toda la Argentina y en especial de la Patagonia y del Gran Chaco. La estructura de nuestro país se desarrolló sobre esa base y surgió el “comprar a quien nos compra”, que ató a la Argentina primero a los ingleses con las carnes y cueros, después con los granos a los rusos y ahora principalmente a los chinos. En ese proceso se produjeron la penetración de capitales norteamericanos y europeos. Sólo en los gobiernos del general Perón se tomaron medidas políticas reformistas de defensa del desarrollo de la industria nacional y recortes al poder terrateniente. Fue en ese período, que la concentración urbana en las principales ciudades, obedeció al creciente desarrollo de la industria nacional y la consecuente demanda de mano de obra obrera que llegó de las provincias y en particular de las zonas rurales. En todos los otros años ese aumento de la concentración urbana, obedeció a la expulsión del campo de las masas de obreros rurales, originarios, campesinos pobres y medios con políticas que favorecieron la concentración de la tierra y en gran parte la extranjerización de la misma. Los datos son elocuentes, en el año 1970 la población rural era el 21,5 % del total y en el censo del año 2001 había descendido al 10,7 %. Los primeros datos del censo 2010 indican que esto ha continuado y hay menos población rural que en el año 2001. Este éxodo que desangró el campo argentino, primero llevó a las grandes ciudades como el Gran Buenos Aires y Gran Rosario y a las capitales de provincias como el Gran Resistencia con cerca de 280 asentamientos, donde miles de familias viven en condiciones de pobreza, indigencia y precariedad habitacional, sin terrenos propios, sin infraestructura, sin vivienda y sin un trabajo estable digno. Hoy, las escalas del éxodo son más cercanas e inmediatas a los pueblos vecinos donde crecen las ocupaciones de tierras y los asentamientos como en el interior del Chaco. Los asentamientos surgieron principalmente de las últimas décadas, donde numerosas familias, de la noche a la mañana ocupan un predio de conjunto, diferente a las villas que se iban conformando de a poco con la llegada más limitada de población y su crecimiento vegetativo. En las grandes ciudades como la ciudad de Buenos Aires o sus aledaños, la especulación de quienes lucran con este drama se vio en la ocupación de Soldati, en las declaraciones de decena de mujeres y hombres sencillos que con un ingreso a veces irregular de $ 1.200, denunciaban pagar entre $ 400 y $ 500 por una pieza de 3×3 con baño compartido y con el dolor de tener en ocasiones que separarse de parte de sus hijos porque no admiten familias numerosas o con chicos. Si no hay políticas de tierras, producción y condiciones de vida en el campo para mantener el arraigo y por el contrario se empuja al éxodo y en las ciudades no hay banco de tierras nacionales, provinciales y municipales, ¿a dónde se van a asentar los pobladores que viene expulsados del campo? El resultado son los asentamientos. La política sojera y el crecimiento de la frontera agropecuaria El precio internacional de la soja, la aparición de paquetes tecnológicos que incluyen la siembra directa con la semilla RR y el Randap, posibilitaron un crecimiento nunca visto de la producción de soja, en detrimento de las producciones regionales y también de las tradicionales como la carne, la leche y el trigo. También generó el crecimiento de las áreas sojeras a zonas no tradicionales como el NEA y el NOA, donde el precio de una hectárea de tierra se multiplicó varias veces. Esta sed de tierras de terratenientes y grandes grupos de inversión como los pooles de siembra y los fideicomisos que no pagan impuestos, arrasan con montes, poblaciones originarias y criollas para producir un desierto verde que da trabajo a muy pocos. Desequilibran el ecosistema, contamina ríos, lagunas y poblaciones aledañas con las fumigaciones aéreas, impulsando a decena de miles fuera de las tierras que tradicionalmente ocupan originarios y criollos. Crecen los desalojos, represión y muerte como en Formosa con el compañero Roberto López, violando la Ley 26.120, crecen los juicios a quienes se resisten a ello como el compañero Mártires López de la Unión Campesina, junto a otros dirigentes de Pampa del Indio. En muchos casos con la legalidad de “papeles” de ventas con población adentro, enfrentando al derecho expreso en el Código Civil de que lo determinante es la ocupación efectiva de la tierra, eso quiere decir vivir en ella. Mientras esto ocurre, grandes terratenientes violando leyes, desvían ríos -patrimonio de todos los argentinos- para el riego privado de miles de hectáreas, sin que haya acción legal alguna que castigue este atropello inaceptable. Durante el gobierno de los Kirchner, desde el 2003 al 2010, la superficie sembrada de soja pasó de 13,7 millones de hectáreas a 18,6 millones de hectáreas y la producción llegó a las 56 millones de toneladas. Los propios números oficiales muestran que este es un gobierno sojero, agroexportador, en ello basa lo principal de su política.
