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05 de junio de 2013

¿Para qué sirve el periodismo?

7 de junio, Día del periodista

Cada 7 de junio se conmemora en nuestro país el día del periodista. Fecha establecida en 1938 por el Primer Congreso Nacional de Periodistas celebrado en Córdoba, en recuerdo del primer medio de prensa con ideas patrióticas, ya que un 7 de junio pero de 1810 Mariano Moreno fundaba la Gazeta de Buenos Ayres, primer periódico de la etapa independentista argentina. La Primera Junta indicó por decreto su fundación por ser necesario anunciar al público los actos oficiales y las noticias exteriores y locales. Sus primeros redactores fueron Mariano Moreno, Manuel Belgrano y Juan José Castelli.
Desde aquellos años de la Revolución de Mayo hasta nuestros días litros de tinta, han corrido bajo los puentes del oficio, pero sin embargo algunos debates en torno a al periodismo se encuentran hoy, como ayer, al rojo vivo.
Durante la crisis de 2001, en medio de un estado asambleario y de una enorme rebelión popular que apuntaba sus cañones a las principales instituciones del Estado, los medios de comunicación, y el periodismo particularmente, no quedaron por fuera de aquella tormenta. Y es que allí, como sucede en los momentos de crisis, quedó claro el rol que los grandes medios de comunicación están llamados a tener en este estado de las cosas. Durante aquellos meses y los posteriores, la cara más descarnada de quienes querían retomar la senda del status quo institucional aparecía reflejada día y noche en los medios propiedad de los grandes monopolios.
Pero por otro lado, también emergían a la superficie los otros medios. Y es que en medio de un gran torrente que encontraba la solución a sus necesidades en el concepto “de tomar los problemas en nuestras propias manos”, la creación o en la mayoría de los caso la potenciación de medios alternativos de comunicación que habían incubado durante las luchas contra el menemato era casi previsible.
Hasta aquellos días el gran periodismo o la prensa privada era un tema incuestionable, o por lo menos poco cuestionado. Encuestas del año 2000 ubicaban a la prensa como la institución más creíble solo superada por la iglesia. Y fue la gente en la calle, que protagonizaba una realidad que era reflejada distorsionada o directamente ocultada por los canales y diarios de los grandes grupos, la que fue aprendiendo a no creer. Desarmando esa idea de que si “lo dijo la TV debe ser cierto”.
Siempre recuerdo que el 19 de diciembre (creo que fue el 19), una imagen de uno de los canales de noticias me impactó. El notero comenzaba a hacer su salida desde la Plaza de Mayo, y la gente comenzaba a agolparse alrededor. Y empezaban a increparlo. A gritarle. “Dejen de mentir”, “Digan la verdad”, “Porque no cuentan cómo nos reprimen”. Hasta que la situación insostenible llevó al movilero a dar un apresurado pase a estudio y quién sabe cómo, zafar de aquella encerrona colectiva.
Ese descontento, ese “nos mean y la prensa dice que llueve”, redefinió el escenario del periodismo para los siguientes años, y fue el impulso que luego dio fuerza a la posibilidad de una nueva Ley de Medios. Bandera que el kirchnerismo supo tomar para polarizar la discusión política e impulsar sus propios intereses, y que los medios alternativos, democráticos y populares venían gestando desde hace más de dos décadas.

 

