Mientras en países como España y Grecia, los índices de desocupación llegan al 25% de la población, la “locomotora” alemana baja los índices de desempleo a costa de una feroz superexplotación.
Mientras en países como España y Grecia, los índices de desocupación llegan al 25% de la población, la “locomotora” alemana baja los índices de desempleo a costa de una feroz superexplotación.
Son conocidas las consecuencias de las políticas aplicadas por los gobiernos de Rajoy en España y de Samaras en Grecia. Aplicando las recetas “ortodoxas” de ajuste fiscal, empujan la privatización creciente de empresas y servicios estatales. El aumento de la desocupación consecuente ha empujado en muchos casos a la emigración, la que –cosa que se conoce menos– ha sido impulsada por gobiernos como el de Merkel, que fomenta la radicación de determinados profesionales, para abaratar los costos de formación en su país, gracias al desangre de jóvenes ingenieros y técnicos de otros países.
Esta medida se ha complementado con una reforma que excluye a españoles, griegos y portugueses de la posibilidad de acceder a los subsidios para desocupados (364 euros) y otros beneficios sociales que tenían los inmigrantes desocupados. Así Alemania frena el ingreso de miles de hombres y mujeres que buscan escapar de la falta de trabajo en sus países.
Como denuncian los integrantes de Juventud sin futuro, de España “Fuera de nuestras fronteras no se encuentra el paraíso laboral. La precariedad es un mal endémico en toda Europa, y se sufre igual en inglés, alemán o francés que en español.” Además, agregan que si el desempleo juvenil trepa al 55%, la precarización laboral es del orden de 45% para los jóvenes españoles. Esto ha llevado a 280.000 “exiliados laborales” sólo en 2012.
En Francia, como se analizó en artículos anteriores, avanza la “flexiseguridad”, eufemismo de las grandes patronales y el gobierno de Hollande para nuevas normas de flexibilización laboral. Estos acuerdos de “seguridad laboral”, firmados por algunos de los principales sindicatos, están siendo desbordados por una gran oleada de luchas obreras, que rechazan la rebaja salarial, y una serie de medidas favorables a las patronales tanto en dar empleo como en los despidos.
Es menos conocido en nuestro país que en algunos países como Rumania y Eslovaquia, en los últimos meses se han revertido parcialmente legislaciones antisindicales y flexibilizadoras, producto de grandes luchas.
Crece la superexplotación
en Alemania
En Alemania se está dando un feroz proceso de flexibilización laboral. Crecen las denuncias sobre jornadas con aumento de horas de trabajo, la proliferación del trabajo nocturno en varias industrias (46% más que 10 años atrás), así como la pérdida del descanso sabatino, e incluso los domingos. Casi nueve millones de alemanes, el 33% más que la última década, trabaja los sábados y domingos. Esta cifra representa hoy el 25% del total de trabajadores.
En muchas industrias se chantajea a los obreros con que si no aceptan las nuevas condiciones de trabajo, “reubicarían” las plantas en otros países europeos. Como decía un obrero de MAN Diesel & Turbo Oberhausen al periódico Rothe fane: “El sábado es un día normal de trabajo. Estás obligado a hacer horas extras, y tenés una semana de descanso cada tres semanas de trabajo”.
En la Alemania de hoy, este incremento de la jornada laboral es más evidente en el sector de servicios. Es común que las “tiendas de descuento” permanezcan abiertas de lunes a sábado hasta las 22 hs, y los servicios de atención telefónica de grandes cadenas funcionan las 24 horas.
De las 42 millones de personas con empleo registrado, entre 7 y nueve millones tienen lo que se denominan “mini-empleos”, trabajos de tiempo parcial en limpieza, o de ayudantes de cocina, por ejemplo, con sueldos máximos de 400 euros mensuales, siendo éste su principal ingreso. La propia Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), ha denunciado que la política de rebajas salariales “condujo a un aumento de la desigualdad de los ingresos a una velocidad jamás vista, ni siquiera durante el choque producido tras la reunificación”. La falta de legislación que garantice un salario mínimo ha conducido a que cada vez sean más los trabajadores que ganan un euro la hora, o menos, en las zonas que anteriormente pertenecían a Alemania del Este.
Además, las condiciones de superexplotación han devenido, obviamente, en un deterioro creciente de la salud de los trabajadores. En las industrias, los obreros denuncian el aumento de malestares estomacales, insomnio, enfermedades mentales, gastrointestinales y cardiovasculares.