“Lo que más me afectó son los escraches en mi estudio”, fueron algunos de las últimas palabras de Torres, antes de que el Tribunal Criminal Nº 1 (Dres. Gonzalez, Burgos y Mercau) lo condenara a la pena de 6 años de prisión, por el delito de abuso sexual con penetración.
“Lo que más me afectó son los escraches en mi estudio”, fueron algunos de las últimas palabras de Torres, antes de que el Tribunal Criminal Nº 1 (Dres. Gonzalez, Burgos y Mercau) lo condenara a la pena de 6 años de prisión, por el delito de abuso sexual con penetración.
Estaba de pie, pronunciando las palabras que nunca había expresado en este largo proceso penal iniciado en 2010. Sólo se había dedicado a gesticular sonrisas cuando un testigo declaraba, y caras de espanto cuando se nombraba a la actual pareja de quien fuera su hijastra y su víctima.
Despotricó también contra los “pseudoabogados contra los que hice denuncias en el Colegio de Abogados, pero no pararon esto, no sé porqué”, terminó diciendo.
Todavía parecía no advertir que él era el que estaba en el banquillo, que a él se lo juzgaba, que él era el que había hecho el daño ininterrumpido a una adolescente primero, y a una joven mujer después, cosificándola, sometiéndola a sus deseos, violándola, prohibiéndole salir, tener parejas, etc., durante extensos diez años.
Los alegatos de la Fiscalía (Dr. Cuellar) y la querella (Dres. Bóveda y Vargas) recorrieron las pruebas producidas, la síntesis de años vividos de profunda opresión, con una práctica reducción a la servidumbre; las razones que motivaron el lapso prolongado en que ella fue sometida por Torres.
“La violación es el asesinato del alma”, expresó el Dr. Bóveda, citando a un profesor de la Facultad de Derecho, en referencia a la necesidad de una condena que subsane un poco lo que ella sufrió.
Fue también la querella la que realzó el rol de los profesionales del hospital público Néstor Sequeiros, que recibieron a la víctima ni bien había escapado de su padrastro, que brindaron tratamiento psicológico, y que le dijeron a ella que si no denunciaba, lo haría el Hospital porque entendían que ella estaba en riesgo. Y es que no sólo se trataba de años de abusos sexuales, eran muchos delitos, amenazas, abortos, maltratos físicos, privación de libertad, etc. “Hace tiempo la sociedad se viene replanteando el rol de las instituciones públicas frente a la violencia de género. Aquí tenemos una situación de abuso, pero las mujeres mueren todos los días por femicidios, y es una necesidad que las instituciones actúen ante situaciones de violencia que a veces son tan prolongadas como en este caso”, señaló la querellante. Tampoco pudo dejar de expresar la querella el absurdo de que con diez años de violaciones, sólo se esté en este juicio oral por un solo hecho de abuso sexual, ocurrido en octubre de 2009, conforme la acusación fiscal de primera instancia.
La defensa de Torres se dedicó sobremanera a fustigar los escraches, las volanteadas de Mujeres Unidas en Tribunales, hablando de pseudo mafias (sic), sin poder cuestionar las pruebas que sostenían la acusación contra Torres, y que incluso ya habían motivado que la Cámara de Control y Apelaciones en lo Penal y el Superior Tribunal de Justicia lo llevaran a juicio.
La condena no fue la que pidió la fiscalía (10 años) ni la querella (15 años). Se condenó a la pena mínima establecida para el delito. Se conocerán los fundamentos la semana próxima.
Pero ante la impunidad que ha rodeado este caso, con un acusado vinculado al poder político, con un status que a veces garantiza impunidad, esta condena es un verdadero triunfo de una lucha que no ha claudicado, que demuestra que las mujeres y el pueblo, tomando en sus propias manos estas problemáticas, pueden avanzar en obtener justicia.