La policía brasileña detuvo hace pocos días al británico Raymond Whelan, uno de los directores de Match Hospitality, empresa contratista de la FIFA, al que acusa de ser el jefe de una compleja red internacional de revendedores de las entradas para el Mundial Brasil 2014. El ejecutivo de la proveedora oficial de paquetes de boletos del Mundial para corporaciones fue detenido en el lujoso Hotel Copacabana Palace de Río de Janeiro -donde se hospedan los jerarcas de la FIFA durante la Copa del Mundo- como parte de la investigación que la policía brasileña lleva a cabo sobre la reventa de entradas.
Gracias a un detenido “arrepentido” que cantó cual pajarito, la policía llegó a hasta Whelan, en cuya habitación fueron encontradas cerca de cien entradas para el Mundial. Ojo, aclaremos que el negocio es “tudo legal”, porque las entradas son originales, no falsificaciones.
Match Hospitality es la empresa escogida por la FIFA para ofrecer las entradas del Mundial en paquetes reservados por empresas, y para operar las plazas hoteleras para los futbolistas de las diferentes selecciones y los dirigentes de la FIFA. La empresa ya prestó estos “servicios” en el Mundial del 2010, y pagó 240 millones de dólares. El detalle es que Philippe Blatter, sobrino del presidente de la FIFA Joseph Blatter, es quien encabeza una compañía que es accionista de Match Hospitality.
Según las investigaciones judiciales brasileñas, por la operación de reventa en el mercado negro, estos buenos muchachos estaban embolsando 455.000 dólares por cada encuentro. Las entradas para la final se cotizan a 16.000 dólares por boleto.
La FIFA, que tan duro castigó al jugador uruguayo Luis Suárez por morderle el hombro a un integrante de la selección italiana, viene haciendo silencio sobre este caso, demostrando una vez más que no fue la honorabilidad deportiva lo que juzgó en el castigo excesivo a Suárez, que más que lo alejen de las canchas necesita contención médica. Lo que la FIFA hizo es porque no admite competencia en la mordida.