Chilecito, 30 de marzo del 2013, 21 hs. La plaza Caudillos Federales, el centro neurálgico de Chilecito, está desierta. Sí está llena la Iglesia Catedral, en una de las celebraciones de la Semana Santa.
Chilecito, 30 de marzo del 2013, 21 hs. La plaza Caudillos Federales, el centro neurálgico de Chilecito, está desierta. Sí está llena la Iglesia Catedral, en una de las celebraciones de la Semana Santa.
En una esquina, un pequeño número de militantes, mayoría mujeres, pelean como pueden para armar el escenario, los carteles, el sonido. Todo a pulmón, bajo la “vigilancia” de la policía provincial y guardias municipales, que la noche anterior impidieron colocar carteles en la sede de Tribunales, también frente a la plaza.
Pero lentamente, empiezan a llegar, son mujeres, jóvenes y hombres, a veces familias completas, la mayoría traen sus carteles, unos con simples trazos de marcador, otros llenos de colores y lentejuelas. Son los actores de una gesta poco conocida en el país, con las banderas de muchas batallas.
También se suman turistas del fin de semana largo, algunos de los cuales han ido a conocer el sitio del corte, el ya mítico Alto Carrizal, que se sigue manteniendo con guardias permanentes. Han sido convocados por la propaganda boca a boca o con pequeñas mariposas, que todos recibieron con entusiasmo y solo un minúsculo grupo mira con disgusto.
De repente, el anuncio que todos esperan, han llegado los de Famatina, los perseguidos e imputados. Con el intendente y el cura, las ya heroicas mujeres de la Asamblea del Pueblo de Famatina a recibir la solidaridad del pueblo chileciteño.
Y ahí nomás se arma la marcha de antorchas, más gente que antorchas, pero muchísimo entusiasmo. La columna rodea por dos veces la plaza y se va engrosando. Refuerza sus gritos cuando pasa frente a Tribunales.
Final con acto. Los oradores no parecen importantes, son Marcela, o Carolina, o Karina, que relatan con sencillez los últimos hechos: La visita provocadora de la diputada oficialista Olima, la reacción del pueblo de Famatina y los 17 procesos abiertos para intimidar la lucha.
Habla un intendente que sigue a su pueblo y un cura sencillo, que también ha sido procesado.
Pero algo nuevo ha sucedido. Hasta ayer nomás un obispo complaciente con los poderosos pensaba no renovar su contrato como párroco de Famatina. Hoy ese mismo Obispo, junto a 30 curas de La Rioja, han firmado una carta de solidaridad, que leída en la Catedral de La Rioja el Jueves Santo ha provocado largos minutos de aplauso…
También llega la solidaridad de las Asambleas de la ciudad de La Rioja, de la Costa, de Sanagasta, y del pueblo de Andalgalá (Catamarca), que hasta ahora ha frenado la nueva mina en Agua Rica, con palos, represión y juicios.
El final es el anunciado. El grito de Famatina no se toca, suena verdadero en la noche fresca de Chilecito.
Una gesta poco conocida
¿Será que estamos a 1.200 km de Capital, en pequeños oasis de riego en el medio del desierto riojano?
¿Será que los protagonistas principales son más mujeres que hombres, todos muy sencillos, de Famatina y La Rioja?
¿Será que La Rioja es una de las provincias más despobladas y pobres de una Argentina dependiente?
La magnitud de lo hecho, recién lo entendí en profundidad, cuando conversando con una de las militantes de Famatina me dijo: “A veces me siento cansada, tengo todos los problemas encima… Cuando comencé a luchar creí que iba ser una lucha corta, íbamos a pelear al todo o nada porque el cerro es el agua, es la vida… Pero ya llevamos siete años y a veces vuelvo a pensar, ojalá que vengan de una vez con todo, porque van a seguir viniendo por la mina y vayamos al enfrentamiento. Esto es todos los días, todas las horas”.
Traté de animarla diciéndole que bueno, que muchos empezamos creyendo que era pronto y rápida la revolución y que se había ido la vida en esa lucha. Y me sorprendió totalmente contándome que su padre, en el Cordobazo había estado a la cabeza de la Fábrica Militar de Aviones. “Los padres no nos contaban eso, nos enterábamos de costado, pero algo habrá quedado en la sangre”. Sin pensarlo mucho, le dije, nosotros a eso le llamamos “memoria histórica”.
En la plaza me enteré que el 24 de marzo de este año, apareció una mujer que contó por primera vez, después de 37 años cómo había muerto baleado en sus brazos, su marido por ser un “laico de Angeleli”.
Solo así, en el marco de una provincia donde las raíces originarias están a flor de piel, donde el federalismo duele, donde la opresión feudal se continúa hasta nuestros días, donde el servilismo de los gobernantes a los poderosos, a los terratenientes, a las mineras es mayúsculo, se entiende que se haya parido esta lucha y que se mantenga con firmeza.
¿Será que existe de verdad la memoria histórica de los pueblos? ¿Será que resurge de manera original la resistencia de los originarios en la Guerra Calchaquí, liderados por el cacique Chelemín, descuartizado como Tupac Amaru en la plaza de Londres (Catamarca) a pocos kilómetros de allí, el aporte riojano a la lucha por la independencia, la resistencia de los caudillos federales (estamos en la patria del Chacho, de Felipe Varela), la lucha de los sacerdotes y laicos dirigidos por monseñor Angelelli?
Famatina es América toda
En un reciente encuentro de fuerzas de izquierda en el Ecuador, se pasaba revista a la brutal ofensiva de todos los imperialismos sobre las riquezas mineras, de los viejos y de los nuevos imperialismos, como ahora principalmente el chino. De cómo vienen por el cobre, por la plata, por el oro, y ahora también por el uranio y por el litio.
Y se contaban las experiencias de lucha contra la megaminería explotadora, contaminante, vaciadora del agua, de la vida, de la población. Anunciando inversiones a favor del pueblo, del mismo modo que Colón mostraba espejitos de colores. Y la entrega asquerosa de gobiernos, autotitulados “progresistas” al servicio de esos monopolios asesinos.
Las luchas en Colombia, la marcha multitudinaria por la vida en Ecuador, la lucha contra el proyecto Conga en Cajamarca (Perú) que se ha cobrado decenas de vidas de campesinos por la represión. Pero en todos los casos con grandes costos, han podido avanzar.
Famatina, Esquel, Loncopué alumbran un camino de triunfo sobre la base de una lucha decidida de todo el pueblo. Con dirigentes que comenzaron con esperanzas de apoyo por parte del gobierno nacional y aprendieron duramente que tenían que buscar su fuerza abajo y desde allí aprovechar todos los resquicios para pelear. A fuerza de impedir divisiones y provocaciones, resistir represión abierta, intentos de soborno y campañas de desprestigio.
Siete años, 2.700 días de lucha, hasta con piquetes a 2.500 metros de altura, con diez grados bajo cero, lograron expulsar de Famatina a la todopoderosa Barrick, a los chinos, y ahora a la Osisko.
Pero las empresas mineras, el entreguista gobierno de Cristina Kirchner, el indigno gobernador Beder Herera, van a insistir. Se trata de una viga maestra de la explotación de América.
En Chilecito, en Famatina están claros, van a volver por el cerro. Y ellos van a volver a resistir fortalecidos por la experiencia y los triunfos obtenidos. Y por eso en la Plaza de los Caudillos Federales hubo un solo pedido a los que no éramos de allí: Que difundamos, que contemos, que extendamos la lucha contra la megaminería saqueadora y contaminante, que ayudemos a romper el cerco de silencio, que contemos, que contemos.