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26 de marzo de 2014

Angela Baudrix, viuda de Dorrego, costurera

BREVES DE LA HISTORIA ARGENTINA

Cuando Ángela Baudrix se casó con Dorrego en 1815 tenía 20 años y era hija de una familia rica que vivía en una lujosa quinta en San Isidro. Cuando lo fusilan a Dorrego en 1828, los bienes heredados ya no existían más, y Dorrego no dejó nada importante: se calcula que unos 24.000 pesos, que aún para aquella época era muy poco.

Cuando Ángela Baudrix se casó con Dorrego en 1815 tenía 20 años y era hija de una familia rica que vivía en una lujosa quinta en San Isidro. Cuando lo fusilan a Dorrego en 1828, los bienes heredados ya no existían más, y Dorrego no dejó nada importante: se calcula que unos 24.000 pesos, que aún para aquella época era muy poco.
Ángela tenía derecho a dos ayudas: una, como viuda de un coronel del ejército de la guerra de la Independencia y, otra, por haber sido esposa de un gobernador. Le negaron ambos beneficios. El de la guerra porque el país no estaba todavía organizado y decían que la provincia de Buenos Aires no tenía por qué pagar por la Nación y el de viuda de un gobernador, porque esto no estaba legislado.
Rosas, para que pudiera mantenerse, le consiguió un trabajo en la Ropería de Simón Pereyra, proveedor oficial de los uniformes del Ejército. Angela trabajó de costurera hasta su muerte. Hasta que le consiguieron ese trabajo, su cuñada Dominga Dorrego de Miro la sacó de la indigencia y le permitió sobrevivir.
Los detalles del fusilamiento de Dorrego se conocen por la memoria del general Lamadrid; las memorias del cónsul norteamericano en Buenos Aires; por cartas que le mandaron a Lavalle los instigadores y tres cartas que le permitieron escribir a Dorrego, dos horas antes de ser fusilado. La carta que le escribió al gobernador López, de Santa Fe, no fue entregada. 
La que mandó a su esposa llegó hasta nuestros días con el siguiente texto: “Mi querida Angelita. En este momento me intiman que dentro de una hora debo morir; ignoro por qué; más la Providencia divina, en la cual confío en este momento crítico, así lo ha querido. Perdono a todos mis enemigos y suplico a mis amigos que no den paso alguno en desagravio de lo recibido por mí. 
“Mi vida: Educa a esas amables criaturas: sé feliz, ya que no lo has podido ser en compañía del desgraciado”. Manuel Dorrego, 12 de diciembre de 1828.