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04 de junio de 2014

Se realizó el segundo encuentro del ciclo de cinco conferencias sobre la vigencia del marxismo leninismo maoísmo para la lucha revolucionaria en la Argentina del siglo 21, que estuvo a cargo del camarada Jacinto Roldán, miembro del Comité Central del PCR. Aquí publicamos la primera parte de la misma.

Primera parte: construir un gran partido para la revolución

Jacinto Roldán: sobre la vigencia del maoísmo

En un atiborrado salón, con muchos compañeros de pie y la presencia del secretario general del PCR, Otto Vargas, el director del Instituto Marxista Leninista Maoísta de la Argentina, Carlos Echagüe, dio la bienvenida diciendo: “En este segundo encuentro, el camarada Jacinto Roldán nos va a hablar sobre un tema fundamental, sobre la teoría y la práctica de la construcción del partido revolucionario”.
 

En un atiborrado salón, con muchos compañeros de pie y la presencia del secretario general del PCR, Otto Vargas, el director del Instituto Marxista Leninista Maoísta de la Argentina, Carlos Echagüe, dio la bienvenida diciendo: “En este segundo encuentro, el camarada Jacinto Roldán nos va a hablar sobre un tema fundamental, sobre la teoría y la práctica de la construcción del partido revolucionario”.
 
Jacinto Roldán
Buenas tardes a todos los compañeros, quiero agradecer la presencia de todos y vamos a hablar en esta charla sobre Mao Tsetung y el papel del Partido.
Nacimos hace ya 46 años. Muchos veníamos del Partido y de la Juventud comunistas y habíamos crecido teniendo a la Unión Soviética como el gran faro que irradiaba la lucha de los pueblos del mundo; muchos de nosotros entusiasmados con la revolución Cubana y dispuestos a seguir al Che Guevara. Pero no encontrábamos explicación a lo que estaba pasando, después del 20° Congreso del Partido Comunista de la URSS del año 56.
Por las necesidades de la política y de nuestra práctica, llegamos al maoísmo. El maoísmo nos ayudó a comprender que la lucha de clases sigue existiendo bajo la dictadura del proletariado y entendimos por qué la gloriosa Unión Soviética, de ser un país socialista se había transformado en un país capitalista: La revolución había sido derrotada.
La Revolución Cultural proletaria, con Mao Tsetung a la cabeza, mostró cual era el método para resolver las contradicciones en el seno del pueblo bajo la dictadura del proletariado.
Cuando las delegaciones del CC del Partido Comunista Revolucionario y de la Juventud Comunista Revolucionaria que –fueron bastantes– visitaron China, los camaradas chinos nos decían reiteradamente: “China hoy es roja, mañana se puede transformar en blanca”. Lo que pasó en la Unión Soviética podía pasar en China y en los demás países socialistas. Nos decían que eso de pasar de rojo a blanco también podía pasar en un partido o con los militantes. Era difícil entender cómo dirigentes de origen obrero como Kruschev y Brezhnev en Rusia, y Teng Xiaoping y Liu Shaochi en China, todos hombres formados en el Partido, que jugaron un papel importante para el triunfo de la revolución, se transformaron en seguidores del camino capitalista y en cabezas de la contrarrevolución.
Recordaba Chou Enlai, connotado dirigente del Partido Comunista de China, que en una entrevista Kruschev le dijo “yo vengo de una familia de ferroviarios, de obreros, y usted es hijo de un mandarín”. A lo que Chou Enlai le contestó “tiene razón, usted es hijo de obreros y yo de un mandarín; pero tenemos algo en común, los dos somos renegados de nuestra clase de origen”.
Es decir, que la lucha entre la ideología burguesa y la ideología proletaria, entre el marxismo y el revisionismo, es permanente. También es importante para nosotros porque vivimos en una sociedad burguesa y las ideas revisionistas existen y, si no se les da batalla, triunfan. Y cuando la base ideológica cambia, cambia la política. Por eso es muy importante, para nuestro Partido y para la Juventud Comunista Revolucionaria, avanzar en la lucha ideológica para afirmar nuestra línea de hegemonía proletaria y poder dar batalla a la ideología burguesa.
En el año 1979, el camarada Otto Vargas, al volver de China, señaló que China había cambiado de color, que se había restaurado el capitalismo. Fue un golpe doloroso, hubo mucha discusión; se estuvo en contra pero estábamos mejor pertrechados, gracias al maoísmo, para poder comprender lo que estaba pasando. 
Fuimos entendiendo que el cambio de color se produce con la traición a la doctrina: porque la fidelidad y el desarrollo del marxismo con Lenin en el curso de la revolución en Rusia y con Mao Tsetung en China, habían sido traicionadas.
Y con el triunfo del revisionismo se produjo el ascenso de la burguesía al poder, en Rusia en 1957 y en China en 1978.
Nosotros no somos ni prorrusos ni prochinos. Nuestra fidelidad es a la doctrina del marxismo-leninismo-maoísmo y defendemos la historia y las tradiciones de lucha de la clase obrera y la tradición de lucha de los comunistas, en los triunfos y en las derrotas. 
Los comunistas llegamos a dirigir una tercera parte de la humanidad –siempre lo decimos–, y fuimos derrotados. Cientos de millones de hombres y mujeres vivían bajo el socialismo. Se resolvió el hambre, el techo, la salud, la educación, el acceso a la ciencia y la cultura para esos cientos de millones. Ningún país capitalista protegió la vida humana como la protegió el socialismo.
Pero una cosa era, por esos años, reivindicarse comunista en medio de la Revolución Rusa, en medio del triunfo de la Revolución China, en medio de la Revolución Cubana, en medio de la lucha de la guerra de Vietnam contra el imperialismo yanqui, en medio del mayo francés, etc. Cuando se decía que uno era comunista… Ahora, es otra cosa, porque en el mundo después de las derrotas la campaña anticomunista es un vendaval. Se da como verdad revelada que el comunismo ha fracasado. Que Lenin y su teoría de la vanguardia está perimida. A Stalin, jefe del Ejército Rojo que derrotó a los nazis, se lo compara a Hitler y de Mao Tsetung se dice que era un campesino que salió poco de China.
Si se presenta como comunistas a regímenes fascistas como el de Corea del Norte o al imperialismo de China; y aquí, en Argentina, el falso Partido Comunista apoyó la dictadura de Videla y hoy es parte del gobierno de Cristina Kirchner, peor propaganda anticomunista que esa no puede haber…
En medio de esa ofensiva anticomunista venimos a reafirmar que somos comunistas revolucionarios, reafirmamos nuestra doctrina levantando las banderas de Marx, Lenin y Mao Tsetung y venimos a hablar sobre el papel del Partido de vanguardia. Porque entendemos que sigue teniendo vigencia la necesidad de la revolución y siguen vigentes las verdades universales del marxismo-leninismo-maoísmo. La posición, el punto de vista y el método marxista-leninista-maoísta, son bombardeados por el enemigo, están bastardeados por muchos de nuestros amigos y está en lucha en forma permanente en nuestro Partido y en la JCR.
 
