En la película Las aguas bajan turbias (1952), dirigida y protagonizada por Hugo del Carril, basada en la novela El río oscuro del escritor comunista Alfredo Varela, hay una escena en la que los mensúes discuten qué hacer frente a la infame explotación a la que se los somete en el yerbal. Unos proponen fugarse, práctica común para escapar del “infierno verde”. Otro comenta la novedad que viene “del sur”, de Posadas, el sindicato. Santos Peralta, el personaje que encarna Hugo del Carril, lee la carta del hermano de un mensú, donde le cuenta “Ni los patrones ni los capangas se atreven a matar a nadie, ni siquiera a castigar a los peones porque saben que el sindicato saldría a pelear. Acá ya dejamos de ser esclavos. Somos hombres como los otros.” Otro mensú pregunta “Y eso del sindicato, ¿cómo es?”, a lo que el que había recibido la carta contesta, tratando de levantar un tronco: “Este lapacho yo solo no puedo ni moverlo. Pero todos juntos sí podemos ¿verdad? Ése es el sindicato. Un solo hombre no puede nada, pero todos juntos sí”.
La organización sindical de los trabajadores en los yerbales comenzó en la segunda década del siglo 20. Tuvieron un papel importante en esto delegados enviados por la FORA dirigida por los sindicalistas, y la Federación de Obreros Marítimos (FOM), a través de sus afiliados en los barcos que llegaban a la zona de los yerbales en el Alto Paraná. Allí, según el inspector del Departamento Nacional del Trabajo, Elías Niklison, había al menos 27 obrajes yerbateros.
Jules Huret, un periodista francés que visitó nuestro país a comienzos del siglo 20 y dejó sus impresiones en el libro De Buenos Aires al Gran Chaco, contaba de las rebeliones de los mensúes antes de la organización sindical: “… a veces ocurren verdaderos dramas. El año pasado murieron siete capataces a consecuencia de un motín. Esos seres pacíficos, pasivos y sufridos, acaban por ser tan brutales como sus tiranos a fuerza de resignación. Se citan casos de capataces a quienes esperaron los peones en el recodo de una ‘picada’ para rajarlos a machetazos; otros fueron atados a un árbol en plena selva, quedando expuestos a la tortura de los insectos, salvándose sólo por la más grande de las casualidades”.
El delegado enviado por la FORA, Senra Pacheco, que colaboró en creación de varios sindicatos en Posadas, informaba en 1918, tratando de despejar la acusación de acciones “motinescas”, por parte los patrones, la policía y la justicia, que “hemos echado material y moralmente las bases de la organización de los obreros de yerbales y obrajes del Paraná”. Sobre estas bases, los comunistas en las décadas del 20 y el 30 impulsarían grandes luchas.