El dueto Kicillof-Vanoli apela a todos los medios en su intento de “planchar” los dólares paralelos y disminuir las pérdidas de las reservas. Allana, suspende y multa agencias de bolsa, limita y demora los pagos de importaciones, etc., al tiempo ha puesto en marcha un nuevo curro financiero con bonos atados al dólar que irán a la cuenta del próximo gobierno.
El dueto Kicillof-Vanoli apela a todos los medios en su intento de “planchar” los dólares paralelos y disminuir las pérdidas de las reservas. Allana, suspende y multa agencias de bolsa, limita y demora los pagos de importaciones, etc., al tiempo ha puesto en marcha un nuevo curro financiero con bonos atados al dólar que irán a la cuenta del próximo gobierno.
Así, mientras sea posible, están logrando una paz cambiaria semejante a la de principios de año con Juan Carlos Fábrega, guiada por un método también parecido: aplicar parches de apuro que no atacan las causas del problema sino sus efectos. Las causas se originan en la inflación y el achicamiento de la oferta de divisas y los efectos son, justamente, la demanda provocada por la inflación y la escasez de divisas.
Después de la devaluación de enero y del fuerte aumento de las tasas de interés, Kiccillof-Fábrega hicieron retroceder al blue y al contado con liqui y achicaron al 30% la brecha con el oficial. Ahora con Vanoli, el ministro de Economía ha conseguido un resultado semejante con los paralelos, sólo que la brecha todavía ronda el 50%.
Todo esto en un contexto en el que, en los últimos doce meses, el gobierno ha devaluado nada menos que un 43%. Esto significa que el ajuste cambiario superó la inflación del 40% calculada por consultoras privadas que Kicillof se empeña en desacreditar. Lo que, además, viene desde antes de Fábrega, pues la devaluación acumulada desde enero de 2013 alcanza al 71%.
La “bicicleta financiera”
El lanzamiento de los nuevos bonos se inició a fines de octubre, cuando el Ministerio de Economía emitió los Bonad 2016 por 983 millones de dólares a una tasa del 1,75% anual, con vencimiento el 28 de octubre de 2016. El Bonad se suscribe en pesos y se paga en pesos ajustados según la evolución del dólar oficial, por lo que se lo llama “dollar linked”.
El jueves de la semana pasada, la cartera que encabeza Axel Kicillof volvió a colocar un nuevo bono atado al dólar estadounidense, esta vez por 653 millones de dólares. Ahora, con vencimiento en 2018 e intereses anuales del 2,40%.
Los que compran los nuevos bonos, en su gran mayoría, son compañías de seguros, bancos y fondos de inversión. El atractivo de esta nueva modalidad de endeudamiento es el seguro de cambio que el gobierno otorga a los compradores de esos bonos ante cualquier desvalorización del peso con el plus de la tasa de interés.
El efecto inmediato es la absorción de pesos que, a su vez, modera la demanda del dólar paralelo porque esos pesos van al bono y no a los “paralelos”: blue o “contado con liqui” (los bonos en dólares que se liquidan en el exterior).
Muchos de los que compran estos nuevos bonos son inversores que venden bonos en dólares, que cotizan a valores cercanos al paralelo, para adquirir estos títulos “dollar linked”: una formidable “bicicleta financiera” garantizada por el seguro de cambio implícito en el Bonad. Por ejemplo: vender 1.000 bonos en dólares que cotizan a $13 permite comprar unos 1.500 de los bonos denominados en dólares: 50% más. La apuesta es que al momento de su vencimiento –a fines de 2016 o comienzos de 2018– devaluación mediante, ya no rija el cepo cambiario.
Todo esto nos rememora a los mayores, las consecuencias nefastas que tuvieron sobre el país los seguros de cambio de Sigaut (aquel que también dijo “el que apueste al dólar pierde”) y Cavallo en los finales de la dictadura militar, tras el agotamiento de la “plata dulce” y la “tablita” cambiaria de Martínez de Hoz.