La Junta Militar egipcia está dispuesta a ahogar en sangre al movimiento popular y democrático que derrocó al tirano Hosni Mubarak en enero del año pasado.
La Junta Militar egipcia está dispuesta a ahogar en sangre al movimiento popular y democrático que derrocó al tirano Hosni Mubarak en enero del año pasado.
La bestial represión desencadenada por el Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas encabezado por el mariscal Hussein Tantaui provocó más de 20 muertos y unos 400 heridos durante las movilizaciones del jueves y viernes pasado cerca de la plaza de Abbasiya, en pleno centro de El Cairo. Unida bajo las consignas “¡Abajo el régimen militar!” y “¡Abajo el mariscal de campo!”, una multitud de manifestantes enfrentó el toque de queda y los arrestos masivos exigiendo la destitución del primer ministro Kamal Ganzuri y la inmediata entrega del poder a un gobierno civil. El partido islámico de los Hermanos Musulmanes, que tiene la mayoría en el Parlamento, se unió esta vez a la protesta.
Manoseo, fraude, postergación, anulación
Las elecciones presidenciales del próximo miércoles 23 de mayo se evidencian cada vez más amañadas por la Junta Militar, que “inhabilitó” nada menos que a diez de los candidatos, entre ellos el de la Hermandad Musulmana y el de los ultraconservadores musulmanes salafistas.
La Junta anunciaría el nuevo presidente recién el 21 de junio –un mes después de las “elecciones”–, por lo que los sectores populares sospechan que la dictadura está manipulando el proceso político y tramando un gigantesco fraude para preservar su poder y sus privilegios, asegurándose la victoria de algún candidato pro-Consejo Supremo y bloqueando los reclamos democráticos que emergieron en la heroica rebelión de enero de 2011. También se cree que la Junta podría estar, con la represión, provocando el caos y la confusión para postergar o simplemente cancelar las elecciones.
Además, al no haberse podido imponer un gobierno provisorio con base en las organizaciones populares que protagonizaron el levantamiento que derrocó a Mubarak, no hubo garantías para debatir una nueva Constitución verdaderamente democrática, que debería haberse sancionado antes de las elecciones. En consecuencia no existe nada escrito sobre las atribuciones del futuro presidente y, de hecho, las Fuerzas Armadas de la dictadura mubarakista no sólo no serán disueltas sino que seguirán teniendo un rol decisivo en el nuevo gobierno.
El pasado 20 de abril, decenas de miles de egipcios ya habían desbordado la plaza Tahrir de El Cairo para exigir el fin de la dictadura y la inhabilitación de miembros del ex régimen mubarakista para ser candidatos.
La profunda división del movimiento democrático entre sectores revolucionarios y reformistas, y principalmente entre las organizaciones juveniles laicas que protagonizaron el levantamiento contra Mubarak y las agrupaciones islámicas que conservan una gran influencia ideológica en amplios sectores populares, es uno de los grandes límites de la lucha democrática que sigue aspirando a sacarse de encima las herencias de la dictadura mubarakista proyanqui y abrir paso a una sociedad verdaderamente independiente y democrática.