En 1915, Alfredo Palacios era uno de los diputados del Partido Socialista. Ya era una de las figuras más populares del socialismo argentino, y con crecientes diferencias con la dirección partidaria encabezada por Juan B. Justo. Palacios se inscribe en una corriente que, como analizó José Ratzer en El movimiento socialista en Argentina “sin abandonar el reformismo socialdemócrata… levantó banderas nacionalistas de alguna resonancia popular”, con posiciones correctas en lo antiimperialista.
Pero como Palacios se sentía a gusto con los sectores oligárquicos argentinos liberales, defendía una de las tradiciones “caballerescas”, como el batirse a duelo. Esto había sido prohibido expresamente por el Partido Socialista desde el inicio en 1895, pero para Palacios eso no era obstáculo alguno. En una sesión parlamentaria de 1915, el diputado Oyhanarte, tras enumerar las propiedades de Justo, Repetto, Dikmann y otros diputados socialistas, afirmó: “¿Será posible que los trabajadores de mi país tengan burgueses para que los representen en la cámara?”.
Palacios lo retó a duelo, y en el Partido se armó un gran revuelo. La bancada socialista lo separó, y las distintas instancias partidarias confirmaron la sanción. Palacios renunció a la banca, en una sesión que terminó con un multitudinario acto en su apoyo. Según La Prensa, había 20.000 personas fuera del Congreso. En la sesión, Palacios argumentó “mi profunda fe socialista, no obstante el prejuicio caballeresco, que no he podido arrancar de mi alma, porque me viene de la raza, porque lo tengo en mi sangre criolla y castellana… prejuicio que como socialista, no puede avergonzarme: lo tuvo Lasalle, maestro a la vez que caballero sin tacha; lo tuvo Jaurés, apóstol de la paz y de la democracia moderna…”.
En un “banquete” posterior en homenaje a Palacios, se trasuntó en parte los debates políticos de la época, en las palabras de Alberto Gerchunoff, que atacaba al PS afirmando que “los socialistas del mundo entero están acostumbrados a claudicar”, aludiendo a los socialistas alemanes hubieran votado el presupuesto de guerra, en medio de la conflagración imperialista. En la misma cena, marcando el carácter de clase de su defensa, Ricardo Rojas decía: “Usted considera, como nosotros, que las cooperativas de consumo, por ejemplo, son tan necesarias al bienestar de la república, como las mujeres hermosas. Usted practica, además, los nefandos ritos del arte y de la caballería, especies de magia negra que el Dr. Justo abomina”.