En abril de 1918, el máximo dirigente del Partido Socialista, Juan B. Justo, por ese entonces diputado nacional, en un discurso en un local partidario, expresó su desacuerdo con la oleada de huelgas que venían llevando a cabo los trabajadores ferroviarios.
En abril de 1918, el máximo dirigente del Partido Socialista, Juan B. Justo, por ese entonces diputado nacional, en un discurso en un local partidario, expresó su desacuerdo con la oleada de huelgas que venían llevando a cabo los trabajadores ferroviarios.
Justo balanceaba los resultados de una reciente elección y le atribuyó la caída de votos socialistas, entre otras razones, a que “El partido no ha condenado con suficiente claridad y energía la complacencia con que el gobierno ha visto extenderse y repetirse las huelgas ferroviarias, la simulada debilidad que las ha hecho destructivas y sangrientas, la insidia con que ha introducido la división entre las organizaciones ferroviarias…
“Nunca hemos podido creer que las huelgas ferroviarias pasaran a ser una costumbre. Los ferrocarriles son el más indispensable de los servicios públicos para el trabajo y la vida del pueblo obrero, en general. Una huelga ferroviaria no es una simple cuestión de un gremio, sino un conflicto que afecta a la masa trabajadora entera, la cual debe ser consultada directa o indirectamente a su respecto”.
Semejantes declaraciones desataron una tormenta dentro del partido, particularmente entre los dirigentes socialistas de La Fraternidad y de la Federación Obrera Ferrocarrilera (antecedente de la Unión Ferroviaria). Sebastián Marotta, dirigente de la corriente sindicalista en esos años hegemónica en la FORA del 9° Congreso consigna, en el tomo 2 de su libro El movimiento sindical argentino, una larga polémica que se expresó en el periódico partidario La Vanguardia. Alejandro Comolli, dirigente de la FOF, refuta a Justo detallando la responsabilidad de las empresas en las huelgas, por las constantes violaciones al reglamento de trabajo conquistado en la huelga general de 1917 y el cercenamiento de los derechos de los trabajadores: “Sólo nuestra acción podrá garantizar la efectividad de las conquistas y la integridad de la organización”, dice Comolli. A éste le contesta Américo J. Baliño, secretario-gerente de La Fraternidad, quien se tira contra la FOF por sus continuas “huelgas parciales” que “arrastran a la bancarrota” a la organización gremial.
A Baliño le contestan otros dirigentes socialistas de la FOF, reafirmando que las huelgas son responsabilidad de la patronal, detallando las tropelías empresarias, envenenadas por el gran triunfo del año anterior, y que trataban de revertir las conquistas obreras. Sirva este episodio para ver cómo los argumentos gubernamentales contra las huelgas en el transporte de hoy tienen, en los revisionistas de principios del siglo 20, “guionistas de lujo”.