El marxismo-leninismo-maoísmo es una ciencia de la revolución
El marxismo-leninismo-maoísmo es una ciencia de la revolución y, como toda ciencia, tiene que ser estudiada porque sin teoría revolucionaria no hay partido revolucionario. 
Como nos enseñaron nuestros maestros, concebimos al marxismo-leninismo-maoísmo, no como un dogma, no como algo abstracto, sino como una guía para la acción. Eso nos enseñaron.
La revolución la hacen las masas, en la Argentina y en cualquier país del mundo, pero sin Partido de vanguardia no hay revolución triunfante. Por eso decimos que renunciar a la construcción del Partido es abandonar la lucha por la revolución.
Lo que está en debate es si vale la pena la lucha por la revolución; está en debate si vale la pena el esfuerzo militante para que el PCR juegue su rol de vanguardia. Este es un punto.
El otro tema que quiero plantear, importante, que nos enseñó el maoísmo es la necesidad de integrar las verdades universales del marxismo a la realidad de la revolución en la Argentina. Sin la integración, el marxismo deja de ser una guía para la acción. La unidad de la teoría y la práctica según Mao Tsetung es uno de los principios fundamentales del marxismo.
Este concepto maoísta, que la doctrina no se “aplica”, sino que se integra a la realidad de cada país es una gran enseñanza. Porque, para integrar, es necesario estudiar la doctrina e investigar la realidad: la historia de luchas de nuestro pueblo, los enemigos que enfrenta, toda esa complejidad de un pueblo y de una nación.
Y esto es válido para integrar la línea general del Partido a la realidad de un país, de una provincia, de una ciudad, de una fábrica, de un barrio, de una zona, etc. Porque no es lo mismo un barrio de La Matanza que un barrio de Chaco o un barrio en Salta. No es lo mismo el Astillero Río Santiago que Kraft. Cada realidad es particular y distinta. Conocer la línea y conocer la realidad, algo que se dice tan simple, es a la vez tan complejo. Pero yo pregunto: ¿Se hubiera podido desarrollar el movimiento de desocupados de la CCC sin conocer cómo viven los compañeros y las compañeras en los barrios, cuáles son sus sufrimientos, sin conocerlos y sin ser parte de ellos? Imposible. Y ese movimiento de los desocupados de la Corriente Clasista y Combativa, ¿se hubiera podido desarrollar sin ser cooptado por el gobierno kirchnerista, sin traicionar, sin abandonar las calles, si no hubiera predominado la línea de nuestro Partido?
Hace pocos días, el 1° de Mayo, en el acto de Córdoba, Roque Romero nos emocionaba a todos con un discurso donde dijo algo muy profundo. Dijo: “En 1972 habíamos ganado el Sindicato pero no habíamos ganado todavía el corazón de los obreros mecánicos, por eso volvimos a las fábricas y las llenamos de delegados”. Eso dijo Roque Romero sobre la experiencia del Smata. ¿Se hubiera podido liderar semejante proceso de masas desde el clasismo sin arraigar profundamente entre los obreros mecánicos, sin conocer sus corrientes, sus penurias? ¿Y podrían haber sido protagonistas esos miles de trabajadores sin ese gran instrumento que fue el Cuerpo de Delegados, planteado en el capítulo VI° de nuestro 2° Congreso y reafirmado en nuestro 12 Congreso?
En esa integración está condensada la posibilidad de que esas masas explotadas y oprimidas, a través de su propia práctica, confíen en sus propias fuerzas y que su esperanza, en un proceso, pase a ser la revolución.  En definitiva podemos decir que el papel del Partido entre las masas es demostrar que es posible lo necesario.
Por eso, en medio de los procesos de lucha que hemos participado a lo largo y ancho del país, proceso más avanzados, distintos, tenemos que plantear la lucha revolucionaria. Porque si junto con el avance del movimiento de masas en sus conquistas, no avanzamos en la construcción de una fuerza revolucionaria que le dé perspectiva de poder, siempre terminará absorbido por distintos sectores de las clases dominantes.
 
