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03 de junio de 2015

Ni el kirchnerismo ni la oposición (incluida la “de izquierda”) atacan al latifundio, base de la superexplotación en el campo y de la dependencia al imperialismo.
 El PTP en el Frente Popular propone la creación de un millón de chacras.

Es necesario acabar con el latifundio

El término latifundio refiere a las grandes extensiones de campo que poseen algunos propietarios territoriales. Estos son los terratenientes que, por el mero hecho de ser los dueños de un recurso limitado e irreproducible como es la tierra –imprescindible para la producción agropecuaria, forestal, minera, etc.–, exigen un canon o renta para permitir su uso.

El término latifundio refiere a las grandes extensiones de campo que poseen algunos propietarios territoriales. Estos son los terratenientes que, por el mero hecho de ser los dueños de un recurso limitado e irreproducible como es la tierra –imprescindible para la producción agropecuaria, forestal, minera, etc.–, exigen un canon o renta para permitir su uso.
En el caso de la industria, es  claramente el monopolio del capital el que determina qué y cómo se produce y cómo se distribuye lo que se produce. Pero la producción agraria, para poder realizarse, requiere de tierra, además de trabajo y de capital. Y la tierra, aparte de ser imprescindible para poder producir, es un bien limitado en el espacio y no reproducible como otros medios de producción, lo que otorga a sus propietarios un poder social especial. El monopolio de esta propiedad permite a sus dueños, por el solo hecho de ser tales –independientemente de que inviertan en el campo o que recurran a arrendatarios o contratistas–, obtener un ingreso extra: la renta de la tierra.
Este monopolio hace que los latifundistas obtengan así enormes beneficios, sin tener que ser ellos los que necesariamente tengan que trabajar o poner capital en el campo; y si ponen algún capital no van a querer dejar de sacar, aparte de la ganancia correspondiente a ese capital, su renta como propietarios de la tierra.
Los productores que no tienen tierra, para poder acceder a la misma, tienen que dar cuenta de esa renta, en el precio de la tierra. Sea comprándola o arrendándola. Así el dinero que tengan que adelantar para la compra o el arriendo, deja de pertenecerles, pasa a ser la renta del terrateniente. Y para poder producir: para sus máquinas, la semilla, los fertilizantes, etc., necesitan otro dinero. Con este dinero y su trabajo, y el trabajo de sus asalariados cuando son capitalistas, tienen que sacar suficiente como para obtener un beneficio propio y la renta que exige el terrateniente.
 
Los que embellecen 
el latifundio
No acordamos con quienes dicen que el latifundio y la renta terrateniente no son un problema en el campo argentino. Con ello quieren negar que, por el poder que tienen los grandes propietarios de la tierra sobre las condiciones de producción del campo argentino, los terratenientes (y los pools que actúan como tales, recurriendo a contratistas) se apropian de toda la renta que, por ese monopolio del recurso tierra, surge en primer lugar de una mayor explotación de los obreros rurales, muy superior a la media social.
No acordamos con quienes dicen que por la diferencia de fertilidad de nuestras tierras los precios del mercado son superiores al costo de producción: que esos precios hacen que se pague por los productos del campo argentino más de lo que valen. En realidad, la mayor fertilidad relativa resulta en una mayor productividad del trabajo agrario que, pagándose relativamente menos a los obreros rurales (porque hay épocas del año en las que no trabaja y además se le paga mucho menos por hora que en la industria), da origen a una ganancia extraordinaria que se la apropian los terratenientes y pools por el manejo monopólico del recurso suelo que disponen o pueden disponer.
Algunos modernos teóricos sobre la renta, la llaman “renta diferencial internacional” y sostienen que es pagada con plusvalía de los obreros europeos. Para ellos, esta renta operaría en forma progresista en el desarrollo agrario argentino, ya que su monto permitiría pagarles salarios altos a los obreros y que los chacareros obtuvieran buenas ganancias; además, los terratenientes volcarían esa renta en la industria, el comercio y como fondos prestables en el mercado financiero (Ernesto Laclau, José Benco, Hilda Sábato, etc.). 
Lo cierto es que esa renta proviene de una enorme masa de ganancia que surge del trabajo de los obreros, aparceros, contratistas y pequeños propietarios argentinos, dado que la fertilidad de nuestro suelo hace posible una alta productividad del trabajo. La existencia de esta renta es una demostración del grado de superexplotación a la que se ven sometidos los obreros rurales, y marca los estrechos límites de acumulación de los chacareros y contratistas, que cuando vienen años difíciles terminan arruinados, expropiados y semiproletarizados.
 