La disputa Gobierno-Clarín
El enfrentamiento del gobierno con el grupo Clarín, luego de haber sido principal sostén comunicacional de la primera etapa de la gestión de Néstor Kirchner, profundizó aquellos debates abiertos en 2001. Entre ellos, uno de corte ideológico/filosófico, minó algunos conceptos aceptados tradicionalmente en el periodismo. El debate impulsado por el kirchnerismo de la imposibilidad de ser objetivos, y de la existencia de tantas realidades como miradas existen sirvió doblemente, por un lado para desacreditar la supuesta independencia de los grande monopolios mediáticos y por otro para abrir la puerta a las justificaciones inescrupulosas del llamado “periodismo militante”.
El grupo Clarín, y la prensa burguesa en general, basan su credibilidad (y desde allí su poder) en la idea de objetividad e independencia de la mirada de la realidad que sus medios transmiten. Esa fue la línea de flotación que el kirchnerismo atacó para desacreditarlo, y por supuesto restarle poder. Pero en esa línea argumental también incubaba la idea del periodismo militante, una idea tan perversa y deshonesta como la misma “objetividad” clarinista. No importa qué pase. La realidad no existe. Lo importante es como se lo cuenta, y en todo caso quién lo cuenta. El relato estaba naciendo en su expresión más pura.
Este proceso fue acompañado por la adquisición de gran cantidad de medios por parte de empresario afines al gobierno (CN23, C5N, Telefe, etc.) y por un afianzamiento del reparto discrecional de la pauta oficial, que paso a funcionar como venía funcionando la coparticipación a las provincias, una herramienta para presionar a líneas editorial adversas.

 

Los periodistas populares frente a esta disputa
Y es en ese escenario polarizado por el gobierno silenciando las luchas populares, los efectos antipopulares de “el modelo” o las represiones a los luchadores; y el grupo Clarín impulsando o desestimando candidatos u opiniones según su conveniencia y sus intereses es que los periodistas populares venimos desarrollando nuestro oficio.
En medio de esa disputa, durante estos años fue emergiendo desde diferentes aristas otro periodismo. Tanto desde el interior de algunas redacciones o canales grandes de la mano de periodistas que se niegan a mentir por órdenes de la línea editorial o que eligen decir la verdad a pesar de las sanciones o problemas laborales, como desde los medios digitales o Internet, pasando por experiencias de medios barriales, y con el gran impulso que dio a la difusión de otras agendas periodísticas la expansión de las redes sociales, una corriente de periodistas que entiende que Clarín miente, pero que los medios afines al gobierno también, se fue abriendo paso.
De la mano de la difusión de las luchas ambientales, las luchas obreras, las de los pueblos originarios y la de los sectores populares en general, se fue haciendo visible que era posible hacer periodismo comprometido, sin comprometer a la verdad. Y es que para los periodistas que entendemos que el mundo debe cambiar, mejorar y ser más justo, decir la verdad y mostrar la realidad de la manera más fiel no solo es posible, sino que es necesario… indispensable.
Solo aquello que se conoce en profundidad, aquello a lo que uno ha llegado a la esencia, es aquello que se puede cambiar. Y de acá se desprende también el carácter reaccionario de la idea del relato. La idea de que existen tantas realidades como miradas, y de que no se puede conocer la realidad incuba dentro, la idea de que la realidad que vivimos no puede ser modificada.
Con la convicción de que el periodismo popular tiene las de ganar, porque tiene de su lado la obstinada potencia de la realidad, es interesante al respecto lo que escribía hace más de 30 años el periodista chileno Camilo Taufic en su libro Periodismo y lucha de clases: “Pero los hechos son porfiados, y aunque los diarios burgueses los tergiversen o los aíslen, siempre la realidad es más fuerte que su reflejo y termina por desbaratar los castillos de naipes de los reaccionarios, que deben pasar de la “objetividad” a la propaganda abierta y viceversa, una y otra vez, sin lograr deshacerse de la imagen de su propia declinación cada vez más nítida en sus columnas”.
Por eso, este 7 de junio, a 203 años de que Mariano Moreno junto a un grupo de patriotas dieran nacimiento al instrumento patrio para la difusión de las ideas que por aquellos años intentaban engendrar una patria diferente, liberada de las cadenas de los imperios y en pos del mejoramiento de la vida de la novel nación, festejamos el día del periodista y brindamos con todos aquellos que están convencidos que lo esencial del periodismo es contar la verdad. Esa verdad, que pueda darnos un poco más de libertad y herramientas para cambiar este injusto mundo en el que vivimos. Porque si el periodismo no sirve para eso, no sirve para nada.