La línea de masas
Gran tema, la línea de masas. ¿Por qué? Porque la disputa por la dirección política de las grandes masas, en particular de los jóvenes, es principalmente con el kirchnerismo. Y está en debate qué ponemos en el centro: ¿Nos trazamos una política para ganar al conjunto de la masa o centramos en el activo? ¿Encabezamos la lucha y tenemos en cuenta al último de esa masa, o nos movemos solamente con los que saben, con un núcleo?
Es decir: fundir al Partido con las masas. Como decía Mao Tsetung: ¿Cómo juzgar si un joven es revolucionario? “Es necesario ver si está dispuesto a fundirse, y se funde en la práctica, con las grandes masas obreras y campesinas”. Y si está dispuesto a seguir el destino de esas masas.
Esto, de las masas a las masas, es una de las cuestiones importantes sobre el papel del Partido. Mao Tsetung, allá por el año 43, está en el Tomo 3, dice: “…Esto significa recoger las ideas (dispersas y no sistemáticas) de las masas y sintetizarlas, transformarlas mediante el estudio, en ideas sintetizadas y sistematizadas) para luego llevarlas a las masas y explicarlas de modo que las masas las hagan suyas, perseveren en ellas y las traduzcan en acción. Y comprobar en la acción de las masas la justeza de esas ideas. Luego hay que volver a recoger y sintetizar las ideas de las masas y llevarlas a las masas para que perseveren en ellas, y así indefinidamente, de modo que las ideas se tornen cada vez más justas, más vivas y más ricas en contenido. Tal es la teoría del conocimiento”. Eso es lo que aporta el maoísmo al trabajo de los partidos, entiendo que en todo el mundo.
Digo esto porque nosotros hemos tenido y tenemos muchas discusiones. En el Comité Central, en una dirección de zona o provincia, en una célula o círculo, de lo que nos tenemos que convencer es que, para ser maestros, primero tenemos que ser alumnos de esas masas, y tenemos que aprender de ellas. Escuchar mucho, sobre todo a los que menos hablan. Y argumentar. Porque si no, cuando vamos a ver a las masas, daría la impresión de que lo único que nosotros tenemos que hacer es explicar porque la gente no entiende, y lo que queda claro es que muchas veces hasta entender la realidad de una fábrica, de un barrio, de una zona agraria nos lleva mucho tiempo. Es difícil. Por lo tanto, aprendemos. Es una batalla que tenemos que dar para avanzar. Porque no es lo que practicamos permanentemente.
Una célula o un círculo deben tener objetivos claros, avanzar en conocer en profundidad las opiniones del conjunto de la masa del lugar. Tiene que compartir su lucha, sus alegrías y tristezas y, a la luz de la línea del Partido, orientarlas, resumir su experiencia de lucha, para volver a las masas.
Digo  esto, porque si queremos ser vanguardia reconocida hay que ganárselo con la línea y con el lomo. Es decir: ser vanguardia reconocida lo tenemos que ganar con la línea y con el ejemplo.
 
