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05 de febrero de 2014

“El que apuesta al dólar pierde” (Lorenzo Sigaut, 1981)

La crisis cambiaria

Shock devaluatorio y shock financiero

Cuando en 1981 estalló la crisis, por los desequilibrios entre el dólar y los demás precios de la economía provocados por “la tablita de Martínez de Hoz (ahora le llaman “flotación administrada”), con el recambio en la dictadura de Rafael Videla por Roberto Viola fue designado ministro de Economía Lorenzo Sigaut, quien para conseguir dólares devaluó el peso e instauró el seguro de cambio por el que el Banco Central garantizaba que quienes ingresaran dólares, recibirían en el futuro también dólares al tipo de cambio que imperara en ese momento. Sigaut siguió con la “tablita”, mientras acentuaba la política inflacionaria para financiar el déficit fiscal. Así fue que cuando el desequilibrio dólar-peso estalló nuevamente, el Banco Central tuvo que afrontar la multitudinaria deuda que le dejó el seguro de cambio, que mandó al tacho de la basura su famosa frase: “el que apuesta al dólar pierde”.
El gobierno kirchnerista, que nunca llama las cosas por su nombre, de hecho ha impuesto un seguro de cambio con los bonos en dólares para ingresos por inversiones, a lo que agregó una letra ligada al dólar para que los monopolios exportadores de granos y sus derivados adelanten el ingreso de dólares a cuenta de lo que se va a vender a partir de marzo. Ahora, tras la brusca devaluación del peso (“deslizamiento”, lo disfrazan), como hizo Sigaut el gobierno kirchnerista sigue manteniendo la política inflacionaria y pretendiendo “pisar” al dólar con la “flotación administrada” (que es mucho más arbitraria e incierta que la “tablita”). Así nadie le cree que “el que apuesta al dólar pierde”.
Por otro lado, a la incertidumbre de la “flotación administrada”, que se refuerza con el uso de las reservas del Banco Central para pagar deudas en dólares, se agregan las distorsiones de un control de cambios tampoco asumido como tal. Por lo que cada “parche” que se aplica en este terreno, abre un agujero más grande. Desde el inicio del “cepo cambiario” nunca reconocido como tal, si bien se restringió la salida de dólares por algunos rubros, fueron mayores los daños que produjo en el ingreso de dólares, en particular por el turismo y las financiaciones del exterior.
De hecho se produjo un desdoblamiento del mercado cambiario tampoco reconocido, al hacer un dólar para viajes y tarjetas con el anticipo de impuesto del 20% después aumentado a 35%, se generó con el “cepo” un mercado paralelo “negro” (por su connotación discriminatoria le llaman blue, “azul”) con un dólar que cuesta por lo menos 50% más. Si en vez de esos parches se hubiera hecho francamente, sin eufemismos, un desdoblamiento del mercado oficial en un segmento comercial y otro turístico-financiero (como recomendaron economistas de su propio palo, como Aldo Ferrer), serviría al menos para captar la oferta de los turistas extranjeros –que en buena medida alimentan el mercado paralelo– y de financiamiento de importaciones (ni los imperialistas chinos quieren financiar sus ventas al “precio pisado” del dólar).
Ahora al dólar oficial devaluado a 8 pesos, se le ha sumado un dólar ahorro (también “administrado”) un 20% más caro, es decir a 9,60 pesos, y se mantiene el dólar turismo y tarjetas (éste con mayores restricciones para las compras por Internet) el 35% más caro, es decir a 10,80 pesos. Pese a esto, y a las mayores restricciones a las importaciones, abiertas (automotores y electrónicos un 20% menos que el primer bimestre del año pasado, con el consiguiente impacto recesivo en ambas ramas de la producción) y encubiertas (con mayores demoras en los permisos de importación, que afectan a otras ramas), el drenaje de reservas continúa lenta pero inexorablemente. De fondo porque el gobierno kirchnerista continúa con la política de ajuste inflacionario (por eso niega que exista la inflación), por lo que sigue la carrera entre el dólar y los precios. Con esta política los controles pierden toda efectividad; por el contrario acrecientan la disparidad entre los precios controlados (entre ellos el salario y los dólares oficiales) y los precios sin control, agravando los desequilibrios que provoca la propia inflación.
 
El shock financiero
Al shock cambiario que rebanó el poder de compra de los salarios, jubilaciones, planes, asignaciones, etc. –golpeando principalmente a todas las familias del pueblo–, el gobierno kirchnerista sumó una elevación de la tasa de interés de referencia del Banco Central del 15 al 25% (¡un 60%!). Esto impulsó un nuevo aumento en las ya usurarias tasas de los bancos, por ejemplo en descubiertos y tarjetas, con el golpe que eso significa principalmente para la pequeña y mediana producción y comercio, ya agobiada por esas tasas y las cargas impositivas.