La “economía social” basada en cooperativas de desocupados que pregona el kirchnerismo, tiene una larga historia, y fue motivo de agitados debates en el movimiento obrero. Hacia la década de 1870, en Alemania, los seguidores de Ferdinand Lasalle impulsaban “cooperativas de producción” apoyadas por el Estado como la solución para la desocupación, lo que era criticado por los marxistas.
La “economía social” basada en cooperativas de desocupados que pregona el kirchnerismo, tiene una larga historia, y fue motivo de agitados debates en el movimiento obrero. Hacia la década de 1870, en Alemania, los seguidores de Ferdinand Lasalle impulsaban “cooperativas de producción” apoyadas por el Estado como la solución para la desocupación, lo que era criticado por los marxistas.
Este debate se dio entre nosotros en 1891. En las páginas de El Obrero, primer periódico marxista de la Argentina, en varios artículos, Leoncio Bagés defendió la validez de la cooperación, “como medio auxiliar de las huelgas”, aunque “no puede ser considerada como medio directo y absoluto para alcanzar la emancipación de la clase trabajadora”. Bagés afirmaba que tiene “un valor positivo, considerada como un estímulo capaz de atraer a nuestro seno y mantener ligados a nosotros aquellos de nuestros hermanos que no participan en grado conveniente de todo radicalismo de nuestras convicciones, y a quienes por esta causa es preciso ofrecer un objeto: que cooperación de producción con la universal federación de asociaciones productoras es la gran fórmula del gobierno del porvenir”.
En el mismo El Obrero, contestaba estas afirmaciones Augusto Kuhn, primer secretario de la primera Federación Obrera de la Argentina. Comenzaba diciendo “No deja de ser extraño como ciertas teorías mil veces rechazadas por insostenibles, siempre vuelven al tapete…”. Kuhn recordaba que “Hace 15 años, en Alemania, Bracke [dirigente marxista] combatió en sus obras socialistas las ideas de Lasalle referentes a tales asociaciones (…) que no han sido sino bellas fantasías irrealizables”.
Kuhn no se oponía de plano a las cooperativas, pero prevenía “a los interesados de no alucinarse con esperanzas demasiadamente sanguíneas”, y advertía que “Las ventajas prometidas atraerían a mucha gente, que bien son indiferentes y aún opositores a la causa socialista (…)” y que “es preciso estar prevenido (…) ya que “hemos de ver reproducida la experiencia tan a menudo repetida, que la empresa se transformará en un instituto de mero busca-beneficios, en una empresa de carácter capitalista puro y los miembros, (…) animados del noble sentimiento de solidaridad, impulsados por el deseo de crear un taller en que dar ocupación a los compañeros de paro, se harán empresarios y accionistas, de explotados se transformarán en explotadores”. La experiencia del PCR en las cooperativas, y en las empresas recuperadas, da batalla a las “bellas fantasías irrealizables” de las que hablaba Kuhn.