Hermanito querido
	que quedaste lejos
	          germinando
	cubierto por la tierra blanda
	de la Patria robada,
	con tus sueños de hijos
	y amores
	sin haber podido, tal vez,
	despertar…
	Hermanito llorado,
	el corazón me duele
	de solo mencionarte,
	y se me incendia el alma
	          de odio
	cuando advierto el silencio
	que reemplaza tu nombre,
	Hermanito querido
	que quedaste lejos
	          germinando
	cubierto por la tierra blanda
	de la Patria robada,
	con tus sueños de hijos
	y amores
	sin haber podido, tal vez,
	despertar…
	Hermanito llorado,
	el corazón me duele
	de solo mencionarte,
	y se me incendia el alma
	          de odio
	cuando advierto el silencio
	que reemplaza tu nombre,
	y el látigo del hambre
	y las cadenas
	nos hieren aún más,
	al recordarte…
	Hermanito soldado,
	capullito a medio abrir
	manchado de sangre,
	hundido en el lodo
	y abandonado a tu suerte:
	Quieren darte por muerto
	para siempre,
	y empujarte hacia la puerta del
	“pasado-pisado”,
	ese sótano oscuro
	donde nos escondieron
	las mejores verdades.
	En medio del dolor
	debo decirte
	que vamos aprendiendo tus lecciones.
	Que desde aquí
	      nosotros,
	que percibimos tus señales mudas
	y no capitulamos,
	te encomendamos
	vigiles de cerca al invasor.
	A nosotros nos toca
	arrancarnos el cepo que nos ata
	a este mal sueño,
	preparar el regreso.
	Yo sé que harás tu parte,
	como viniste haciendo:
	sé que estarás
	        alerta
	atrincherado en la conciencia de
	tu Pueblo,
	llamándonos a gritos que exigen
	“No se rindan”.
	Y esa mirada tuya
	que los traidores esquivan  
	se alzará                                 
	cada mañana
	desde la turba malvinense
	hacia las costas de la Patria,
	para vernos llegar de vuelta
	un día
	como aquel 2 de Abril
	a rescatarte.
	
	Eduardo Delmonte
	Escrito en junio de 1982