Sarmiento, además de periodista, educador y político que llegó a ser presidente, fue un ideólogo que proveyó a las clases dominantes un cuerpo de ideas, que en su conjunto lograron imponer durante varias décadas a toda la sociedad.
Algunos de los conceptos y valores formulados por Sarmiento en Facundo, civilización y barbarie en las pampas argentinas, tienen tanta fuerza de convicción, que todavía hoy debemos polemizar con los mismos.
Sarmiento, además de periodista, educador y político que llegó a ser presidente, fue un ideólogo que proveyó a las clases dominantes un cuerpo de ideas, que en su conjunto lograron imponer durante varias décadas a toda la sociedad.
Algunos de los conceptos y valores formulados por Sarmiento en Facundo, civilización y barbarie en las pampas argentinas, tienen tanta fuerza de convicción, que todavía hoy debemos polemizar con los mismos.
Posiblemente Sarmiento no fuera consciente de que le entregaba a las clases dominantes poderosas herramientas para hegemonizar culturalmente, y acompasar su dominio político, con una explicación de la realidad que al mismo tiempo consolidaba aún más ese mismo dominio político.
Legitimaron así una concepción ideológica y un orden político, donde los terratenientes bonaerenses lograron conducir al conjunto de la sociedad, y posteriormente realizaron la masacre del pueblo paraguayo, los genocidios del interior, y el acople del país al naciente imperialismo en la década de 1880. Las ideas y los intereses de las clases dominantes lograron aparecer como las ideas y los intereses de toda la sociedad.
Sarmiento y otros de su generación pusieron las ideas, otros se quedaron con las estancias, y gobernaron con los instrumentos ideológicos y jurídicos que les entregaron.
Decimos esto último porque registramos que en otro momento histórico se produce una mutación, y Sarmiento se enemista con Mitre, y el diario La Nación es vocero de críticas a Sarmiento. Además, Sarmiento muere pobre y en el exilio, y en algún momento de su vida, se da cuenta de que fue usado, es cuando escribe en su vejez “oligarcas bosteros”. La historia no es una línea recta.
Pero eso no quita que el Facundo sea una interpretación histórica de la realidad argentina que perduró a lo largo de más de cien años, como explicación valedera de las dificultades a vencer. Implantó una serie de puntos para pensar la Argentina.
Está escrito desde la política, pero constituye un ensayo de interpretación sociológica. Algunos de sus contemporáneos, como Gutiérrez, manifestaron que todo lo que está escrito en el Facundo es mentira. Pero esa mentira resultó verosímil para varias generaciones y útil para las clases dominantes, es un ejemplo de cómo una construcción que no se corresponde con la realidad, algo ilógico y falso, se puede vender como convincente.
La Argentina no es la pampa, como se sostiene en el libro, ni la contradicción entre civilización y barbarie es la fundante.
El libro contiene un capítulo programático final, Presente y porvenir, donde describe las tareas, y entre otras cosas propugna la distribución de las rentas del puerto de Buenos Aires. Este capítulo se sacó de algunas reediciones posteriores, porque el Sarmiento que llega al gobierno no afectó los intereses porteños, y necesitaba el apoyo político de la oligarquía terrateniente. No será la última oportunidad en que un capítulo de un libro molesta a su autor, cuando llega al gobierno.
Si queremos estudiar las ideas políticas que facilitaron el sometimiento de toda la nación, es necesario leer el Facundo.