Israel volvió a bombardear el territorio palestino de la Franja de Gaza. El pretexto fue una serie de atentados cerca de la sureña ciudad israelí de Eilat donde, según las autoridades israelíes, habrían muerto siete civiles y un miembro de las fuerzas de seguridad. En represalia, horas más tarde aviones del ejército israelí bombardearon la ciudad de Rafah, en Gaza, matando a siete personas, entre ellas un jefe de las Comisiones de Resistencia Popular (CRP), y a dos niños. Por la noche hubo al menos cuatro réplicas israelíes y otro muerto palestino.
“Indignados” postergados
El gobierno del ultrarreaccionario Netanyahu alegó que los atacantes fueron palestinos del grupo islámico Hamas provenientes de Gaza que entraron a territorio israelí desde Sinaí, aprovechando la “confusión” reinante en Egipto desde la caída del dictador Hosni Mubarak.
El Hamas, que es gobierno en Gaza después de haber triunfado en elecciones hace cuatro años, negó toda vinculación con los ataques en Israel. Muchos consideran que Hamas no está interesado ahora en acciones militares, pero el gobierno de Tel Aviv sigue responsabilizando al gobierno de Ismail Haniye por toda acción salida supuestamente de su territorio y que afecte a ciudadanos israelíes.
Lo más llamativo es que el ataque descripto como palestino se produce en un momento en que el régimen fundamentalista sionista de Netanyahu está acosado no sólo por la notable serie de multitudinarias manifestaciones de “indignados” israelíes contra la carestía de la vida y de la vivienda y en reclamo de justicia social, sino por una verdadera oleada de luchas de diversos sectores de trabajadores (médicos por sus condiciones de trabajo y las de la salud pública; docentes universitarios por el salario; huelga de obreros de la industria química de Haifa; trabajadores de la industria de la alimentación en el norte contra los despidos).
De hecho, como primer resultado político del reinicio de las acciones militares, Netanyahu -responsable de innumerables crí- menes contra la población palestina en los territorios ocupados por Israel- volvió a revestirse con el disfraz de “nación agredida” intentando cohesionar a la población israelí y hacer pasar el brutal plan de ajuste en curso. Y los grupos de “indignados” que lo tenían en jaque debieron aplazar sus movilizaciones –dijeron- “mientras la situación no esté controlada”.