Tanto el retrato, como género pictórico, y la representación de la figura femenina no son ajenos a la producción visual de Diana Dowek. En esta oportunidad, aun así, su modalidad adquiere características diferentes. Asuntos y procedimientos de su producción visual se sintetizan en nuevas variantes que resultan en que Mujeres queridas, exposición individual en la galería Jacques Martínez, sea una apuesta conceptual tanto por lo representado como por la disposición de estas imágenes en el espacio de exhibición. Aquí se encuentran retratos de una selección de mujeres públicas que han incidido, de una u otra manera, en la historia social y política de nuestra cultura. Mujeres que se han convertido en modelos y referentes en la lucha por los derechos humanos, por los derechos de las mujeres y en garantes de la libertad y del avance del conocimiento.
Ciertos antecedentes dentro de la producción artística de Dowek nos otorgan pistas para desentrañar mejor la propuesta que aquí nos reúne. Así, por ejemplo, en el año 2001, comienza a gestarse una nueva dimensión en la representación del cuerpo humano dentro de su producción. En las diversas piezas que comenzó a realizar en esos años, como La larga marcha I (2002), Espaldas (2004), Pausa en la gran marcha (2004), Dowek comenzó a utilizar la transferencia fotográfica con el lenguaje pictórico y del dibujo. A pesar de que la representación del cuerpo, como testimonio y agente cívico y político ha sido un objeto constante en su producción, hacia los inicios del nuevo milenio, urgido por las problemáticas socio-históricas que acontecían en Argentina, la figura del personaje como sujeto de una narración se hace presente…
De esta manera, realizó una serie de retratos de personas anónimas, sujetos de la historia encontrados en situación de calle y marginalidad, invisibilizados por el sistema político imperante, utilizando la transferencia fotográfica de la imagen al lienzo. Personas claramente identificables que habitan en la ciudad reclamando la unión del contrato social perdido. Unos años más tarde, en la serie Retratos cercanos (2004), el foco de representación se circunscribió sólo al rostro del sujeto en similares condiciones sociales. El desamparo, el dolor, la exclusión fueron representados en primer plano, así mismo, mediante la técnica de la transferencia. En ambos casos, se trató de representar a personas que el sistema político relegó por fuera de los márgenes.
Esta investigación sobre la representación del retrato llevó a que Dowek produjera, entre lo años 2006 y 2007, una serie centrada, esta vez, en un personaje real: Un día en la vida de María Rosario, una mujer trabajadora. Se trató, así, de un corpus de varias piezas que buscaron retratar la vida de una obrera argentina en sus diversas actividades de la vida cotidiana… Como enuncia la misma artista: “Su imagen no es la de Emma magistralmente dibujada, grabada por Lino Eneas Spilimbergo; tampoco tiene el cuerpo sensual de Ramona de Berni, esa pobre muchacha seducida por el poder; ni es como la representación del objeto del deseo, ni de la maternidad, ni El despertar de la criada de Sívori, esa extraordinaria pintura tan polémica para su tiempo. María Rosario estuvo ausente de la historia del arte argentino… y quisiera hoy rescatarla en toda su dimensión”.
Ahora bien, en Mujeres queridas, los procedimientos artísticos utilizados como el desarrollo del retrato como género pictórico se sintetizan en nuevos rostros de mujeres. Dowek comenzó a realizar esta serie en el año 2012 como un ejercicio plástico y como un homenaje a mujeres de diversas geografías y tiempos que con sus profesiones, luchas, actividades y militancias han modificado, de alguna u otra manera, el devenir de nuestros tiempos. La representación visual es el último eslabón que la artista concreta, ya que la admiración que profesa por cada una de estas mujeres la ha llevado a estudiar, a investigar y a reflexionar no sólo sobre sus vidas privadas sino, y principalmente, sobre la injerencia política que han tenido en el entramado histórico – político en el que operaron. Así, luego de un trabajo motivado por el interés intelectual y afectivo, Dowek decide seleccionar aquellas representaciones, por lo general fotografías de circulación masiva, que las identifican como íconos y modelos a seguir. Representaciones que, por otro lado, dan a ver la cuota de entrega, lucha y soledad que sus acciones contrajeron…
Resulta estimulante recordar que el objetivo que Diana Dowek se planteó no es el de realizar una exposición homenaje a las mujeres que lucharon por los derechos para que se convierta en una galería incólume de heroínas ilustres, sino, en todo caso homenajearlas utilizando al espacio de exhibición como un dispositivo que posibilite las tensiones, dinámicas y movimientos que ellas provocaron por llevar adelante sus deseos, vidas e intereses. De esta manera, las piezas encuentran su disposición en el espacio en forma desestructurada y no en un montaje regulado en el que un retrato se encuentra equidistante al lado del otro a la misma altura y respetando cierta distancia de separación. El montaje actual, por el contrario, en el que en una pared se montan todas las piezas, en espejo a la pared contraria que albergan sintéticas biografías de las retratadas, rememora más a aquellas presencias visuales que toman por asalto el presente. Así, es una disposición que da a ver representaciones de mujeres de vanguardia política, que mediante la mirada se apropian del espacio de exhibición y buscan apelar y comprometer al espectador en este homenaje.