Durante varios días de duro debate los demócratas –para quienes los sindicatos constituyen una base electoral decisiva– propusieron docenas de enmiendas; pero con una triquiñuela la mayoría republicana en cuestión de minutos aprobó el proyecto.
Durante varios días de duro debate los demócratas –para quienes los sindicatos constituyen una base electoral decisiva– propusieron docenas de enmiendas; pero con una triquiñuela la mayoría republicana en cuestión de minutos aprobó el proyecto.
La lucha política desatada alrededor de la ley no terminó. La medida va ahora al Senado: la minoría demócrata de ese cuerpo “se mudó” desde hace una semana a estados vecinos para no asistir a las sesiones e impedir que se pudiera votar la ley por falta de quórum. Y los sectores populares siguen movilizados.
Proyecto antipopular y antisindical
El intento de cercenar los derechos sociales y gremiales de los empleados públicos desencadenó una de las mayores movilizaciones gremiales que se recuerden en Estados Unidos en décadas. La lucha, de la que participan decenas de miles de maestros, policías, bomberos, empleados municipales, bedeles y funcionarios, se inició en Madison –ciudad industrial y capital del estado de Wisconsin–, pero luego se extendió hacia los estados también norteños de Indiana, Ohio y Pennsylvania, y se esperan movimientos similares en Nueva Jersey, Michigan, Tennessee, Carolina del Norte y Montana.
Durante una semana entera sindicatos y diversas organizaciones sociales bloquearon la ciudad de Madison y ocuparon el Capitolio (congreso) del estado. El sábado 19 se congregaron ante la sede legislativa unas 100.000 personas, muchas de ellas integrantes de organizaciones estudiantiles y de trabajadores como “Estudiantes por una Sociedad Democrática”, “Luchar contra el imperialismo, permanecer juntos”, “Movimiento Rescaten al Pueblo”, “Veteranos por la Paz”, “Organización Socialista Camino de Libertad”, “Partido de los Trabajadores del Mundo” y otros, al grito de “¡Liquidar el proyecto!” y “Fuera las manos de los trabajadores: ¡que paguen los bancos!”. La organización ultrarreaccionaria Tea Party organizó una contra-manifestación de unas 2.000 personas en los escalones del Capitolio, transportadas en micros y protegidas por más de 500 policías armados con equipos antidisturbios.
La movilización sacudió a la opinión pública norteamericana de tal manera que personalidades como el escritor Noam Chomsky y el cineasta Michael Moore hablaron de un “efecto Egipto”. Aunque suena algo exagerado, en algunos carteles y pancartas se aludía a “Hosni/Walker” (equiparando al gobernador con el dictador derrocado), y se proclamaba: “Si Egipto puede obtener la democracia ¿por qué no Wisconsin?”; “Esta es nuestra plaza Tahrir”; “¡Protesta como un egipcio!”.
La mayoría de las gobernaciones de EEUU pretenden hacer frente a la profunda crisis fiscal que los acosa imponiendo duros recortes del gasto público y descargándola sobre todos los sectores populares, empezando por la universidad: en la de Wisconsin fueron los estudiantes, docentes y no-docentes quienes comenzaron la movilización con una masiva huelga de tres días. Además, miles de maestros se declararon enfermos y forzaron así el cierre masivo de las escuelas.
El gobernador Walker chantajeó a los manifestantes amenazando con el despido de 1.500 empleados públicos de inicio y hasta 6.000 en el año si el proyecto no es aprobado. Para imponer el ajustazo intenta quebrar toda posible reacción de los trabajadores reduciendo a la impotencia a los sindicatos municipales y estatales, despojándolos de su derecho a negociar colectivamente las prestaciones sociales y las condiciones de trabajo. La nueva ley pondría un tope a los aumentos salariales y duplicaría los montos que pagan los trabajadores a los fondos de pensión y salud. Además, Walker quiere obligar a los sindicatos a legitimarse cada año mediante un plebiscito, y prohibir que se financien con deducciones automáticas de los salarios.
El proyecto en Ohio pretende eliminar las protecciones vigentes desde 1983 y que rigen las negociaciones colectivas de los estatales, incluyendo la prohibición de contratar “carneros” durante las huelgas y las licencias por enfermedad para los maestros.
Los objetivos de “equilibrar” el presupuesto y destruir los sindicatos son, por lo tanto, parte de un mismo “paquete”.
¿A dónde va el presupuesto?
Un “paquete” en el que se mezclan, además, la perspectiva de un año de puja electoral entre republicanos y demócratas y una intensa pulseada política e ideológica.
En Wisconsin la abrumadora mayoría de la población repudia el proyecto, pero el gobernador Walker asumió en enero habiendo triunfado en las elecciones con un programa ultrarreaccionario. Y sectores afines en otros estados consideran el proyecto de Wisconsin un test para avanzar decisivamente en el debilitamiento del poder sindical a nivel nacional.
El presidente Barack Obama apoyó el reclamo popular de Wisconsin tibiamente y sólo de palabra. Pocas semanas antes había enviado al Congreso un proyecto de presupuesto centrado en recortar gastos. Y la Cámara baja acomodó el proyecto de Obama y, con mayoría republicana, aprobó el recorte del gasto público más grande de la historia reciente de los Estados Unidos. Indicio evidente de que la crisis persiste, aunque sesudos analistas se la pasen creyendo ver “la luz al final del túnel”.
El estado de Ohio tiene un déficit presupuestario de 8.000 millones de dólares –alrededor del 15 por ciento de su presupuesto de dos años–. Y aún mayores son los que sufren estados como California, Illinois y Nueva Jersey.
Por eso, las “diferencias ideológicas” entre demócratas y republicanos se esfuman ante lo que los dos grandes partidos de esa superpotencia imperialista consideran “políticas de estado”: la cifra que el mismo presupuesto nacional aprueba para acciones militares en 2012 es de 671.000 millones de dólares.