El declive del crecimiento de los llamados mercados emergentes, en los que se incluye a dos potencias imperialistas como Rusia y China, y la débil performance de los otros países imperialistas de América, Europa y Japón, ha llevado al Fondo Monetario Internacional a disminuir sus “previsiones” de un crecimiento global de 3,3% para 2014 a un más modesto 2,9%.
A su vez ha agudizado la llamada guerra de monedas entre los países y regiones económicas, como parte de la disputa por el mercado mundial. Los Estados Unidos han suspendido sin fecha el insinuado (a mediados de año) recorte de su política de “inundación” de dólares, al tiempo que el Banco Central Europeo (BCE) acaba de recortar sorpresivamente su principal tasa de interés un cuarto de punto hasta el 0,25%, un nuevo mínimo histórico. Busca así evitar un encarecimiento del Euro en relación a las otras monedas devaluadas, a fin de aumentar la competividad de sus exportaciones, sostenida en la mayor explotación de sus trabajadores. Es decir, aumento de la productividad y disminución de los “costos laborales” que, por ejemplo, en el caso de España superan un 30% en los últimos cinco años, con un costo social de más de 25% de desocupados (más del 50% en los jóvenes de hasta 29 años).
Este ejemplo de España lleva a un entusiasta de la vitalidad del capitalismo como Jorge Castro, a sostener que “la industria española converge con la alemana” (Clarín, 3/11/2013). Claro que no tiene en cuenta lo que reconoció Warren Bufffet, uno de los hombres más ricos del mundo, al responder a un periodista sobre la crisis: “Por supuesto es lucha de clases, y mi clase, la de los ricos, va ganando”. Pero, donde hay opresión, hay rebelión y se acumulan polvorines de odio de clase en todos los países del mundo.
El fin de la “convergencia”
Tras el desencadenamiento de la Gran Recesión en 2008, las llamadas las economías emergentes recuperaron fuerza debido a que los enormes estímulos monetarios y fiscales de China y otros países en desarrollo ayudaron a contrarrestar la caída en la demanda de Estados Unidos. La Reserva Federal de Estados Unidos apuntaló la expansión cuando inyectó crédito barato en esos mercados al imprimir dinero para estimular la economía estadounidense.
Sin embargo, el panorama comenzó a cambiar hace dos años. Esa recuperación ha caído marcadamente en los llamados mercados emergentes –tres puntos porcentuales desde 2010, a 5% sobre una base trimestral anualizada–, según el Fondo Monetario Internacional.
Ahora, la pregunta es qué provocó esta caída, y el debate gira en torno a si el declive es causado por problemas estructurales, y por ende es permanente, o si es el resultado de una caída temporal en el ciclo económico global.
Los “optimistas” enfatizan factores temporales, como el retiro progresivo de los programas de estímulo de los países en desarrollo, que hacen que la demanda global de exportaciones y los precios de los commodities caigan.
Los “pesimistas” argumentan que el llamado mundo “en desarrollo” ya ha cosechado las ganancias fáciles de la industrialización y muchos “países emergentes” afrontan limitaciones de capacidad. En muchos casos, sus poblaciones están envejeciendo y sus niveles educativos siguen siendo bajos. A esos problemas se les suma el hecho de que en un momento u otro las políticas de dinero fácil de Estados Unidos también serán desmanteladas, una realidad tan temida que hace poco la mera mención desató una fuga de capital de los “mercados emergentes”, y el fin paulatino del superciclo de materias primas.
Algunos analistas burgueses sostienen que países como Rusia y Brasil se encuentran abrumados por el alza de sus salarios, lo que margina del mercado global a muchos de sus bienes. Mientras tanto, estos países no pueden competir con los países industrializados en la producción de alta gama.
El modelo de expansión de China, impulsado por las inversiones, parece agotado a medida que más fábricas quedan ociosas y cae la productividad. Además, muchos países en desarrollo siguen agobiados por la corrupción y el proteccionismo.
Los economistas burgueses, según The Wall Street Journal, concuerdan en que los mercados emergentes deben llevar a cabo reformas a sus economías, como mejorar la infraestructura e impulsar la inversión en investigación y desarrollo, para poder remontar una senda de crecimiento sostenido.
Las disputas en China
En el caso de China, se señala que su principal traba es su dependencia de las improductivas empresas estatales. Algunos economistas advierten que cualquier agenda que haga hincapié en la reforma financiera –como plantea el “ala reformista” del imperialismo de ese país–, pero que deje intactos otros pilares de la economía, como las empresas estatales, podría ser contraproducente.
El “ala reformista” del Banco Central de China viene luchando desde hace tiempo por una de sus mayores prioridades, acelerar la apertura de China a los flujos de capitales extranjeros. Argumenta que alentar ese tipo de fondos les brindaría a los inversionistas chinos la posibilidad de diversificar sus portafolios mientras que las empresas más pequeñas tendrían un mayor acceso al capital extranjero. También podría intensificar la competencia entre las empresas estatales y obligarlas a tomar decisiones relacionadas a la rentabilidad de un proyecto, en vez de la política.
Por su parte, los “conservadores” señalan que muchos países se vieron perjudicados por los flujos de capital no regulados. El dinero que ingresa en grandes cantidades a un país puede crear burbujas de bienes raíces y otros activos, mientras que la fuga súbita de capitales puede dejar en grandes aprietos a los deudores.
Los “conservadores” sienten que han logrado algunos avances. El gobierno, por ejemplo, tomó nota de los problemas de Brasil e India para afrontar una veloz retirada de fondos luego de que la Reserva Federal de Estados Unidos insinuara en mayo que comenzaría a revertir sus políticas de estímulo. Los “reformistas”, ahora, señalan que China podría volver a imponer controles de capital si lo consideran necesario.