La protesta, encabezada por los jóvenes, rechaza la decisión de la cúpula del imperialismo chino, que quiere regular los candidatos previstos para el año 2017, cuando se harán las primeras elecciones directas al gobierno de Hong Kong, que tiene categoría de Región Administrativa Especial.
La protesta, encabezada por los jóvenes, rechaza la decisión de la cúpula del imperialismo chino, que quiere regular los candidatos previstos para el año 2017, cuando se harán las primeras elecciones directas al gobierno de Hong Kong, que tiene categoría de Región Administrativa Especial.
Los manifestantes acampan en plazas, parques y frente a distintos edificios públicos y, en el curso del movimiento ya han tenido varios enfrentamientos con las fuerzas represivas y con grupos armados, mezcla de bandas criminales con sectores aliados a Beijing. Hasta ahora no han podido sacarlos de las calles.
En el movimiento confluyen los estudiantes, encabezados por la Federación de Estudiantes de Hong Kong, los integrantes de la organización Occupy Central with Peace and Love, partidos prooccidentales, y se han sumado varios sindicatos y sectores de trabajadores.
Desde el 29 de septiembre, se sumó la “desobediencia civil”a las movilizaciones, desconociendo a las autoridades pro chinas. Esta acción, prevista por los organizadores para el 1 de octubre, se precipitó por la presión de los propios manifestantes.
El sábado 4, los manifestantes cortaron el diálogo que había tenido que aceptar el gobernador pro chino Leung Chun-ying ante los ataques de las patotas armadas. Exigen que la policía y las fuerzas represivas se retiren de los lugares de acampe; que se anule la resolución del Congreso Nacional del Pueblo de Pekín sobre las elecciones y que se implante el sufragio universal. Algunos sectores incluyen entre las demandas la renuncia de Leung Chun-ying y todo su gobierno.
Junto con esto, han aparecido una serie de reclamos sociales que evidencian el malestar por la situación de las masas trabajadoras en esta región, habitada por siete millones de personas, que pasó a integrar la República Popular China en 1997, tras un acuerdo entre imperialistas chinos e ingleses.
La Confederación de Sindicatos de Hong Kong (HKCTU) ha llamado a la huelga; 25 sindicatos y grupos de la sociedad civil emitieron una declaración conjunta reivindicando no solo el sufragio universal genuino, sino también la reglamentación de la jornada laboral y la implantación de una pensión de vejez universal. Durante las manifestaciones muchas pancartas expresaban las inhumanas condiciones de trabajo de miles de personas, que contrastan con el poderío de las clases dominantes en uno de los principales centros financieros del mundo.
Se destaca como expresión de esta cruda desigualdad social que, a la par de las opulentas mansiones ubicadas en uno de los barrios de Hong Kong, hay más de 100 mil personas que “viven” en jaulas de alambre, cubículos de 1,5 metros cuadrados, por los que se pagan cerca de 170 dólares mensuales. Estas jaulas se hacen subdividiendo departamentos en edificios de los barrios obreros, en constante crecimiento ante los siderales precios de las viviendas.
A esto se suman demandas democráticas como libertad de prensa y de organización por parte de estudiantes, trabajadores y movimientos sociales.
No los pudieron sacar de las calles
La amenaza de una represión cruenta es permanente y varios de los líderes de la revuelta han planteado que tienen muy presentes las manifestaciones en la plaza Tien-anmen de Beijing en 1989, que fuera aplastada con los tanques del ejército chino.
El gobierno de Hong Kong, que en un momento accedió a dialogar con representantes de los manifestantes, actúa en varios frentes para desactivar la protesta. Además de la represión estatal y para estatal, el gobierno cuenta con el aval de los grandes empresarios y banqueros, que se ven beneficiados con la política “de apertura financiera”, impulsada por el gobierno de China encabezado por Xi Jinping.
En las carpas del Parque Tamar, uno de los centros de la protesta, el debate es permanente y, como reflejan algunas crónicas periodísticas, hay distintos pronósticos sobre el futuro del movimiento, que cuenta a su favor con la extraordinaria masividad, que ha crecido a lo largo de los días. Mientras algunos piensan que el gobierno chino tendrá que ceder ante la masividad de las manifestaciones, otros plantean que no será así, y que hay que prepararse para una lucha larga. “El árbol quiere estar quieto pero el viento no lo deja”, dijo hace muchos años Mao Tsetung. Lo comprueban en carne propia los jerarcas del Estado imperialista chino.