En un reconocimiento de que la economía de Estados Unidos sigue sin poder despegar de la crisis más prolongada y profunda que vive desde los años 1930, la Reserva Federal (la Fed, el Banco Central de ese país) se ha visto obligada a declarar que mantendrá por tiempo indeterminado su programa de emisión monetaria para la compra de bonos y títulos hipotecarios por 85.000 millones de dólares al mes (en total ya llevan lanzados 3,6 billones de dólares). Es decir, que va a continuar con la tercera ronda (que viene aplicando desde septiembre del año pasado) del programa conocido también como “relajamiento cuantitativo monetario”, para mantener bajas las tasas de interés.
Es que, por un lado, a pesar que ya se cumplieron cuatro años que se dio por finalizada oficialmente a la recesión, hay 11,3 millones de desocupados plenos y 10,6 millones de personas subempleadas –forzadas a trabajar a tiempo parcial–, sin contar los que han dejado de buscar trabajo.
Por otro lado, la simple insinuación en el mes de junio, de que la Reserva Federal contemplaba una reducción del programa de compras de bonos, ya de por sí ha provocado una elevación de las tasas de interés a largo plazo en el mercado estadounidense (de 1,6 a 3%), interrumpiendo la recuperación del sector inmobiliario, y desatando una ola de ventas masivas de acciones y divisas en los llamados mercados emergentes.
Todo esto en un contexto en que se agudiza la tensión entre la administración demócrata de Obama y la mayoría republicana en el Congreso, que se niega a aliviar el programa de recortes de gastos y a ampliar el techo del endeudamiento al gobierno, lo que al decir del propio Obama podría “provocar una nueva crisis económica” (El Universal, 16/9/2013).
Pese a que la Reserva Federal continúa manteniendo la tasa de interés de corto plazo en 0% (negativa frente a una inflación del 2%) y al anuncio de que continuará con su política monetaria expansiva, la tasa de interés a largo plazo en el mercado (10 años) supera el 3% anual perjudicando la inversión, debilitando aun más la ya débil recuperación. El estancamiento con inflación es un fantasma que ronda la economía norteamericana.
Algunos problemas en China
En tanto China, la segunda potencia económica mundial, viene afrontando también serios problemas. Según la Oficina Nacional de Estadísticas (ONE), el crecimiento del país descendió a 7,5% interanual en el segundo trimestre de 2013, frente a un máximo de 14,8% en el mismo lapso de 2007.
Durante décadas, la nueva burguesía monopolista china utilizó una fórmula sencilla para acelerar su expansión. Combinó cantidades abundantes de mano de obra barata con una inversión fuerte en infraestructura y plantas nuevas, aprovechándose de los avances económicos y sociales producidos por la revolución dirigida por el Partido Comunista encabezado por Mao Tsetung.
La inversión extranjera entró a raudales y China se convirtió en la fábrica del mundo. El crecimiento económico anual promedió 10% en las décadas de 1980, 1990 y 2000, según la ONE.
Pero ahora, el flujo de trabajadores con sueldos bajos se está secando y las inversiones en maquinaria nueva y otras no rinden tanto como antes.
La demografía juega un papel importante en este cambio de tendencia. La población en edad productiva se redujo en 2012, en parte debido a la política de hijo único que disminuyó la tasa de natalidad. Según proyecciones de las Naciones Unidas, entre 2010 y 2030, la fuerza laboral china perderá 67 millones de trabajadores, más que toda la población de Francia.
Con menos trabajadores disponibles, los salarios han subido, lo que ha llevado a algunos fabricantes a trasladarse a países rivales más baratos, como Bangladesh y Vietnam. El crecimiento de las exportaciones también se ha precipitado, desde un promedio de 30% al año entre 2003 y 2007 a 9,2% en los primeros ocho meses de 2013, según la Administración General de Aduanas.
La acumulación de problemas de China no quedó al descubierto inmediatamente. En gran parte, fueron disimulados, después de la crisis financiera global, por los billones de dólares en crédito que el gobierno inyectó en la economía. Este estímulo mantuvo el motor de crecimiento en marcha mediante la construcción de vías férreas, carreteras y otros sistemas de infraestructura.
La economía china recientemente ha logrado frenar su deterioro, gracias en parte a que una nueva dosis de dinero fácil, que ayudó a mejorar sus datos de producción industrial y otros indicadores clave. Pero, todo hace prever que China continuará pasando apuros incluso para sostener su actual ritmo de crecimiento. Si bien el país sigue siendo el mayor exportador del mundo, está perdiendo poco a poco parte de su potencia. El alza en los niveles de deuda intensifican los vientos en contra.
El consumo doméstico en China ronda el 36% del Producto Interno Bruto, según ONE. Eso se compara con 70% en Estados Unidos. La conclusión: China sigue dependiendo de las exportaciones y la inversión gubernamental para impulsar su crecimiento.
Los peligros de la dependencia excesiva de las exportaciones empezaron a quedar en evidencia a finales de los años 90, cuando la crisis asiática arrastró a algunas empresas a la quiebra. La crisis financiera de 2008 empujó a muchas otras al abismo. Las fábricas que quedan generan menos ganancias. Tanto el alza de los salarios como del yuan, que se ha fortalecido 34% frente al dólar desde 2005, vienen causando estragos. n
Fuentes: The Wall Street Journal, “La falta de claridad de la Fed provoca malestar en los mercados” y “El auge y caída de una ciudad ilustra los retos que afronta China”, en La Nación, 20/09/2013).