Embellecen también 
al imperialismo
Esas “teorías” embellecen además al imperialismo, a nuestra situación de país dependiente: van contra la realidad y toda la lógica del sistema capitalista imperialista, que es un sistema de opresión y saqueo de los países dependientes. Para estos “teóricos”, los monopolios de comercialización e industrialización, aunque paguen poco siempre estarían pagando sobre el costo de producción, porque la renta provendría de que las tierras son mejores en calidad o distancia del mercado y no de la superexplotación de los obreros rurales y aparceros y de la opresión de los campesinos pobres y medios.
El trotskismo y los marxistas de cátedra hacen desaparecer la contradicción entre la propiedad territorial y el capital. Borran las diferencias entre los terratenientes y los capitalistas, identificando la renta del suelo –“expresión específica de la propiedad territorial”, según Carlos Marx–, con la ganancia o el interés. Así consideran que la renta agraria sería un mero “costo de producción” que, incluso, al ir a parar al sistema financiero contribuye a la acumulación del capital. Con lo que el latifundio no solo favorecería el desarrollo del campo, sino el del país en general, por lo que dicen que “el capitalismo argentino es un capitalismo de matriz agraria”. En base a eso definen a los terratenientes como burguesía terrateniente y ocultan la relación entre el predominio del latifundio en el campo y la dependencia del imperialismo.
El imperialismo buscó siempre asociarse con los terratenientes argentinos. Nunca impulsó la liquidación de las trabas precapitalistas generadas por el origen feudal y semifeudal, colonial, de ese latifundio. Así pasó y pasa con los distintos imperialismos que se disputan nuestro país. La asociación económica y política entre imperialistas y terratenientes –con distintas formas– fue y es una de las claves de la dependencia nacional. Una de las condiciones para el dominio imperialista de la Argentina fue y es preservar la propiedad latifundista. Es imposible pensar en resolver la desocupación, el desarraigo campesino, el hambre, un desarrollo autónomo y la independencia nacional sin una reforma agraria que termine con el latifundio. Menos aún pensar en una verdadera democratización de la sociedad argentina.
En este camino el PTP en el Frente Popular propone la creación de un millón de chacras, con la aprobación del proyecto de Ley Agraria presentado por Federación Agraria Argentina de contenido anti terrateniente, para terminar con la lacra histórica del latifundio, a través de la entrega de tierras a quienes la oligarquía despojó o les impidió el acceso a la propiedad de un pedazo de tierra para trabajar: Tierra para la juventud agraria, pueblos originarios, campesinos pobres y medios y todos aquellos que quieran trabajarla. 
 
 
¿De donde sale la renta?
 La renta puede tener distintas formas, puede ser mayor o menor según la calidad de la tierra o su dis-tancia del mercado, pero siempre su razón de ser es el monopolio de la propiedad sobre la tierra: un bien que es limitado en el espacio e irreproducible, que le da “derecho” al propietario a apropiarse de todas las ren-tas: no solo la que surge por diferencias en la calidad o distancia de los mercados de las tierras sino además la que surge de las que son de menor calidad o están a mayor distancia de los mercados, pero que son tam-bién requeridas para la producción. Porque la tierra no solo está limitada en el espacio sino que también está limitada por la propiedad, y para poder acceder a ella es necesario dar cuenta de la renta.
La tierra, como bien natural, no tiene un valor en sí. Se va a obtener un valor de ella si se la pone a producir: el valor no surge de la tierra misma sino del trabajo y del capital aplicados sobre ella. Pero al ser un bien apropiado, no libre como el aire o la lluvia, el propietario por el hecho de ser tal, por tener el monopolio de un bien limitado en el espacio e irreproducible no la va a poner o dar en producción, sino saca un beneficio. Y ese beneficio solo puede salir de la producción, de la mayor explotación de los obreros y aparceros o de un mayor precio en el mercado de lo que cuesta esa producción.
Puede ser que en algún caso se pueda obtener esa renta de ese mayor precio, pero con los monopolios que existen en la comercialización e industrialización de la mayor parte de los productos del campo, es muy difícil pensar que los precios del mercado, salvo momentos excepcionales, estén muy por encima de los costos de producción. Entonces, en lo fundamental, más en el caso de un país dependiente como el nuestro, que no tiene precios mínimos sostén ni subsidios a la producción, tiene que salir, y sale, de la mayor explotación de los obreros rurales y aparceros e incluso del recorte de ganancias, o de la descapitalización, de los contratistas o arrendatarios capitalistas. Por eso el tema de la tenencia de la tierra, es un problema básico para todos los verdaderos productores del campo, en primer lugar para los obreros rurales y aparceros porque determina su superexplotación pero también para los campesinos con poca tierra y para los contratistas y arrendatarios en general, como para la economía del país en su conjunto.