Su partida causó una enorme tristeza tanto en la ciudad, como en el resto del país y también en el exterior. Es que se trató de una de las figuras más notables de la cultura nacional, para muchos la más popular, creador de célebres personajes como “Inodoro Pereyra el Renegáu” “Mendieta” o “Boggie, el Aceitoso” y autor de reconocidos cuentos y novelas como “Los trenes matan a los autos” o “El mundo ha vivido equivocado”. Pero tal vez su trabajo más destacado tenga que ver con su pasión por la redonda y su querido Rosario Central, ya que “19 de diciembre de 1971”, un relato sobre la inolvidable palomita de Poy a Newell’s, está considerado, mayoritariamente, como el mejor cuento deportivo de todos los tiempos.
Hijo de padre peronista, desde su juventud hasta fines de la década del ‘80, adhirió a las ideas justicialistas. Con la irrupción de Héctor Cavallero, al igual que muchísimos intelectuales de la ciudad, comenzó a respaldar las posiciones del socialismo popular.
Pero sería un error acotar su participación política a un simple apoyo a estas dos expresiones partidarias, ya que su pluma o algunos de sus personajes, en muchas oportunidades expresaron un decidido compromiso ideológico. Por ejemplo su participación en la aún recordada revista Boom, donde realizó trabajos importantes, como aquella tapa sobre el Rosariazo que tenía como título “La batalla de Rosario”, que era un comprometido relato de la pueblada realizado por Ielpi y Etcheverry; o el despreciable Boggie, un personaje racista que le permitió denunciar las agresiones del imperialismo yanqui a los países del tercer mundo.
Durante la última dictadura, junto a otros intelectuales, adhirió a la formación, e ideó el logo, del Movimiento por la Reconstrucción y el Desarrollo de la Cultura Nacional; además fue una de las personalidades que exigieron públicamente, con su firma, el esclarecimiento del intento de asesinato de Jorgito Molinas, hijo de un reconocido dirigente nacional de nuestro Partido.
Como consecuencia de la consolidación de la “comunidad idiomática”, producto de la integración del lenguaje de las masas rurales del viejo Tucumán, del Litoral o Cuyo con el de los inmigrantes de la pampa húmeda, fundamentalmente de Buenos Aires, la palabra y la obra del rosarino Fontanarrosa han trascendido el pago chico y son disfrutadas por las mayorías nacionales.
Murió Roberto Fontanarrosa. Seguramente, cuando nuestro pueblo se enteró de la triste noticia habrá descargado, con justa bronca, una mala palabra. Una de esas malas palabras para las que, con su inigualable humor, el Negro pidió amnistía en el objetado Congreso de la Lengua realizado en Rosario: Que lo parió…