Los anarquistas eran hacia 1910 la corriente mayoritaria en el movimiento obrero organizado, principalmente en Buenos Aires. En su visión del concepto de patria, así como la valoración que hicieron del 25 de mayo de 1910, y del Centenario, se expresó su incomprensión de la importancia de los temas antiimperialistas y democráticos desde un punto de vista revolucionario. Incomprensión que era compartida por las otras dos corrientes: los socialistas y los anarquistas. Esto llevó a errar en el tipo de revolución necesaria en la Argentina, y consecuentemente qué política de alianzas para el proletariado, particularmente la relación con las luchas campesinas.
Uno de los principales dirigentes anarquistas, Eduardo Gilimón, justificaba de esta manera el cambio de nombre de la Federación Obrera Argentina por Federación Obrera de la Región Argentina: “Al fundar el cambio de nombre se hace presente que nosotros no debemos aceptar la división política del territorio, considerando que una nación es una región, una provincia: comarca y una ciudad: localidad… entrañaba un principio internacionalista, un desconocimiento del concepto de patria, ya que la palabra ‘regional’ indicaba que se consideraba al país solamente como una región del mundo y no como una nación”.
Esta concepción llevó a que el 6º Congreso de la FORA, con hegemonía anarquista, en el año 1906, en su resolución sobre las “Fiestas religiosas y patrióticas”, planteó: “El 6° Congreso aconseja a las sociedades de resistencia, exijan que se trabaje en los días de fiestas religiosas y patrióticas, por cuanto no debemos respetar ninguna de ellas”.
En 1910, la oligarquía dominante, con hegemonía de los bonaerenses, ya había impuesto su visión de “patria” al conjunto de la sociedad. Una “patria” donde se glorificaba al gaucho que antes se había combatido, se reivindicaba el castellano frente al “cocoliche” de los inmigrantes, y la bandera se usaba para reprimir a los originarios y al movimiento obrero.
A los dirigentes anarquistas les era ajena la conmemoración de la Revolución de Mayo, a la que caracterizaban de “revolución burguesa”. Pusieron el centro en los derechos obreros, la libertad de los presos tras las grandes luchas del año anterior, y la derogación de la ley de residencia. Por eso el dirigente anarquista Abad de Santillán dijo del Centenario: “El gobierno triunfó; pero la historia recordará que para celebrar la fecha de la Independencia fue necesario convertir a Buenos Aires en un campamento militar, con estado de sitio y con cárceles repletas.”