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21 de agosto de 2013

Cristina y las corporaciones amigas

La disputa en el bloque hegemónico de las clases dominantes

 En su discurso del 14 de agosto en Tecnópolis, luego de querer tapar los resultados electorales con el dato de una escuela del interior de Formosa, que atribuyó a su “amistad” y la de Gildo Insfrán con la comunidad qom del lugar (ver arriba), la presidenta Cristina Fernández enfiló contra la mayoría de los votantes supuestamente influenciados por “la tapa de los diarios”, que habrían sido embaucados, pues “los intereses que hoy están enfrentando este proyecto no van con nombre y apellido en las listas, tienen representantes o gerentes en las listas pero están afuera. Cuando Wall Street se pone contento, muchachos preocupémonos, porque cada vez que se pusieron contentos ellos, a nosotros nos fue muy mal en la Argentina”.
Con esto pareciera que Cristina quiere emular a Perón en su denuncia al imperialismo norteamericano, aunque después trate de meternos por la ventana no solo al imperialismo rival, el de China, sino incluso a monopolios norteamericanos como Chevron, para no referirnos a sus buenas relaciones con otros monopolios de ese origen, como los del automotor (Ford, General Motors) o los exportadores (Cargill, Bunge). Pero no, ella trata de desmerecer el resultado electoral, pues su interlocutor no es el pueblo sino los otros sectores del bloque hegemónico de las clases dominantes vinculados a los distintos imperialismos que se disputan el dominio del país, sobre los que quiere mantener su dirección en asociación con el imperialismo de China (como ocurre, por ejemplo, con Electroingeniería en las represas de Santa Cruz, donde estará hoy).
Desde esa ubicación, y utilizando su posición en el gobierno del Estado, es que les dice a los otros sectores del bloque hegemónico que le discuten su dirección que “donde haya errores los corregiremos, porque tampoco somos obcecados ni tontos pero queremos discutirlo en la mesa grande, con los verdaderos jugadores, no con el banco de suplentes que me ponen en las listas. Quiero a los titulares para discutir, quiero a los directores técnicos para discutir, los suplentes no me sirven. Yo no soy suplente de nadie, soy presidenta de los 40 millones de argentinos y quiero discutir con la UIA, con los bancos, con los compañeros (¿?) de los sindicatos, con los verdaderos actores económicos, con los titulares, esto no es un partido para suplentes, es un partido para titulares de intereses y representaciones” (¿como ella?).
Así queda claro que esta vez ni siquiera habrá “chamuyo” para sus rivales en política, como hizo tras las elecciones de 2009 cuando todavía vivía su marido, sino que hará un debate restringido con los sectores empresariales y gremiales afines al “modelo K”, a los que quiere seguir dirigiendo, ya que como había dicho minutos antes: “yo quiero convocar a un debate en serio, pero con los sectores, con la Asociación de Bancos, con la que conduce el banquero Jorge Brito por ejemplo, a ver qué es lo que quieren hacer con las finanzas del país; vamos a reunirnos con la Unión Industrial también para ver qué es lo que proponen, cuáles son los beneficios que reciben desde la promoción pasando por los beneficios de los subsidios. Vamos a sentarnos con los trabajadores también, con nuestros (¡sic!) compañeros los trabajadores de la Confederación General del Trabajo para discutir las cosas que tengamos que discutir pero en serio, con todos en la mesa”. Esos “sectores”, a los que Cristina considera “sus pares”, son los que van hoy a negociar a Santa Cruz y a quienes ella se ofrece como la única que puede garantizarles “gobernabilidad”, amenazándolos con “ella o el caos”.