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16 de enero de 2013

Una mujer amasando pan con chicharrón, calles de tierra de un barrio del Gran Buenos Aires, los chicos, un cartonero en su carro a caballo. Así comienza Masamadre, una película de Ana Barry y Mariana Ares, que muestra la lucha cotidiana contra el hambre, por la salud y el trabajo, de la CCC de La Matanza.

 

Masamadre

Una película imprescindible

A lo largo de los 64 minutos que dura la película veremos muchas manos: trabajando en la construcción de viviendas, cocinando, repartiendo comida, atendiendo pacientes. Las imágenes se enhebran con los testimonios de algunos de los protagonistas, que van contando cómo se armó el barrio María Elena y la Junta Vecinal, la Sala de Salud, el barrio René Salamanca, y algunas de las principales luchas de estos años casi 30 años.

A lo largo de los 64 minutos que dura la película veremos muchas manos: trabajando en la construcción de viviendas, cocinando, repartiendo comida, atendiendo pacientes. Las imágenes se enhebran con los testimonios de algunos de los protagonistas, que van contando cómo se armó el barrio María Elena y la Junta Vecinal, la Sala de Salud, el barrio René Salamanca, y algunas de las principales luchas de estos años casi 30 años.
La película conmueve, porque tiene la virtud de mostrar con sencillez un proceso complejo y profundo, en el que está plasmado, a lo largo de muchos años, el objetivo revolucionario de servir al pueblo.
No es nuestra intención contar Masamadre, sino incentivar a verla, pero no nos podemos privar de destacar algunos aspectos. Porque impacta saber por boca de los que lo hicieron, cómo transformaron un basural donde “Cuando llovía y se inundaba el zanjón, salían las ratas a dormir con los chicos”, en un barrio de 57 manzanas, donde viven 1.200 familias organizadas con delegados y subdelegados por manzana, como relata Juan Carlos Alderete.
No tiene desperdicio conocer la lucha de las mujeres del barrio Elena, para pasar de la “Comisión de Damas”, y de “lavar tres veces las sábanas para matar el tiempo” como cuentan Nuria y Miguelina, a encabezar la Comisión Directiva de la Junta Vecinal, y ser parte de los principales dirigentes de todo este proceso.
Imperdibles las escenas y diálogos sobre la impresionante lucha por la salud en la Sala 7 de Mayo, contada por sus médicos, como el Dr. Chino Olivieri, su enfermera Mónica Figueroa, y viendo en acción a los agentes sanitarios que libran una desigual batalla en un barrio que, al momento de la película, tenía un 22% de desnutrición infantil, porque como recuerda Fredi Mariño, la salud es un punto prioritario, con un planteo sintetizado por Miguelina Gómez “Nosotros no hacemos asistencialismo. Curamos al enfermo, para sanarlo. Una vez que está sano, lo alimentamos para fortalecerlo. Una vez que está alimentado, está de pie, con fuerza, y entonces todo lo que no hizo el Estado por él, está de pie para reclamárselo él mismo”. Por eso también vemos escenas de los médicos matanceros marchando por sus reivindicaciones, junto a sus pacientes.
Esta película profunda se nos va metiendo en la cabeza y en el corazón, mostrando desde las marchas y piquetes, particularmente el proceso previo al 19 y 20 de diciembre, a la pelea cotidiana para llevar adelante los principios del clasismo en todos los aspectos de la vida de los compañeros. Clasismo que vemos en los criterios de reparto de la comida, de quiénes vivirán en las casas construidas por las manos de compañeros y compañeras, a cómo encarar un corte de ruta, o dar un trato afectuoso, de igual a igual, con los pacientes, en particular con los chicos.
Viendo Masamadre cobran sentido palabras como dignidad, honor, en las profundas reflexiones ante el drama de la tuberculosis, o la decisión de armar un comedor en la sala de salud, porque “Comer también es dignidad”, como afirma Nuria, y “Cuando hay una angina, damos un remedio. Cuando hay hambre, tenemos que dar comida”, destaca la enfermera Mónica Figueroa. El mismo sentido que cobran en las puteadas de Andrea Velázquez, indignada ante el hambre de los chicos.
Sobre el final de la película, mientras los paquetes de fideos van pasando de mano en mano hacia la olla, Alderete reflexiona: “Tenemos un rumbo. Luchamos para que el pueblo se rebele, y que cambiemos de raíz, porque el Estado y el sistema están corrompidos hasta los cimientos”, mostrando así los objetivos por los que pelea el Partido Comunista Revolucionario, motor de esta rica historia, un anticipo de la Argentina que podemos tener.
Todo esto, y muchas cosas más, hacen de Masamadre una película imprescindible para todos los que queremos hacer posible lo necesario, para todos los que peleamos día a día por la liberación del pueblo y de la patria.