Con más de 800 proyecciones en salas y espacios públicos de Amé-rica y Europa; cientos de miles de usuarios que la vieron por YouTube y muchos otros que la descargaron de la página oficial, la película La educación prohibida convoca desde el título y despierta debates.
Con más de 800 proyecciones en salas y espacios públicos de Amé-rica y Europa; cientos de miles de usuarios que la vieron por YouTube y muchos otros que la descargaron de la página oficial, la película La educación prohibida convoca desde el título y despierta debates.
Es imposible hablar de educación hoy en Argentina sin tener presentes las luchas de los sindicatos docentes en cada provincia por recomposición salarial, mayor presupuesto educativo, comedores escolares, etc. Es ineludible tener en cuenta las tomas de los colegios secundarios en la ciudad de Buenos Aires, motorizadas por los centros de estudiantes. No podemos hablar de educación obviando la lucha de docentes y estudiantes de Uader, primero por la normalización y luego para impedir la “nacionalización” de su universidad. Es ilegítimo proponer debatir sobre la educación olvidando mencionar el índice de hasta 50% de deserción escolar en el nivel secundario que existe en el país. Sin embargo, los realizadores de La educación prohibida pudieron hacer un film donde se habla sobre la escuela y la educación durante más de dos horas haciendo oleeee a estos temas. Uno de los casos más patéticos es un testimonio de Rafael González Heck, del Colegio Rudolf Steiner de Chile, que discute la legitimidad de la escuela pública, obligatoria y gratuita porque “fue inventada”; ¡oh casualidad! justo cuando en su país miles de estudiantes luchan y enfrentan la represión más salvaje para conquistar la gratuidad de la educación. Al ver la película, vale preguntarse como Serrat, “¿a quién sirven cuando alzan sus banderas?”.
La película utiliza testimonios de educadores, profesionales relacionados con la educación y dueños de establecimientos educativos privados, para abordar lo que podría ser una crítica a la escuela pública que todos conocemos. Combina técnicas de animación con actuaciones y testimonios directos, intercalados por separadores que enfatizan el sentido de los testimonios y placas que enmarcan cada capítulo con citas de pedagogos e intelectuales de variado cuño. Técnicamente está muy bien elaborada; el problema es que le falta honestidad. Es una pena que al proponer una polémica tan interesante, oculten aspectos que enriquecerían y tornarían provechoso el debate.
Descontectualiza el análisis
Una de las trampas que utiliza la película es el recorte que hacen de cada aspecto: lo descontextualizan (hasta cuando pretenden ponerlo en contexto histórico) y proponen un enfoque unilateral y parcializado. Es verdad que con la técnica de la dramatización se acostumbra a magnificar los rasgos de modo que resulten más evidentes para su análisis y crítica. Pero ni con esta prevención se puede pensar que las situaciones de autoritarismo dramatizadas representen la realidad de la mayoría de nuestras escuelas. La otra trampa es generalizar para descalificar lo que podría ser un caso particular.
Quien haya transitado algún tramo de su escolaridad durante la pasada dictadura sabe de qué se trata el autoritarismo y la represión en la escuela. Nunca, como en aquel período, la escuela fue tan funcional al proyecto del estado terrorista. Aun así, en aquellas escuelas hubo docentes y directivos que valientemente se propusieron y lograron resistir instalando en sus clases un ambiente democrático. A la llegada de la democracia, a veces con políticas estatales a favor y otras veces a contrapelo de ellas, la escuela pública avanzó en su democratización. Este proceso, que se debe principalmente a las luchas de los trabajadores de la educación, no es ni siquiera mencionado en la película. Por el contrario, los docentes aparecen como los verdugos de los alumnos…
No sólo son falsas algunas de las afirmaciones, sino que hasta son injustas… En un testimonio, el argentino Carlos Wernicke, de la Fundación Holismo, dice que los chicos lamentan cuando llega el lunes porque tienen que ir a la escuela y los docentes también. Aunque esto fuera verdad para la mayoría de los casos, es una doble mentira porque no aclara el contexto. No explica, por ejemplo, que la mayoría de los alumnos que dicen eso no lo hacen porque quieran ir a remontar barriletes, escaparse a un picadito en el potrero de la esquina o quedarse a dibujar con su caja de acuarelas, sino para seguir durmiendo hasta el mediodía o para sentarse frente a una pantalla, porque a eso nos ha llevado la privatización del espacio público. Mucho menos aclara que el docente que lamenta la llegada del lunes está comenzando una jornada laboral que arranca a las siete de la mañana y en muchos casos llega hasta las 11 de la noche, porque de otro modo no come, no se viste, no se cura.
En este sentido, la película insiste una y otra vez con que lo que hace falta para una buena educación es el “amor”, la “actitud” y una “mirada comprensiva”. Al insistir a la vez en que la escuela que tenemos “prohíbe” dicha buena educación; demás está decir que la conclusión obligada es que el “amor”, la “actitud” y una “mirada comprensiva” son lo que faltan en las escuelas… Si conocieran, quienes así se expresan, las escuelas más humildes de los barrios más golpeados y los gurises más humillados de los puntos más diversos de nuestra geografía; deberían como mínimo revisar un poco sus planteos antes de, además, avergonzarse.
No basta con que en un momento se mencione la tesis 11 sobre Feuerbach; no es suficiente con citar a Paulo Freire; por momentos se utiliza una fraseología que parece dialéctica, que parece crítica, pero que en realidad encarna un relativismo posmodernista con el que se encubre el más crudo liberalismo.
Falta la realidad de la escuela
La educación prohibida, en lo que atañe a política educativa, no habla de lo que debería hablar, no denuncia el ahogo presupuestario de la educación pública por parte de un estado que prefiere pagar una “deuda” externa a costas del hambre de las mayorías populares, porque en el fondo está de acuerdo con que se mantengan las verdaderas causas de la crisis de nuestras escuelas pública. Es ilustrativa una frase que aparece en uno de los testimonios: “si la mitad de la educación quiere escuelas públicas, pues que las tenga; pero dejen que los demás tengamos nuestras escuelas”.
En un momento, la película pretende una contextualización histórica, y relata que la escuela pública fue creada en el estado prusiano a fines del Siglo 19. Con algunos saltos hacia atrás y otros adelante, la escuela pública acaba siendo para La educación prohibida la causa del nazismo y de los estados fascistas. Esta descalificación de la escuela pública es coincidente con los embates antiestatistas de los organismos financieros internacionales. Lo peor del caso es que pretenden plantear la crítica a la escuela del estado capitalista sin decir una palabra contra el capitalismo y sus males…
Hay muchos aspectos más que surgen de La educación prohibida que deben ser analizados y debatidos a fondo, incorporando la mayor cantidad de datos de la realidad posibles. ¿Quién no está convencido de la necesidad de amor, respeto, libertad, etc., en el vínculo pedagógico? La película intenta seducir apelando a muchos valores y principios que son compartidos por la mayoría de los trabajadores de la educación. Es necesario confrontarla con los hechos; porque, al contrario del relativismo que se postula desde la pantalla, existe una realidad que es posible y necesario conocer.
Además, desde la propia escuela pública surge la crítica más filosa al estado actual de la educación y los luchadores más comprometidos con la igualdad de derechos. Está claro que la escuela, así como está, está muy lejos de ser la que necesitamos para un desarrollo independiente. Debemos seguir agudizando las estrategias de lucha para conquistar una escuela al servicio del pueblo con un estado que garantice los derechos educativos. Esa es la búsqueda que no aparece como inquietud en la película.