Desde el 27 de julio (y hasta el 12 de agosto) se están celebrando los XXX Juegos Olímpicos en Londres, Inglaterra (primera ciudad en recibirlos por tercera vez en la historia). La cita olímpica se ha transformado con el paso del tiempo en un fenómeno verdaderamente masivo a nivel global: en esta edición se estima que asistirán a la capital inglesa cerca de 11 millones de espectadores y que será seguida vía satélite por unos 4.000 millones de televidentes. Teniendo en cuenta que la población mundial es de casi 6,9 mil millones, el 60% estará pendiente del desarrollo de las 39 disciplinas olímpicas. Un número escalofriante.
Tal magnitud de personas viendo los juegos nos pone ante un hecho social sin igual dentro del mundo deportivo. Pero esta masividad representa para el mundo de los negocios y de las grandes corporaciones un suculento ingreso. Los sponsors y las cadenas televisivas, al contar con 4 billones de personas cautivas delante del televisor, obtienen millonarios ingresos. El Comité Olímpico Internacional (COI) obtuvo de sus 11 principales anunciantes (todos de distintos rubros) un ingreso de casi U$S 1000 millones (10% más que en Pekín 2008). Dicha inversión da excelentes resultados ya que las publicidades se exhiben sin competidores en 220 países y estratégicamente asociadas con los valores del deporte. Además, el COI recibió por los derechos de transmisión unos U$S 3900 millones. Y a esto hay que sumarle ingresos por sponsors menores locales por otros U$S 1000 millones y varios cientos por la venta de entradas y licencias. Lo que da la friolera de U$S 6.000 millones. Es tan grande el número que hasta cuesta imaginarse semejante cantidad de dinero.
El deporte y el Estado
Ahora bien, esta masividad que sí garantiza millones para las multinacionales, no garantiza más que espectadores. La gente no practica deportes por el sólo hecho de ver a los grandes campeones batir sus records. El público como tal, sólo consume deporte como espectáculo, como entretenimiento. Los grandes deportistas son vistos sólo como ídolos. Y esto se debe -en parte- a que desde el ámbito público y privado se exacerba el patriotismo de los espectadores con la idea de que alentando ganamos todos, es decir, exitismo puro. Pero fundamentalmente a que no hay políticas estatales para fomentar la práctica deportiva de la población en general.
Claudio Morresi (secretario de Deportes), y compañía sólo buscan la foto con el medallista para hacer un buen balance de la gestión y se olvidan que el Estado debe velar por lo intereses de toda la población en general. Tienen teorizado que los éxitos individuales de algunos excepcionales deportistas van a movilizar a la población hacia la práctica deportiva. Falso. Un acontecimiento como el de los Juegos Olímpicos lo demuestra claramente: se realizan cada cuatro años y el porcentaje de personas que practica deportes va en disminución.
Con esta idea, se creó el Enard (Ente Nacional de Alto Rendimiento Deportivo), haciendo centro en la alta competencia. Pero los talentos no pueden ser el centro de la política estatal de deportes. El centro tiene que ser la salud. Tal como lo dijo el médico santiagueño Ramón Carrillo (primer ministro de Salud Pública de la historia Argentina desde 1946 a 1954 y creador de los Juegos Evita): “El objeto del deporte es perfeccionar la salud y no formar campeones, quienes por el hecho mismo de sus condiciones excepcionales, no pueden tomarse ni como modelos ni como objetivo para el numeroso grupo de hombres y mujeres jóvenes que se dedican al desarrollo físico de su persona”. Exactamente todo lo contrario a lo declarado por el secretario de Deportes Morresi, en un reportaje en Página 12 (20-11-11) donde afirmó que: “Ojalá que vengan más medallas, porque van a servir para una gran autoestima y para que haya miles y miles de niños que se incorporen al deporte a partir de lo que produce lograr un título o una medalla”.
Los Torneos Evita
Hace tiempo venimos insistiendo con la idea de que los Torneos Evita no resuelven el tema de la masividad de la práctica deportiva porque sencillamente no son masivos. Participan una pequeña parte de los chicos de los municipios que participan (muchos no lo hacen). Los funcionarios K manipulan las cifras de manera vergonzosa para tratar de mostrar -desde el doble discurso- que son un gobierno que “responde a las necesidades de la juventud y del pueblo”. Pero sabemos que esto no es así, en primer lugar porque en la práctica las rondas son por eliminación directa, por lo tanto, el 50% de los chicos queda fuera del programa luego de haber participado tan solo una jornada; en segundo lugar, porque siempre alardean con números millonarios de participantes sin dar jamás el detalle concreto, lugar por lugar, de como llegan a esos fantásticos números; y en tercer lugar, porque según datos oficiales, el sedentarismo de la población argentina creció del 2006 al 2011 un 8%. Además, aproximadamente el 60% de los varones y el 75% de las mujeres de entre 25 y 70 años, no realizan prácticas deportivas. ¡La realidad los desenmascara! Y la realidad es la que nos impone poner el foco en una justa política deportiva y no en el cuadro de medallas.
Todo este análisis no va en desmedro del gran esfuerzo individual y de conjunto que realizan nuestros atletas (especialmente los amateurs), día a día, y que con mucho orgullo y pasión están representando a nuestro deporte en Londres.