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20 de agosto de 2014

El trabajo de los mensúes (1)

Crónicas proletarias

 Hacia fines del siglo 19, el trabajo en los yerbales misioneros era regido por el sistema de contratación conocido como “contrato de conchabo”. Por el mismo, los obreros, muchos de ellos originarios, eran explotados brutalmente, en condiciones de semiesclavitud. Todo esto estaba regido por el Reglamento de Yerbales, de 1876, que indicaba cómo debía extraerse, elaborarse y comercializarse el producto, abriendo paso a la consolidación de la infame explotación extractiva.

 Hacia fines del siglo 19, el trabajo en los yerbales misioneros era regido por el sistema de contratación conocido como “contrato de conchabo”. Por el mismo, los obreros, muchos de ellos originarios, eran explotados brutalmente, en condiciones de semiesclavitud. Todo esto estaba regido por el Reglamento de Yerbales, de 1876, que indicaba cómo debía extraerse, elaborarse y comercializarse el producto, abriendo paso a la consolidación de la infame explotación extractiva.
En 1894, en un libro del investigador Juan Bautista Ambrosetti, se reproduce uno de estos “formularios de conchabo”, que en una de sus cláusulas plantea: “el peón se compromete a pagar los adelantos de ya sea en dinero o mercaderías que recibiese de su patrón en los trabajos generales de yerbales o en cualquier otro trabajo que su patrón le ordenare”. Una parte de estos trabajadores eran “enganchados” en las ciudades, como Posadas, como recuerda el periódico socialista La Vanguardia, en 1906: “…funciona en Posadas y en Villa Encarnación una oficina donde les hacen firmar a esos desgraciados unos contratos leoninos, en pugna como yo he dicho, contra todas las leyes del país, poniéndoles en las libretas: ‘con las condiciones de obraje’”.
Hacia 1914, el Departamento Nacional del Trabajo, antecesor del actual Ministerio de Trabajo, envió a uno de sus inspectores, José Elías Niklison, al territorio misionero. Nikilson escribía “Los que por primera vez se lanzaron a la conquista de la selva, lo hicieron, con el único propósito de enriquecerse pronto y escapar a sus miserias. Eran hombres rudos, obsesionados por el lucro. Reclutados por ellos los peones de Corrientes, en las Bajas Misiones y en Paraguay, las cuadrillas que los acompañaron en los trabajos iniciales fueron semi salvajes. A esos peones se los condujo por todos los medios, a la producción desmedida dentro del costo mínimo. Era la manera de amasar fortunas en breve término. En el cálculo de ganancias de los empresarios entró, pues, el salario reducido, la alimentación escasa y las abrumadoras jornadas impuestas a los trabajadores, y después, entró también la substracción que se realizó por medio de proveedurías deshonestas, de injustas multas, de evidentes estafas al peón”.
Sobre las condiciones de trabajo, Nikilson refería que el trabajador “Encaramado en la copa, en la profusión de ramas hostiles, sin detenerse y cual si llenara una función mecánica, blande su machete, refulgente a la luz rojiza y oblicua de la tarde, en continuado relampagueo de juego malabar”. Veremos en siguientes columnas las condiciones de vida y la organización de los mensúes.