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06 de mayo de 2015


Repercusiones de la Revolución Rusa (1)

Crónicas proletarias

El triunfo de la Revolución Rusa en octubre de 1917 causó conmoción en la clase obrera y los pueblos del mundo. Argentina no fue la excepción. Otto Vargas recoge en el Tomo 2 de El marxismo y la revolución argentina testimonios como el del futuro dirigente del Partido Comunista Victorio Codovilla, quien recordaba “el triunfo de la revolución en Rusia elevó enormemente el entusiasmo y la fe en la victoria final”. Juan Rospide, de Teodolina, Santa Fe, contaba de la transformación operada en centenares de obreros, a partir de la victoria de los bolcheviques: “Mi hermano, cuando se fundó el Partido Socialista Internacional [el 6 de enero de 1918] con su linyera al hombro se fue por el interior del país a difundir el marxismo”.
Efectivamente, los militantes que, rompiendo con la dirección del Partido Socialista, fundaron el PSI (a partir de 1920 pasó a llamarse Partido Comunista) defendieron con pasión la Revolución Rusa. Ya antes de la fundación del PSI, en el periódico La Internacional, escribían en septiembre de 1917, antes del triunfo bolchevique: “Lenin y Kerenski aprecian muy distintamente el problema a cuya solución concurren. Se comprende que los métodos utilizados por ellos sean también distintos ¿Cuál método será más proficuo en resultados de valor fundamental y permanente? En nuestro concepto no puede ser más que uno: el de Lenin… Hay que destruir la causa para evitar los efectos. Y como ella reside en la estructura económica de la sociedad burguesa, es necesario que aquella se modifique fundamentalmente, lo cual, como es natural, no ha de efectuarse con la aquiescencia de aquellos a quienes la modificación perjudica, sino a pesar y en contra de ellos. He aquí por qué estamos con Lenin y no con Kerenski”.
Meses después, en el manifiesto fundacional del PSI, expresaban: “Un ardiente e impetuoso soplo revolucionario parece cruzar triunfante por el planeta. Ha comenzado en Rusia y se extiende hacia todos los rincones del mundo. Su móvil: la instauración del socialismo. Con la mirada elevada en tan alto ideal, queremos ser en esta sección de América, los agentes eficientes, activos, de esta hondísima transformación revolucionaria”.
Estas declaraciones muestran por un lado cómo esos jóvenes que habían roto con la dirección reformista de Juan B. Justo retemplaban sus ideales revolucionarios. A la vez, se muestran los límites de los que hemos hablado en otras columnas. Desde el término “parece”, que no termina de afirmar, hasta asumirse como “agentes eficientes” de una “sección”, ignorando hasta tal punto la cuestión nacional que ni nombraban a la Argentina como país.