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13 de septiembre de 2012


Nuevo siglo, nueva unión obrera

Hoy 1436 / Crónicas proletarias

El siglo 20 comienza con una nueva oleada de huelgas en Buenos Aires y otros centros urbanos. Aunque continuaba habiendo gran cantidad de desocupados, los reclamos pasaban por el salario, y las condiciones de trabajo. Los obreros de la construcción de Mar del Plata, consiguen reducir su jornada laboral de 12 a 9 horas. Luego se producen huelgas en 1900 en el puerto de Buenos Aires, y en 1901 hay triunfos en las luchas de los marineros y foguistas de la empresa Mihanovich, trabajadores de los puertos de San Nicolás, Ramallo, Bahía Blanca y Ensenada, de Bunge y Born, y los cigarreros de Rosario.


En ese clima, surge una nueva propuesta de unificar los gremios en una federación, lo que venía siendo rechazado por las principales corrientes, los socialistas, y principalmente por los anarquistas, que en esos años pasan a tener un peso determinante.


Hubo varias reuniones previas para acordar los temas en debate, y el Congreso sesionó los días 25 y 26 de mayo, y el 2 de junio. Estuvieron presentes 50 delegados en representación de 27 sociedades obreras de la Capital Federal y de La Plata, Chivilcoy, Rosario y localidades bonaerenses.


Hubo fuertes debates: se discutió si los obreros debían aceptar el “arbitraje” de los poderes del Estado ante los patrones, a lo que los anarquistas se negaban, por principio. El debate se saldó con una propuesta del anarquista Pietro Gori, que planteaba la posibilidad de aceptar el arbitrio solamente de “… aquellas personas que presenten serias garantías de respeto por los intereses de los trabajadores”. A la vez, los anarquistas hicieron pesar su fuerza en las formulaciones con respecto a la posición histórica de los socialistas sobre peticionar leyes laborales de protección al obrero, frente a lo cual la naciente Federación Obrera Argentina “resuelve que los obreros deben esperar todo de su consciencia y unión, rechazando el recurrir a los poderes públicos para obtener cualquier mejora”. Asimismo, el congreso adoptó el llamamiento genérico a la Huelga General, con la impronta que le daban los anarquistas.


Pese a esto, en el Congreso primó la unidad, y estableció que “… no tiene compromiso de ninguna clase con el Partido Socialista ni con el Anarquista, ni con partido político alguno, y que su organización, desarrollo y esfera de acción es completamente independiente y autónoma. Por lo tanto, la organización que este congreso acuerde es pura y exclusivamente de lucha y resistencia”.


La importancia de esta unificación, si bien fue parcial y duró poco tiempo, se expresaría en la fuerza que tuvo la primera huelga general del proletariado argentino, en noviembre de 1902.