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23 de abril de 2014

¿A qué fue Kicillof a Washington?

Aunque la mona se vista de seda, mona se queda

El ministro Kicillof no viajó a Washington con una importante comitiva por razones meramente protocolares, como se cubrió después para no dar explicaciones ante el país. A su arribo nomás, el jueves 10 de abril la jefa del FMI, Christine Lagarde, le marcó la cancha. Después de manifestarse “encantada” por su presencia, aclaró: “Reiniciamos la cooperación con las autoridades argentinas el año pasado, a pedido de las autoridades argentinas” (el subrayado es nuestro). “Espero que ambas partes podamos trabajar juntas”, agregó mostrándose comprensiva sobre las críticas locales que recibió el último informe del Fondo.
Al día siguiente, tras reunirse con el director del Fondo Monetario Internacional para América Latina, Alejandro Werner, fue éste quien informó a la prensa el tenor de las conversaciones diciendo que Argentina logró “avances importantes” en su relación con el FMI y consideró que “las políticas adoptadas” por el país “son buenas”. En ese marco, consideró que la flexibilización del tipo de cambio y el alza de las tasas de interés son “medidas apropiadas” que “van en la dirección correcta”. Respecto a los nuevos índices elaborados, como el de inflación y el PBI, Werner dijo que “vamos a analizar las cifras, pero claramente es parte de los compromisos alcanzados”.
 
Una agenda cargada
En cuanto a la necesidad inmediata de dólares, el diálogo más importante fue con el Banco Mundial, por el retraso del financiamiento para obras argentinas. Se pidió que esos créditos se destraben y que los nuevos se agilicen. El Banco Mundial se comprometió a avanzar en ese sentido, sin que haya promesas de proyectos ni de montos concretos.
Otra negociación importante fue con el viceministro de Finanzas de China, Zhu Guangyao, aunque se negó que haya habido avances en acuerdos de financiamiento que vienen demorados de hace años, incluido el más reciente sobre las represas Néstor Kirchner y Jorge Cepernic, que se encuentra detenido por cuestiones de papeleo con las aseguradoras.
Kicillof mantuvo en la noche del viernes una reunión en la embajada de Argentina con representantes de Chevron, Exxon, Halliburton, General Motors, Cargill, IBM, Dell, Coca-Cola, General Electric, Dow Chemical, Boeing y Nike, entre otros monopolios imperialistas estadounidenses. Según se informó, los 35 monopolios participantes ocupan más de 50.000 personas en Argentina, con un stock de inversiones de más de 19.000 millones de dólares. Entre los bancos organizadores de esta reunión estuvieron Credit Suisse y Goldman Sachs, de fluido contacto con las autoridades del equipo económico del gobierno kirchnerista.
El sábado 12 a la mañana, el ministro Kicillof participó del desayuno ofrecido por el Comité Monetario Financiero Internacional. Concluido el encuentro de este órgano encargado de asesorar e informar a la Junta de Gobernadores del FMI, conforme conduce y da forma al sistema monetario y financiero internacional, el ministro dio la nota llegando tarde y sin corbata para la tradicional foto.
El discurso y la práctica de Axel Kicillof en el gobierno kirchnerista, en particular lo dicho y lo actuado durante su reciente estadía en los Estados Unidos, nos ha traído a la memoria a Raúl Prebisch (ver recuadro). No porque sea comparable en su papel en la Cepal y menos en relación al gobierno en el que participa. Sino cómo, en circunstancias históricas muy distintas, existen similitudes en el uso académico de Marx “edulcorado” con Keynes, para hacer “un relato” que sea potable a las clases dominantes y sirva para hacer pasar gato por liebre a los sectores populares. Esté o no acompañado de la hipocresía del “maestro” de parecerse rebelde.
 
¿Nada para explicar?
Esta breve reseña de algunas de las actividades del ministro Kicillof en Washington muestra que no estuvo simplemente de paseo por allá. Si a su regreso fue presentado así, fue no tanto por los magros resultados obtenidos, sino porque todas esas negociaciones implican un abandono en toda la línea de la llamada política de desendeudamiento, en la desesperación de conseguir dólares de la manera que sea. Haciendo “los deberes” como hizo con el pedido de asesoramiento al FMI para el Indec, la devaluación (con la consiguiente ganancia millonaria para los bancos que poseían dólares) y la suba de las tasas de interés, el acuerdo con Repsol, el techo a las paritarias, etc., y quiere hacerlo con el Club de París, el Ciadi, etc. Con todo lo que eso implica de hambreamiento al pueblo y entrega del país con nuevos endeudamientos a tasas usurarias. Haciéndolo, por supuesto, sin dejar de hablar del “crecimiento con inclusión”, en el mejor estilo de la academia keynesiana. 
 
De Prebisch a Kicillof
 
“Debemos parecer heterodoxos, molestos, peligrosos y desobedientes para los que nos han engendrado”: Keynes, citado por Kicillof 
(“Calesita devaluatoria y ajuste ortodoxo de los K”, en Política y Teoría, nº 78).
 
La hipocresía de los keynesianos y marxistas de cátedra puede ser útil a las clases dominantes en su discurso para hacer pasar sus políticas contra la clase obrera y los pueblos, no solo interna sino también internacionalmente. Esta ha sido una constante del llamado “doble discurso” de las clases dominantes en el mundo, en particular después de la segunda posguerra del siglo XX, cuando confrontaban con la todavía socialista Unión Soviética y los movimientos de liberación nacional en los países coloniales y dependientes “amenazaban” seguir el camino de la revolución en China.
Así, en la propia cuna del capitalismo, Gran Bretaña, accedió al gobierno el Partido Laborista en 1945 y, de la mano de los socialdemócratas europeos, se propagó el llamado Estado de Bienestar como forma de “contención del comunismo”. Así también, en las comisiones económicas de las Naciones Unidas, estudiosos de Marx y de Keynes tuvieron una posición privilegiada, como fue el caso del argentino Raúl Prebisch en la Comisión Económica para América Latina (Cepal). 
Bueno es recordar que Prebisch, junto a Federico Pinedo (otro “estudioso de Marx”), fue uno de los mentores de los “libretos progresistas” de la llamada década infame (de 1932 hasta 1943, siendo uno de los fundadores del Banco Central y primer gerente general hasta ese año); y también estuvo en 1955-56 como asesor de la dictadura militar de Aramburu-Rojas aconsejando la incorporación de Argentina al FMI, a lo que se había negado anteriormente el gobierno de Perón.