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29 de junio de 2015

“Uno de los irreemplazables”

Otto Vargas

Amigas, amigos, compañeros. Estamos todos doloridos. Es impresionante el dolor que ha  causado la muerte del Chino. Hasta una persona ha escrito en Internet que su empleada llegó a trabajar llorando porque ha muerto un doctor que se llamaba Oliveri, y que eso la conmovió. Hay tanta gente, porque hay tanta gente a la que ha ayudado, a la que ha servido… es un ejemplo tan grande el del Chino.

Amigas, amigos, compañeros. Estamos todos doloridos. Es impresionante el dolor que ha  causado la muerte del Chino. Hasta una persona ha escrito en Internet que su empleada llegó a trabajar llorando porque ha muerto un doctor que se llamaba Oliveri, y que eso la conmovió. Hay tanta gente, porque hay tanta gente a la que ha ayudado, a la que ha servido… es un ejemplo tan grande el del Chino.

Yo lo conocí cuando era estudiante. Era picarón, en el sentido de que era un luchador y si había que enfrentar a la policía, no era de los que empujaba a los otros y se quedaba atrás, era de los que iba adelante a pelear con la policía. Siempre. Después andando el tiempo, lo encontré trabajando con los obreros rurales. ¿Ustedes saben que trabajó muchos años con los obreros rurales? El formó una comparsa de esquiladores que se fue desde Bahía Blanca hasta Santa Cruz. Trabajó con los esquiladores, durmiendo debajo de las carretas donde ponían los toldos… Ese fue el Chino. Ya era doctor y trabajó para los rurales.

Hoy el Chino nos deja. No deja una casa, no deja dinero para su familia; nos deja eso, su ejemplo. Ese ejemplo es irremplazable, como aquí se ha dicho. Porque hay gente que es irremplazable y él era uno de esos. Pero yo pregunto ¿será un irremplazable? Acá entre los jóvenes, entre los que lo vieron, lo quisieron y aprendieron de él, habrá nuevos irremplazables que en el futuro harán lo que hizo el Chino en esta salita, con los que recorren cada barrio, los que están atentos a la salud del pueblo, a servir al pueblo. Vivir para servir al pueblo. Él no era uno que decía “yo lucho para que todos sean iguales y no haya pobres”, en general. No. Luchaba para que no haya pobres pero cuando estaba un pobre al lado, lo ayudaba, a él, en ese momento; no luchaba solo para el futuro, sino que ayudaba en ese momento.

Por eso, compañeros, todos nosotros, todos, tenemos que aprender muchísimo. Así como era, que se peleaba, que discutía, que qué se yo, pero que en el fondo era profundamente humilde. Esa humildad que nace del hombre que pone su vida al servicio de los demás, de la que vamos a tener que aprender todos. Y yo estoy seguro que él es un irreemplazable, pero surgirán muchos irreemplazables, de aquí de este barrio que es un ejemplo, que es este ejemplo de La Matanza. Por eso el Chino es querido, el Chino joven, el Chino esquilador, el Chino que vino un día a La Matanza y se quedó y armó todo lo que armó… ¡Chino, hasta la victoria siempre!