Concentración y dependencia
Con esta política, en los últimos años aumentó la concentración de la propiedad de la tierra y de la producción en manos de terratenientes. De las 170 millones de hectáreas de tierra nacionales con aptitud agropecuaria 74,3 millones de hectáreas están en manos de 4 mil propietarios con campos de más de 5 mil hectáreas, es decir que el 1,3 % de los propietarios poseen el 43 % de la tierra apta. En la campaña sojera 2009-2010 ocho de los principales pooles de siembra cosecharon 4 millones de toneladas y facturaron más de mil millones de dólares. También se agravó la dependencia de nuestro país. Las exportaciones están en manos de monopolios imperialistas, al igual que la producción de agroinsumos y la mayoría de la maquinaria agrícola. Al mismo tiempo nos ata cada vez más a un imperialismo en expansión como el Chino, país que dejó de ser comunista para transformarse un lugar donde la superexplotación está en los niveles de los inicios del capitalismo del siglo XIX. Este crece en su penetración en el petróleo, la minería, los puertos, ferrocarriles y tierras. Algunos gobiernos provinciales les ofrecen en venta o arriendo decena de miles de hectáreas de tierras fiscales como en la Colonia española o con la Ley de Enfiteusis. Crece el hambre y el 95 % de la producción va para afuera, desde donde nos exigen comprar sus productos o concesiones, en detrimento de la industria nacional como la contratación por 10 mil millones de dólares para la reconstrucción de las redes ferroviarias. Estas políticas profundizan las causas estructurales Negando, ocultando y favoreciendo estas profundas causas de la que son responsables el gobierno nacional, el de Macri y los provinciales, la respuesta en Formosa y en Soldati fue la represión directa de las fuerzas policiales y de patotas contratadas como en el asesinato de Mariano Ferreyra. La indignación multiplicó la lucha por la tierra del pueblo qom y de todos los originarios y se multiplicó y crecerán las ocupaciones urbanas. El sol no se puede tapar con las manos y estas luchas por la tierra, para trabajar y por una vivienda digna se profundizarán. Será imposible solucionar el drama de la tierra para la producción de los pequeños y medianos productores, para los pueblos originarios y la vivienda urbana y rural y mejorar las condiciones de vida de nuestro pueblo y el desarrollo de la industria nacional y regional, si no se impulsan que centenares de miles de chacras con agricultores reemplacen a un puñado de terratenientes y pooles y se termine con la dependencia de toda potencia extranjera. Será imposible si no cambiamos estas políticas con el protagonismo popular que vaya arrancando conquistas en ese camino para lograr permanecer en el campo, conseguir la tierra e implementar programas productivos y de viviendas como el de Tierra, Techo, Trabajo, que posibilite dar respuestas habitacionales, articulando financiamiento de distintos organismos para materiales administrados por los municipios, cuadrillas de trabajadores contratados por el estado y de equipos de profesionales coordinando con los estudiantes universitarios y del las escuelas técnicas. Estas serán sólo respuestas, pero abonarán el camino y el rumbo para los cambios profundos que requiere nuestra patria con una segunda Revolución de Mayo, para cambiar esta historia.