La ciudad se ha llenado de cámaras de vigilancia. Los teléfonos y las computadoras de la enorme mayoría de los políticos y activistas sociales (incluso de prominentes miembros del gobierno) están “pinchados”. En los Estados Unidos hace furor un libro: “No hay donde esconderse”. Dada la complicidad, harto comprobada, de altos jefes represivos con el narcotráfico y hechos delictivos, corresponde preguntar ¿quién vigila a los que nos vigilan?
La ciudad se ha llenado de cámaras de vigilancia. Los teléfonos y las computadoras de la enorme mayoría de los políticos y activistas sociales (incluso de prominentes miembros del gobierno) están “pinchados”. En los Estados Unidos hace furor un libro: “No hay donde esconderse”. Dada la complicidad, harto comprobada, de altos jefes represivos con el narcotráfico y hechos delictivos, corresponde preguntar ¿quién vigila a los que nos vigilan?