La evitable catástrofe ferroviaria de Once, que provocó la muerte de 51 pasajeros y más de 700 heridos, volvió a mostrar, como en el caso de Cromañon, que el afán de ganancia de los privados con la complicidad del estado corrupto que los que debiera controlar domina todas las áreas públicas de nuestro país. En el caso específico del transporte ferroviario las autoridades nacionales, desde la presidenta para abajo, no pueden decir que no lo sabían porque es donde más denuncias a todos los niveles ha habido.
Esta vez el sistema de emergencias de la Ciudad actuó en forma más eficiente que ante el incendio del boliche República de Cromañon en diciembre de 2004, aunque el sistema de salud de la Ciudad no ha mejorado. Desde el propio lugar del accidente el SAME derivó a los pacientes de acuerdo a la gravedad de su estado, distribuyéndolos en los distintos hospitales de la ciudad de acuerdo a su capacidad. Los pacientes con riesgo de vida eran directamente derivados a los quirófanos, evitando así saturar las guardias de los hospitales más cercanos.
También ayudó que, a diferencia de Cromañon, se produjo un día laborable a la mañana cuando los hospitales están en su máxima capacidad operativa. Como en aquella oportunidad, se volvió a manifestar la solidaridad de todos los trabajadores de la salud, profesionales, enfermeros y técnicos. Los psicólogos sociales de la Escuela Pichon Rivière se pusieron a disposición de las autoridades sanitarias. Sin embargo como entonces, en las guardias de los hospitales faltan monitores y respiradores de alta complejidad, y siguen sin cubrirse las vacantes de profesionales y enfermeros.
La falta de personal se cubre con módulos (horas extras) que los trabajadores se ven obligados a realizar para poder llegar a fin de mes. Las prioridades del gobierno de Macri quedan de manifiesto en el presupuesto y los salarios asignados a la policía o el plus del 100% que cobran los empleados de rentas, mientras el presupuesto y los salarios de los trabajadores de la salud siguen postergados.