La actitud ante el error
El otro tema que quiero plantear es la actitud ante el error. Cuando cometemos errores, porque es imposible que no cometamos errores. Como decía mi abuela: “el que hace se equivoca y, el que no, se calla la boca”. Pero no pasa así. No conozco a nadie que no haya cometido errores. Capaz hay, pero yo no lo conozco. Cuando hay errores hay que analizarlos, hay que discutirlos colectivamente, y no preocuparse tanto por buscar los culpables sino encontrar las causas. 
Por ejemplo, cuando hay un error –no quiero dar nombres porque es de mal gusto–, pero en una asamblea de una fábrica, los compañeros de un organismo tuvieron tres posiciones diferentes. Entonces, se miraban, no se hablaban, se miraban de reojo, decían “¿y éste?, ¿y éste?” Hasta que eso no se puso sobre la mesa y se pudo discutir, que se logró que se amigaran… pero se amigaron después de la discusión, después de discutir mucho… volvieron a la carga y se fortalecieron con eso. Porque la actitud ante el error es discutir colectivamente. Somos un partido y una juventud, ¿nos podemos equivocar? Sí, nos vamos a equivocar. ¿Podemos errar? Sí, podemos errar. Lo que no podemos es no discutir. Porque sobre la base de la discusión podemos cambiar. Ahora, la experiencia enseña que, donde se discute poco, se trenza mucho. Y, donde se discute mucho, se trenza poco. Así que tenemos que discutir.
Por eso digo: no buscar culpables, encontrar las causas, la raíz del error, etc. y ser capaces de autocriticarnos porque la actitud ante el error –me parece–distingue a un comunista de quien no lo es. Es lo que señala Lenin en El izquierdismo, enfermedad infantil del comunismo, Capítulo VII: “La actitud de un partido político ante sus errores es una de las pruebas más importantes y más fieles de la seriedad de ese Partido y del cumplimiento efectivo de sus deberes hacia su clase y hacia las masas trabajadoras. Reconocer abiertamente los errores, poner al descubierto sus causas, analizar la situación que los ha engendrado y examinar atentamente los medios de corregirlos: esto es lo que caracteriza a un partido serio, en esto es en lo que consiste el cumplimiento de sus deberes, esto es educar e instruir a la clase, primero, y después, a las masas”. Eso decía Lenin.
Este es un tema que vivimos cotidianamente. Ustedes vieron que hay compañeros que nunca dicen ‘me equivoqué’. Y cuando queda en evidencia su error, hablan de otra cosa. Bueno, eso es lo que no hay que hacer.
No hay que hacer como los que fraccionaron el Partido, que viven hablando de los errores de otros y son tan duros con los demás y tan buenos y comprensivos con las barbaridades que hicieron ellos y que hacen… Así, no.
Como dice Mao Tsetung: La lucha de clases en la sociedad y la lucha de líneas en el Partido son permanentes: existen independien- temente de la voluntad de los hombres. O sea, cuando nos vamos de vacaciones, la lucha de clases sigue; cuando dormimos, la lucha de clases y la lucha de líneas, sigue. No es que se para porque nosotros nos fuimos de vacaciones, y nos espera. Y entonces cuando estamos durmiendo… Se da en forma continua y permanente.