Melina Romero estuvo 30 días desaparecida. El 23 de septiembre, luego de intensas semanas de búsqueda, su cuerpo fue hallado dentro de bolsas de residuos a la vera del río Reconquista. Con solo 17 años, se convirtió en otra víctima de femicidio: la mataron por el sólo hecho de ser mujer.
Melina Romero estuvo 30 días desaparecida. El 23 de septiembre, luego de intensas semanas de búsqueda, su cuerpo fue hallado dentro de bolsas de residuos a la vera del río Reconquista. Con solo 17 años, se convirtió en otra víctima de femicidio: la mataron por el sólo hecho de ser mujer.
Pero desde que desapareció, hasta que finalmente se confirmó que había sido asesinada pasaron muchas cosas. O mejor dijo, se dijeron muchas cosas. Había sido vista por última vez en un boliche, cámaras de seguridad la registraron besándose con un chico en la puerta y una de las testigos aseguró que la habían invitado a una fiesta sexual, que ella se negó y por eso la mataron.
A pesar de todo, los medios no tardaron en poner la mirada sobre la víctima. En lugar de preguntarse principalmente porqué la mataron, quién la mató, se preocuparon por señalar aspectos de su vida privada: que le gustaba salir a bailar, que había dejado la escuela, que tenía tantos piercings, que no obedecía a sus padres, que era vaga, etc. “Una fanática de los boliches que dejó la secundaria”, así tituló Clarín a pocos días de conocerse la noticia de su desaparición y cuando la hipótesis de que había sido asesinada ya estaba latente. En la crónica aseguró: “nunca trabajó”; “la vida de Melina no tiene rumbo”; “cuando se peleaba con su mamá se iba de la casa”; “se levantaba todos los días al mediodía”; “iba a la plaza y se quedaba con amigos hasta la madrugada”; “se hizo cuatro piercings”; “tiene cinco perfiles de Facebook”; “nunca dice en qué anda”.
La nota de Clarín, sintetiza una lógica de cobertura que tiñó la mayoría de las noticias y debates que se dieron en los medios en torno a la desaparición de la joven. Pero no se trató simplemente de demonizar a la víctima, de ubicarla casi como culpable de su triste final, sino que también se pusieron en escena concepciones sobre los jóvenes en general.
Los jóvenes como criminales, como perdidos, como sin rumbo. Pero ¿cuántos medios discutieron cuáles son las salidas que este sistema nos ofrece como única alternativas posibles? ¿Cuántos se preguntaron por qué muchos encuentran en la droga y la famosa “cultura del reviente” un escape a la falta de oportunidades de la actualidad? ¿Por qué los jóvenes varones siguen reproduciendo la lógica de dominación sobre las mujeres que está detrás de todos los femicidios? Pocos o ninguno.
Además, el asesinato de Melina pasó a engrosar las tristes estadísticas sobre femicidios que se conocen desde 2008 en nuestro país gracias al relevamiento de la Asociación Civil La Casa del Encuentro. En Argentina una mujer es asesinada cada 30 horas por causa de la violencia de género: mientras en 2008 se conocieron 208 casos, en 2013 la cifra ascendió a 295 muertes. En el mes de agosto, seis mujeres fueron asesinadas en menos de una semana. En septiembre, ya se conocen al menos tres casos más aparte del de Melina.
El drama de la violencia contra las mujeres crece y parece que nadie toma medidas. El gobierno de Cristina Kirchner se viene llenado la boca con las leyes aprobadas en el último tiempo en materia de protección de las mujeres. Leyes que se consiguieron con la lucha y la sangre de miles de mujeres. Sin embargo apenas el 0,0027% del Presupuesto Nacional se destina al órgano aplicador de la ley, el Consejo Nacional de las Mujeres, el que poco hace al respecto.
La violencia crece, las mujeres siguen muriendo y el gobierno parece no tomar nota de este flagelo. Por eso, urge redoblar la lucha para exigir que se declare la Emergencia Nacional en Violencia Sexual y de Género lo que permitiría destinar partidas presupuestarias extraordinarias para destinar a casas refugios, a los servicios estatales que atienden estas problemáticas, creación de un programa de ayuda económica para mujeres víctimas de violencia, creación de fiscalías especializadas, entre otras medidas urgentes y necesarias.