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21 de diciembre de 2011


Crónicas proletarias

Hoy 1400 / Negros: del quilombo a la fábrica

“Una base con que se contó inicialmente para reclutar la clase obrera fueron las masas negras”, dice José Ratzer en Los marxistas argentinos del 90. Masas que, recordemos, siguieron en la esclavitud formal hasta 1853, y real hasta mucho tiempo después, siendo la mano de obra principal en talleres y quintas durante la época de Rosas. Algunos apellidos de los comerciantes de esclavos forman parte de nuestro rancio panteón oligárquico, hoy prolongados tanto en su versión dictatorial, como Martínez de Hoz, o kirchnerista como Marcó del Pont.
Los negros fueron uno de los contingentes principales en los ejércitos, tanto libertadores como en la genocida guerra contra el Paraguay. Esto, junto con la mortandad en las barriadas de Buenos Aires con la fiebre amarilla de 1871, explica su casi desaparición en nuestro territorio. A los que quedaron, los ocultó la historia dominante: “No tardará en quedar la población unificada por completo formando una nueva y hermosa raza blanca”, dice el Censo de 1895, aunque se conoce que la herencia genética afro está entre el 3 y el 4%.
En 1858 surge en Buenos Aires El Proletario, periódico semanal “por una sociedad de la clase de color”. Fue dirigido por Lucas Fernández, y si bien no se puede decir que era un diario obrero, plantea de manera confusa –con influencias del socialismo utópico– ideas sobre la lucha de clases, entre su “clase desvalida”, y “las clases más acomodadas y felices”. También se destaca en El Proletario que “sin la asociación no hay nada”. Lucas Fernández describía la situación de la “clase de color” en el período rosista “esa bárbara y salvaje tiranía de veinte años; encerrándola en los campamentos, y haciendo de ella el principal e inocente instrumento de poder y dominación”.
     Hay indicios de la presencia de negros, y sus descendientes mestizos, entre los trabajadores tanto en talleres de artesanos, fábricas, servicio doméstico, a fines del siglo 19 y principios del 20, en Buenos Aires, como en Tucumán, Córdoba y otros lugares. Se organizaron principalmente en mutuales o asociaciones por nacionalidad. A éstos se sumaron inmigrantes de Cabo Verde, arribados en la década de 1920, y que se incorporaron al trabajo principalmente en puertos, barcos y astilleros.
Son múltiples los ejemplos de racismo vigente, desde el “a los negros hizo el diablo/ para tizón del infierno” del Martín Fierro, a los “cabecitas negras”, y al uso despectivo del “negros”, o palabras de origen bantú como “quilombo”, que eran las aldeas que establecían los negros esclavos rebeldes en Brasil y en el Río de la Plata.