La conmoción y división que provocó la primera guerra interimperialista, desatada en 1914 y con centro en el continente europeo, se expresó con fuerza en la Argentina.
La conmoción y división que provocó la primera guerra interimperialista, desatada en 1914 y con centro en el continente europeo, se expresó con fuerza en la Argentina.
La corriente sindicalista, que por esos años se convertía en mayoritaria dentro del movimiento obrero organizado, expresó, tanto en los sindicatos donde dirigía, como en el 9º Congreso de la Federación Obrera Regional Argentina, su oposición a esta guerra.
Los periódicos ferroviarios, tanto de la naciente Federación Obrera Ferrocarrilera, creada en 1912, como de La Fraternidad, denunciaban cómo las empresas imperialistas echaban a trabajadores, sólo por su lugar de nacimiento. Una carta publicada por El Obrero Ferroviario a fines de 1914 afirmaba, respecto a los propietarios franceses de la Compañía General de Ferrocarriles en la Provincia de Buenos Aires (hoy el Ferrocarril Belgrano), y formada en 1904: “Los jesuitas de la CGBA no sabiendo que hacer, quieren demostrar un espíritu de raza. Los señores quieren demostrarse francófilos a todo trance y la emprenden contra los austríacos. El 20 de septiembre fueron declarados cesantes el maquinista Rossich, el jefe de empalme Puerto R., Baissich, el auxiliar del mismo nombre y muchos otros empleados, por el grave delito de ser austríacos”. Firmaba la denuncia “Uno que no se calla”.
La Fraternidad, a comienzos de 1916, le reclamó al ministro de Obras Públicas, Pablo Torello, una ley de estabilidad para proteger al personal ferroviario de las exoneraciones arbitrarias: “Muchas exoneraciones arbitrarias se han producido con motivo de la guerra Europea. Ha sido la República Argentina una de las primeras naciones que declaró su neutralidad absoluta en el sangriento conflicto, pero a pesar de ello, se ha estado despidiendo a obreros por el único delito de haber nacido en un país beligerante o por negarse a ir a Europa a matar o hacerse matar”.
En el mismo sentido, en el periódico La Fraternidad, de octubre de 1916, se afirmaba: “Primero ha comenzado por exigir a sus obreros de nacionalidad francesa, cualquiera sea su edad y número de familia, que concurran a la masacre del viejo mundo dejando abandonados sus hogares. Y a los que se rehúsan a partir, alegando muy justificadas razones, se les mortifica con castigos injustos y continuos. Pero ninguno de estos señores, que tan alto interés demuestran por la patria, se ha preocupado de preparar sus maletas y cumplir con su deber en las trincheras. Eso queda para los obreros…”.