Después de hablar con los representantes de los bancos extranjeros –de los monopolios imperialistas en el país–, el ministro Kicillof ha logrado “convencer al mercado” de que, al menos por algunos meses, regirá un “dólar de convergencia” en torno de los 8 pesos.
Después de hablar con los representantes de los bancos extranjeros –de los monopolios imperialistas en el país–, el ministro Kicillof ha logrado “convencer al mercado” de que, al menos por algunos meses, regirá un “dólar de convergencia” en torno de los 8 pesos.
Por un lado, a través del Banco Central emitió una circular que obliga a todos los bancos (incluidos los nacionales) a reducir sus tenencias de divisas en efectivo o bonos en dólares al 30% de su patrimonio, a la vez que les hace reducir al 10% los contratos de futuros de aquí a fin de mes, con la consiguiente baja en el dólar a futuro. Pero por otro lado abrió a los bancos y monopolios exportadores un “gran negocio” para especular con el peso, con el abrupto salto en casi diez puntos en la tasa de interés que propició el Banco Central en las últimas semanas (las subió del 16 al 28% promedio).
Así, durante unos meses, mientras el gobierno pueda mantener el dólar a 8 pesos, tendrán aseguradas en relación al mismo una tasa positiva fabulosa. ¿Qué esto puede durar pocos meses por el déficit que provocará al Banco Central? Bueno, para eso están los contratos de dólares a futuro, que el gobierno abarató con la circular del Banco Central o los seguros de cambio. También esto les cambió la estrategia financiera a los monopolios exportadores que empezaron a ingresar dólares: volvió el negocio de invertir pesos en los bancos tomando como contrapartida un seguro de cambio a la misma fecha y a la par.
¿Qué fue el Plan Primavera?
El plan Kicillof para llegar a abril, cuando esperan que comiencen a entrar los dólares de la cosecha de soja (“dios es argentino”, exclamaría Alfonso De Gracia en la película “Plata Dulce”), a los mayores nos trae a la memoria lo que fue el Plan Primavera de Raúl Alfonsín, lanzado en septiembre de 1988, tras la caída del Plan Austral de 1985 y el fracaso de los posteriores “australitos”.
Con ese plan, que acompañó el adelantamiento de las elecciones presidenciales, Alfonsín buscó ganar tiempo, dándole la seguridad al mercado de que el tipo de cambio se iba a mantener estable, al tiempo que subían la tasa de interés. Lo que se armó, en definitiva, fue una timba financiera por la cual se le ponía a la gente la zanahoria de una tasa de interés que podía ser negativa contra la inflación pero era altamente positiva si el tipo de cambio se mantenía estable. O sea que se ofrecía una gigantesca tasa de interés medida en dólares.
Ese plan duró solo 5 meses hasta el 6 de febrero de 1989, cuando el Banco Central no dio para más y tuvo que dejar de venderle dólares al mercado: el tipo de cambio se disparó, hubo corrida financiera y todo terminó en la hiperinflación. Con lo que volvió a demostrarse que no existe en el mercado el inversor que postergue indefinidamente una ganancia. En algún momento la realiza. Y esto puede suceder más temprano que tarde, si se mantienen y profundizan las causas estructurales de la inflación, con una política que descarga el ajuste y la crisis sobre los trabajadores y la producción nacional a través de la emisión monetaria, es decir, “profundizando el modelo”… inflacionario.
Lo que hoy estamos viendo nos recuerda el Plan Primavera: obligan a los bancos a vender su posición en dólares y ponen la zanahoria de la tasa de interés para que los productores y los monopolios exportadores no especulen con que el dólar va a subir de los $ 8, y no demoren la venta o la exportación de granos y apuesten a la tasa de interés.
El tema es que hoy para depósitos grandes están pagando una tasa de interés del 25%. Frente a la tasa de inflación es negativa, pero contra un dólar quieto durante un tiempo es fenomenalmente positiva. Esto quiere decir que, suponiendo que el tipo de cambio se mantiene clavado en $ 8 y la tasa en el 25% anual, el rendimiento en dólares es del 25% anual, lo cual hace que esa tasa de interés sea absolutamente inconsistente con cualquier inversión productiva, aunque en el corto plazo logre calmar el mercado de cambios. El Plan Primavera también logró calmar el mercado de cambios por unos meses, pero eso fue a costa de una “timba financiera” que hizo eclosión el 6 de febrero de 1989.
A los problemas estructurales de la inflación que no se resuelven, se suma que el Banco Central sigue emitiendo para financiar al Tesoro y paga una tasa de interés del 30% por los bonos que coloca en el corto plazo. Con lo que al déficit fiscal, se agrega el llamado déficit cuasifiscal del Banco Central. La historia nos demuestra que eso termina muy mal.