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02 de marzo de 2011

En la parte de América conquistada por los españoles fueron éstos los que impusieron a los conquistados su propio modo de producción: el feudalismo se impuso en esta parte de América de la mano de la conquista. La clase dominante en España, los sectores feudales, se transformaron en la clase dominante en los territorios americanos que colonizaron. La corona española fue un instrumento para explotar y someter a las masas originarias conquistadas.

Las colonias españolas en América

Hoy 1358 / Sobre el Estado (sexta parte)

El descubrimiento de América, sus minas de oro y plata y el exterminio y la esclavización de su población indígena, están iluminados por lo que Marx llamó “los albores de la era de producción capitalista”, que sería seguida por “la guerra comercial de las naciones europeas, con el planeta entero como escenario”.

El descubrimiento de América, sus minas de oro y plata y el exterminio y la esclavización de su población indígena, están iluminados por lo que Marx llamó “los albores de la era de producción capitalista”, que sería seguida por “la guerra comercial de las naciones europeas, con el planeta entero como escenario”.
El descubrimiento de América fue parte de la prehistoria del capital y del régimen capitalista de producción; uno de los puntos de partida de este régimen de producción, pero no un fruto del mismo.
España y Portugal, pioneros de los descubrimientos, eran estados feudales en lucha encarnizada contra los piratas de Túnez, Argel y Marruecos. Las continuas guerras exigían dinero a esos estados crecientemente centralizados, y los obligó a buscar nuevas rutas hacia oriente, libres del monopolio árabe-turco-veneciano…
Mercaderes y usureros financiarán la empresa. Pero es preciso no olvidar que los mismos no estaban vinculados directamente a la manufactura, y recordar, muy especialmente, el carácter feudal de la monarquía española que impulsa la conquista de América…
El imperio español dirigió su accionar en el Nuevo Mundo según los intereses de su política europea, orientada ésta también por las ideas medioevales y las necesidades del Estado feudal absolutista español. Las posesiones de ultramar fueron consideradas propiedad hereditaria de la Corona, “reinos patrimoniales”, teniendo el monarca la soberanía plena y exclusiva sobre el país, la gente y la tierra
Es imprescindible subrayar el carácter colonial de las posesiones españolas de América [con lo que] queremos remarcar, en primer lugar, la cruzada de saqueo, robo, destrucción y violencia que caracterizó el desembarco español en estas tierras. Desembarco de un ejército de asesinos, pillos y truhanes de todo tipo, como Hernán Cortés o Pizarro, que aprovechando el desarrollo económico y cultural superior de los españoles, y el atraso, las discordias y la desorganización de las tribus indígenas, las sometieron a sangre y fuego para luego explotarlas ferozmente, llegando, en algunos lugares, prácticamente a su exterminio…
Hubo, entonces, una etapa inicial de saqueo, robo y esclavización, y posteriormente una etapa en la que se impusieron, como veremos más adelante, relaciones feudales de producción, servidumbre y prestación de servicios, como resultado del triunfo de los conquistadores. Ninguna forma económica puede basarse por mucho tiempo en el saqueo. Pero tampoco hay que creer que fue un episodio breve. Los españoles pillaron aquí tesoros enormes, e Inglaterra, mediante la piratería, tuvo su parte en el botín.

Si bien en los grandes imperios precolombinos existía ya una división en clases pronunciada, la servidumbre impuesta a los indios fue un producto de la conquista y del carácter colonial del Nuevo Mundo. Fue impuesta mediante un aparato estatal colonial, instrumento de los colonialistas para la opresión de los pueblos conquistados. Esto implica que a la pregunta: ¿cuál era la principal clase dominante en las colonias españolas? Debamos responder: era la clase dominante en España, la clase de los feudales españoles.
La corona española no fue un Estado “mediador” (a través de una legislación “humanitaria”) entre conquistadores y conquistados. Fue un instrumento para la explotación y la represión de los conquistados por los conquistadores.
En el Nuevo Mundo legisla, gobierna y juzga, en definitiva, la Corona española. Se basaron para ello en distintos argumentos jurídicos y bulas papales, pero, en definitiva, ella es quien manda en Hispanoamérica. Es la gran propietaria, el gran mercader, la principal beneficiaria por los tributos y por las rentas de la explotación minera, por los remates y la trata de negros, las aduanas, las ventas, las donaciones, los estancos, etcétera.
Los territorios americanos se convirtieron en propiedad del rey (tierra de realengo). Pertenecían al rey –como supremo señor– sembrados, praderas, bosques y aguas del Nuevo Mundo. La propiedad privada o pública del suelo, en la América española, sólo podía adquirirse por merced o gracia real.

Los conquistadores edificaron una sociedad estratificada, e impusieron un feroz racismo. Los indios eran legalmente inferiores (el papa Pablo III luego de largos debates proclamó –en una bula en 1537– que los indios eran “hombres” verdaderos). Se los consideró (salvo alguna diferencia con caciques y curacas) como un menor. Pero un menor apto para ser sometido a una feroz explotación. No podían ser sacerdotes ni monjes, ni maestros en los gremios artesanos.
La base económica y legal de la explotación de los indígenas está en la conquista. Esta fundamenta los tributos, legales o no, que deben entregar las masas indígenas, y la coacción para imponerlos. Los aborígenes son forzados a trabajar para los conquistadores y se los despoja de sus tierras, aguas, etc. Unos cuantos centenares de de españoles, en cada una de las regiones de lo que habría de ser el Virreinato del Río de la Plata, vivían servidos por miles de indios que eran tratados brutalmente. Esto también es válido para las misiones establecidas por la corporación feudal de los jesuitas, las misiones jesuíticas, verdaderas prisiones de indios. 

Textos extractados de Otto Vargas:
Sobre el modo de producción dominante en el Río de la Plata.