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21 de agosto de 2013

Estado de sitio en Egipto

Miles de muertos y heridos

 
 El gobierno surgido luego del derrocamiento del presidente Morsi el 3 de julio pasado ha entrado en un curso represivo brutal, con un saldo de centenares de muertos y heridos, atacando los campamentos y manifestaciones de la Hermandad Musulmana, el partido del depuesto presidente. Además, han establecido el Estado de Sitio.

 
 El gobierno surgido luego del derrocamiento del presidente Morsi el 3 de julio pasado ha entrado en un curso represivo brutal, con un saldo de centenares de muertos y heridos, atacando los campamentos y manifestaciones de la Hermandad Musulmana, el partido del depuesto presidente. Además, han establecido el Estado de Sitio.
El actual ministro de Defensa, Abdul Fatah Khalil Al-Sisi, quien es de hecho el máximo gobernante, ha reforzado la presencia del Ejército en todos los ámbitos de la vida política nacional a partir del 3 de julio, manteniendo los vínculos militares y políticos con Estados Unidos, y ratificando acuerdos con el Banco Mundial y el FMI que profundizan el ajuste.
Recordemos que el 3 de julio, el ejército se puso a la cabeza de un golpe contra Morsi, en medio de una oleada de manifestaciones populares de repudio a las políticas del presidente depuesto, políticas que agravaron la situación económica de amplias masas, y que intentaron imponer medidas profundamente antidemocráticas.
El Ejército egipcio y sectores de las clases dominantes opuestos a la Hermandad Musulmana, aprovecharon así la división del movimiento popular, que venía de derrocar hace tres años al odiado régimen de Mubarak. En ese momento el pueblo estaba unido, incluso la Hermandad Musulmana se había sumado tardíamente a la revuelta popular contra Mubarak.
Luego se sucedieron varios hechos, con un gobierno interino que “supervisó” las elecciones que dieron el triunfo a Morsi, mientras seguían las luchas obreras y populares, que no pudieron coronar un gobierno. 
Morsi había trabajado anteriormente para la NASA y sus hijos tienen ciudadanía estadounidense. Ya en el gobierno, hizo un acuerdo con el FMI de préstamos con condiciones de ajuste. Garantizó impunidad a los negociados económicos de las Fuerzas Armadas egipcias. Impuso una Constitución con medidas antidemocráticas, incluyendo imposiciones religiosas. Ya antes y después de su asunción fueron perseguidos dirigentes sindicales y de izquierda que encabezaron la lucha contra Mubarak. La oposición fue divida a las elecciones que ganó Morsi. 
La política de Morsi aceleró el descontento, lo que permitió al gobierno golpista surgido el 3 de julio contar con una heterogénea coalición de apoyo de sectores políticos y sociales. Formaron parte de este gobierno sectores islamistas moderados, sindicalistas surgidos del proceso de lucha contra Mubarak, y el premio Nobel de la Paz Mohamed el Baradei, quien renunció a la vicepresidencia tras la masacre del 14 de agosto. El Baradei es la cara más visible de la ruptura de la coalición gobernante.
El gobierno de facto, y las potencias imperialistas que trabajan para tratar de llevar agua para su molino en medio de la creciente crisis egipcia, con esta masacre, buscan fortalecer el poder del ejército, y promover divisiones y enfrentamientos que debiliten el curso de la lucha popular. Exacerban divisiones religiosas y nacionalistas, intentando desviar los reclamos sociales de millones de egipcios sobre los cuales se pretende descargar el peso de la crisis.
Si bien el blanco de la represión son los Hermanos Musulmanes, repudiados por amplios sectores de las masas e incluso acusados de terrorismo sobre la población, el curso abiertamente represivo busca enchalecar a la poderosa clase obrera egipcia, que incluso luego del golpe del 3 de julio protagonizó grandes huelgas como las ocurridas en la industria textil. Durante todo este tiempo siguió la persecución por parte de las fuerzas represivas del Estado hacia una parte de los dirigentes sociales, sindicales y políticos surgidos al calor de la lucha contra Mubarak.
Asistimos a una feroz disputa entre sectores de las clases dominantes en Egipto, y no se conoce por el momento las posibilidades de terciar por parte de las fuerzas obreras y populares.