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13 de noviembre de 2013

“Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos”

Un viejo debate entre intelectuales argentinos

Estas palabras del gran poeta Neruda se aplican muy bien a varios de nuestros intelectuales de mayor renombre. Días pasados, uno de ellos, Carlos Altamirano, afirmó en un reportaje: “Cuando yo era joven y estaba en la izquierda, la izquierda hablaba en nombre del futuro. Hoy tenemos una parte muy grande de la izquierda cuya preocupación central es cuál es la versión del pasado que se debe transmitir en la escuela, en la universidad, en los medios. Y creo que está el riesgo de que la izquierda pierda la imaginación del futuro” (lanacion.com, domingo 29 de septiembre de 2013). 
Manera elegante la de Altamirano de secundarizar la batalla por el pasado que se libra con virulencia en estos años, particularmente con el kirchnerismo, que pretende llevar su “relato”, también a la historia reciente de la Argentina. Pero dejemos para otro momento si es cierta esta afirmación, porque sus declaraciones nos recordaron una importante polémica entre intelectuales, que lo tuvo como protagonista “Cuando era joven y estaba en la izquierda”, más precisamente vinculado al PCR. 
Fue en 1975, cuando ya la maquinaria golpista que llevaría a la dictadura más sangrienta de nuestra historia, estaba en marcha. Altamirano, junto a Beatriz Sarlo y Ricardo Piglia, compartían el Comité de dirección de la revista Los libros, para una crítica política de la cultura. Esta importante revista cultural se editó entre julio de 1969 y febrero de 1976, y en ella colaboraron algunos de los más destacados escritores e investigadores de la época. Ese comité de dirección expresaba los acuerdos unitarios en el área cultural de Vanguardia Comunista, al que estaba vinculado Piglia, y nuestro Partido Comunista Revolucionario, con el que estaban relacionados Sarlo y Altamirano.
 
Diferencias sobre el gobierno de Isabel Perón
El debate se dio en torno a “Nuestras diferencias respecto a la caracterización de la coyuntura política nacional”, que -afirmaba Piglia en una columna publicada en la página 3 del Nº 40 de Los Libros, de marzo/abril de 1975 en la que renunciaba al Comité de Dirección- “se han agudizado en los últimos meses”. Quien se haría conocido internacionalmente años después con Respiración artificial y Plata quemada, afirmaba que “El eje de nuestra discrepancia es la evaluación del gobierno de Isabel Perón. Caracterizar a este gobierno como nacionalista y tercermundista significa, a mi juicio, no tener en cuenta que el sector de la gran burguesía hegemónico en él avanza cada día más en su política de claudicación y abierta conciliación con el imperialismo norteamericano…”. Decía Piglia que identificar la política del gobierno de Isabel “con la política de la dictadura militar proyanqui [de Onganía]  es confundir al enemigo principal. Pero apoyar a Isabel Perón y pensar que la presidenta resiste la ofensiva golpista es no tener en cuenta que la política represiva, reaccionaria y antipopular de Isabel Perón, en verdad, favorece el golpe de estado y alienta a los personeros del imperialismo yanqui que trabajan por la restauración”.
En la misma página, en otra columna, Carlos Altamirano y Beatriz Sarlo coincidían en que “La caracterización correcta del gobierno peronista, de la coyuntura actual y, en consecuencia de las políticas concretas que debemos desarrollar los revolucionarios y patriotas argentinos son el eje fundamental de nuestras discrepancias”. Luego de coincidir con Piglia en que “Isabel Perón no debe ser confundida con el imperialismo yanqui y sus aliados locales”, agregaban “pensamos además que la acción del gobierno peronista hegemonizado por un sector de burguesía nacionalista y tercermundista no puede ser definida políticamente al margen de la actividad conspirativa del imperialismo yanqui y el socialimperialismo soviético”.
Más adelante Sarlo y Altamirano decían que “En la presente situación, definir una colocación –junto al pueblo peronista- y disponerse a defender al gobierno de Isabel contra la alternativa de un golpe es defender en los hechos la independencia argentina y los intereses populares frente al expansionismo económico y político de ambas superpotencias”. Ambos intelectuales, bastante antes de su desbarranque hacia el campo de la socialdemocracia, afirmaban con justeza que los intelectuales no debían repetir el error de 1955, “no deben equivocar en 1975 su ubicación, debilitando la unidad del campo del pueblo y ensanchando así el campo de maniobras para la restauración proyanki o para un golpe de estado que se presente bajo las banderas de la democracia y el progresismo pero que en los hechos signifique la inscripción de nuestra nación en la órbita de otra superpotencia”.
Esta polémica aporta elementos de cómo fue la verdadera historia de la gran batalla antigolpista en la que nuestro Partido estuvo en primera fila. Además, en estos tiempos de tanta mediocridad en las discusiones, en los que el kirchnerismo pretende imponer su “relato” más por la patoteada que por el debate, es bueno refrescar esta confrontación de opiniones políticas hecha sin chicanas. Luego, mucha agua correría bajo los puentes para Piglia, Sarlo y Altamirano, pero esa es otra historia.