Ricardo Fierro, miembro del Comité Central del PCR y secretario de la JCR en los años que Quebracho era secretario de Organización, recordó que “el momento de la vida de Manuel acá adentro fue el más duro, y a la vez el más heroico, porque de su silencio dependía la vida de muchos de nosotros. Muchos no estaríamos aquí sin ese heroico silencio de Manuel. Conocer este lugar que aloja tanta sangre, tanta porquería de esa cloaca de la dictadura, casi debería ser un deber para los jóvenes… Estoy convencido que en Manuel Guerra estamos homenajeando a los 1.500 secuestrados y torturados acá, y a los 30.000 detenidos desaparecidos. Todos son uno solo y la lucha del pueblo argentino es y va a ser por todos, hasta conquistar la justicia para todos ellos.
Quiero referirme a tres momentos de la vida de Manuel, que era un joven como muchos de los que están acá, rebelde, que abrazó las ideas de la revolución y el comunismo. Entre sus tareas como estudiante secundario estaba el ir a las fábricas para llevar los volantes de las agrupaciones clasistas, los del Partido. Ahí conoció a los mecánicos, y terminó siendo mecánico. Cuando llegó a las fábricas mecánicas a organizar a esa juventud del Smata que se había recuperado y dirigía René Salamanca, había una gran efervescencia. Discutían el convenio sección por sección, y se logró el mejor convenio de la historia de los mecánicos. Se discutía también a quién golpear en política. En el activo de los mecánicos se decía ‘al gobierno nacional’, y había una mayoría de obreros peronistas, silenciosa. Ellos decían ‘este gobierno nuestro es débil’ para enfrentar lo que le está haciendo el gorilaje golpista. ‘No cambiamos gobierno por reivindicaciones’. Eso era lo que venía por abajo. Hubo una histórica asamblea, luego de la cual Salamanca, junto con Gody Álvarez y Otto Vargas, recogieron ese pensamiento de las masas y trajeron al Partido esa discusión, por lo que decidimos salir a jugar con todo contra el golpe de Estado. Ese era nuestro enemigo. Eso fue una batalla política enorme entre los mecánicos, en la que Quebracho y esa juventud sindical jugaron un gran papel. Y miles y miles de mecánicos se pronunciaron contra el golpe de Estado venga de donde venga. Hicieron movilizaciones multitudinarias, apretaron a la Multipartidaria, donde estaban el PJ, la UCR, la Democracia Cristiana, el Partido Intransigente, para que se pronuncien contra el golpe de Estado. Presionaron a la CGT y pusieron el tema del golpe de Estado sobre la mesa. Esa fue una gran tarea de Quebracho, difícil tarea.
La segunda gran obra de Quebracho, organizando a la juventud comunista en la clandestinidad para resistir, no para esconderse y desensillar hasta que aclare. Organizando para guarecerse y poder actuar. Ahí se preparaba esa primera huelga nacional de los ferroviarios, por sus reivindicaciones y en los hechos contra la dictadura. Y Manuel viajó a Rosario, donde estaba organizada la Juventud Sindical ferroviaria, que dirigíamos, y trabajando con los peronistas ferroviarios que eran antigolpistas. Los ferroviarios, al igual que los obreros de muchas fábricas, pararon el 24 de marzo de 1976, fueron 300 fábricas en las que los obreros abandonaron las plantas ¡y eso no se sabe! ¡Eso no se dice!
En la clandestinidad se organizó ese paro ferroviario. En los talleres de Pérez, donde trabajaban miles y miles de ferroviarios, esos obreros peronistas, con la juventud sindical, organizaron ese paro que se hizo en todo el país, y fue el primer paro nacional contra la dictadura.
Otra cosa para recordar de Quebracho, entre tantas, es que fue a China. La Juventud Comunista de China invitó a una delegación de la JCR, y el Negro fue parte de esa delegación. El Negro vivió, palpó el socialismo. Era como tocar el cielo con las manos. Pero no un cielo monocolor, sino que era ver en vivo y en directo una revolución dentro de la revolución. Millones y millones de obreros y campesinos, muchísimos de ellos jóvenes, defendiendo la revolución que habían hecho, y peleando para profundizarla. Denunciaron a esas camarillas, esos elementos de la burguesía que diez años después, porque la lucha duró 10 años, restauraron el capitalismo y transformaron a esa China revolucionaria donde no había hambre, donde había educación, en esta cloaca donde millones son empujados al hambre para que vayan a trabajar en las empresas imperialistas que invierten ahí, por uno o dos dólares diarios, para hacer de China una potencia imperialista.
Digo estas cosas porque el mundo cambió. Aquella Argentina del Cordobazo, convulsionada por la lucha contra la dictadura de Onganía. Aquella América Latina y aquel mundo conmovido por la Revolución Cubana, el Mayo Francés, la lucha del pueblo vietnamita, esa revolución dentro de la revolución de los chinos, no existe más. El socialismo fue derrotado. Vinieron todas las teorías según las cuales somos dinosaurios. Y si no, somos utópicos nostálgicos del pasado. Eso se dice de los que seguimos pensando y trabajando por la revolución como quería Quebracho. Y este mundo, al que nos pintan como eterno, hace cinco años que vive la crisis más terrible de la historia del capitalismo. Dejó en la calle y en el hambre a millones y millones, y lo que le preocupa a los gobiernos es hacerle pagar la crisis a los trabajadores y a los pueblos, que no son responsables de esa crisis. Entonces se alzan los pueblos, y hay rebeliones, y voltean gobiernos, y entonces, pensamos, volvemos a afirmarnos que no es cierto que seamos utópicos. Aramos en tierra fértil, porque ese camino que trazaron gente como Quebracho, Gody Álvarez, Angel Manfredi, Enrique Rusconi, esas Madres como Azucena Villaflor, esos curas como el padre Mugica, jóvenes peronistas, radicales, de muchos partidos, fue en tierra fértil. Y hoy en el mundo millones recorren esa senda que abrieron los que lucharon y dieron su vida, su libertad, que fueron torturados, en aquellos años. Por eso no trabajamos en vano, trabajamos para un futuro que no sabemos cuándo va a suceder. Tampoco lo sabían Moreno, Belgrano, Artigas, Güemes, en esos tiempos cuando la Europa reaccionaria dominaba el mundo. Después liberaron América del Sur, y quisieron llegar hasta California. Las luchas y los hechos de los 30.000 desaparecidos han hecho ese camino, y nosotros tenemos que tener la voluntad y la decisión de llevar adelante esas banderas, con la firmeza y la voluntad con que el Che decía ¡hasta la victoria siempre!