Como ya la calificadora de riesgo Standard & Poor's había declarado a la Argentina en “default selectivo”, porque a esa altura había vencido el plazo final para que recibiera el pago la parte de los bonistas que no pudieron cobrar por el fallo de la justicia norteamericana, no acatado por el gobierno, Kicillof se atajó diciendo: “¿Quién cree en las agencias calificadoras a estas alturas? ¿Quién piensa que son imparciales del sistema financiero?”.
Como ya la calificadora de riesgo Standard & Poor's había declarado a la Argentina en “default selectivo”, porque a esa altura había vencido el plazo final para que recibiera el pago la parte de los bonistas que no pudieron cobrar por el fallo de la justicia norteamericana, no acatado por el gobierno, Kicillof se atajó diciendo: “¿Quién cree en las agencias calificadoras a estas alturas? ¿Quién piensa que son imparciales del sistema financiero?”.
Sin embargo, minutos antes que Kicillof comenzara su alocución, el mediador Daniel Pollack, designado por el juez Griesa, había enviado un breve comunicado de prensa afirmando que “desafortunadamente no se llegó a un acuerdo con la República Argentina, que inminentemente estará en default”. En el mismo agregó que la cesación de pagos “no es una mera condición 'técnica', sino que es un evento real y doloroso que perjudicará a la gente”, incluyendo a los ciudadanos argentinos, a los tenedores de bonos canjeados y a los inversores denominados “holdout”.
Al finalizar la larga exposición de Kicillof, una periodista le preguntó por el comunicado del mediador Pollack. “Sinceramente desconocía el comunicado de Pollack. Pido disculpa a los trabajadores que han estado atentamente esperando el resultado de estas conversaciones”, respondió Kicillof. Y agregó, como si hubiera sido traicionado: “Me veo sorprendido ingratamente por el comunicado, parece escrito para favorecer a una de las partes”.
Antes, el ministro había aparecido confiado: “Vamos a tomar las medidas y acciones para que esta situación insólita, inédita e injusta, no se perpetúe en el tiempo”. Lo que se entendió podía referirse a las negociaciones que en simultáneo llevaba un sector de banqueros para entregar un fondo de garantía a los buitres a cambio que solicitaran al juez la postergación de la sentencia (¡por 250 millones de dólares, cuando los buitres tienen un fallo por 1.500 millones!). Más aún cuando también dijo: “Puede haber una solución entre privados. Pueden aparecer soluciones de este tipo. Yo me enteré por los diarios que algunos banqueros iban a hacer una oferta”.
El gobierno de Cristina Fernández parece estar preocupado solamente por la cláusula RUFO, que permitiría a los acreedores de los bonos reestructurados reclamar igual trato que a los que no entraron en el canje y que vence a fin de año. Y mantenerse hasta entonces en default de hecho, sin medir las otras consecuencias que eso implica.
La situación de default, por más que sea “selectiva” para las acreencias reestructuradas con sede judicial en Nueva York, puede activar otras dos cláusulas que surgen delas reglas de los canjes de deuda que el propio gobierno realizó en 2005 y 2010. Que, además, no sólo son aplicables a esos bonos sino también a todos los demás títulos en moneda extranjera de la deuda pública argentina: la cláusula de “aceleración” y la de cross default.
La cláusula de aceleración les permitiría a los bonistas “acelerar” el cobro de los bonos durante los 60 días siguientes al default, salvo que sea “remediado, curado o cedido” por los tenedores. Esa cláusula, para activarse requiere reunir al menos el 25 por ciento del capital de cada serie de bonos.
La cláusula cross default contagia el default al resto de la deuda y, por ende, habilita la aceleración de los bonos del resto de los títulos en moneda extranjera.
“Que se queden tranquilos los argentinos. Mañana será otro día. El mundo seguirá andando”, sostuvo el ministro Kicillof.
Es cierto: “el mundo seguirá andando”. Pero si no se asumen las cosas como son, si se sigue negando tercamente la realidad, la perspectiva no es de tranquilidad. El gobierno kirchnerista subestimó y sigue subestimando la agresividad del imperialismo yanqui, o al menos de un sector del mismo que por lo que se ve tiene peso. De ninguna manera se va a resolver esto cambiándole el nombre al default y seguir pagando, como plantea Cristina Fernández y acaba de hacer con el Club de París. El costo será más recesión, más inflación y más desempleo, si no se cambia de política.
Esto sólo se puede resolver a favor de los trabajadores, el pueblo y la Nación, declarando un no pago soberano. A partir de ahí, las fuerzas populares, patrióticas y democráticas profundizarán su lucha exigiendo que en esa situación se investigue la deuda. No pagar las ilegítimas, usurarias, fraudulentas y odiosas, permitiría usar esa plata para tomar medidas frente a la oleada de suspensiones y despidos, atender a los de más abajo, salud, educación, etc. Es decir tomar medidas que fortalezcan el mercado interno, como dice la Presidenta pero no lo hace.
Si se siguen depositando los vencimientos aun en las condiciones de default, como si este no existiera, va a empeorar aun más la situación económica y social. Pretender que esto va a ser diferente por lo que Putín o Xi Jinping le hayan dicho a la Presidenta es como mínimo una ingenuidad. Tanto por los montos como por las características de esos “acuerdos”, lo principal que hacen es darle mayor ingerencia a los imperialismos de Rusia y de China en su disputa entre ellos, y con los yanquis e ingleses principalmente, por el dominio del país. “Ni amo viejo ni amo nuevo” tiene que ser la línea en la lucha por no pagar deudas ilegítimas y recuperar la soberanía nacional en todos los terrenos.
31/7/2014