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04 de febrero de 2015

Origen del Partido Comunista (6)

Crónicas proletarias

Hemos visto en otras columnas cómo “la vieja matriz” reformista de Juan B. Justo estaba presente en la fundación del Partido Socialista Internacional, en 1918, en un tema tan fundamental como el uso de la violencia revolucionaria, expresada en la adopción de la Declaración de Principios del viejo PS. Hay otros elementos, que se evidencian en las cuestiones estatutarias y programáticas discutidas en el congreso fundacional del PSI.

Hemos visto en otras columnas cómo “la vieja matriz” reformista de Juan B. Justo estaba presente en la fundación del Partido Socialista Internacional, en 1918, en un tema tan fundamental como el uso de la violencia revolucionaria, expresada en la adopción de la Declaración de Principios del viejo PS. Hay otros elementos, que se evidencian en las cuestiones estatutarias y programáticas discutidas en el congreso fundacional del PSI.
El artículo 52 del Estatuto disponía que “No podrán pertenecer al Partido los que militen en las logias masónicas o espiritistas, ni los militares de profesión”. Esta última cuestión se daría de patadas con las resoluciones impulsadas por la Tercera Internacional, también conocida como Internacional Comunista y que se creó en 1919 a instancias de Lenin y los bolcheviques. Entre las condiciones para ser admitido como partido miembro, la Tercera Internacional establecía la obligación de los partidos comunistas de hacer trabajo revolucionario entre las fuerzas armadas de cada país.
Otro tema de gran debate, “el más discutido” dice la crónica oficial del Congreso, fue la participación o no en las elecciones que se desarrollarían apenas un par de meses después de la fundación del PSI. Si bien esta discusión tiene una cantidad de elementos que obedecen a la coyuntura política del momento, aparecen en él cuestiones “doctrinarias”.
Digamos primero que, como refleja La Internacional en su número del 23 de enero de 1918, participaron de este debate varios delegados. Unos plantearon participar de las elecciones para utilizarlas como tribuna de sus posiciones, y desmarcarse claramente del Partido Socialista, otros, como Victorio Codovilla –-en ese momento delegado por la minoría de un Centro socialista y con los años máximo dirigente del Partido Comunista– plantearon que no convenía ir a elecciones y dedicarse “a labores de organización y propaganda”. Codovilla alertó que “el electoralismo excesivo ha hecho del socialismo la mistificación reformista”. Finalmente, el Congreso acordó participar de las elecciones por 603 votos. La moción de Codovilla sacó 84. Una tercera, participar sin candidatos, 48.
Queremos destacar en este debate las posiciones del delegado Koifmann, quien argumentó a favor de la participación en las elecciones, defendiendo el parlamentarismo y el papel jugado por las bancadas socialistas durante la guerra, y hasta citando a Kautsky en su afirmación de que “un régimen realmente parlamentario puede ser el instrumento de [la] dictadura del proletariado como lo ha sido de la burguesía”.